Tienen en común que estudiaron en la Universidad, han formado una familia y trabajan en ámbitos profesionales en los que se las considera expertas destacadas. También les caracteriza su fe en Dios y la involucración activa en sus iglesias locales. ¿Cuáles son sus prioridades? ¿Qué les hace avanzar en medio del estrés? Preguntamos a Susanna Pellicer, Lidia Martín y Eva Sierra sobre cómo se sienten en las áreas de la sociedad en las que se encuentran: la política, la psicología y la investigación histórica.
“A veces resulta frustrante que el día sólo tenga 24 horas y la semana sólo 7 días”, dice
Eva Sierra, Historiadora y Gestora de Patrimonio Cultural en Galicia. Dice tener la suerte de que en su trabajo es su “propia jefa desde hace unos cuantos años, de modo que puedo organizarme un horario flexible”. Esto puede ser positivo, pero también acaba llevándola a estar metida en varios frentes. “Confieso que no consigo encontrar el tiempo para acabar de redactar la tesis y eso me frustra enormemente porque sé que debo cerrar ese capítulo en mi vida”.
Los proyectos profesionales le han dejado poco tiempo para acabar un trabajo sobre la Historia de los protestantes en España, que sabe que podría ser de “impacto para que los creyentes en España adquieran conciencia de una identidad estupenda y dignísima”. Pese a todo, de su trabajo disfruta la Investigación (con mayúsculas), cuando “descubres un hecho trascendente y que nadie, hasta ese momento, ha visto” y poderlo hacer llegar después a la sociedad.
Lídia Martín es psicóloga en Madrid y considera que en su profesión “sentirse útil es, probablemente, de las cosas más gratificantes”. En su día a día le ilusiona especialmente “el elemento de la novedad: cada persona es diferente, cada problema es diferente y eso siempre es muy emocionante y renovador”. En su caso, el tiempo también es un problema. ¿Cómo combinar todas las piezas importantes en su vida? “¡Pues haciendo muchos equilibrios y principalmente no parando casi nunca!”, responde. Considera que conciliar familia y trabajo “es un auténtico
Tetris en el que hay que hacer encajar todas las piezas porque, si no, alguien pierde, y casi siempre son los más débiles”.
En el mundo de la política los ritmos también son muy altos.
Susanna Pellicer es teniente de alcalde en Sant Cugat del Vallés (Barcelona) y concejala de Servicios Sociales y Vivienda para la ciudad. También tiene un horario flexible y se organiza “como puede” para escaparse de vez en cuando, “ir a buscar a mis hijos, llevarlos al médico, ir con mi marido a hacer la compra e incluso ir a la peluquería de vez en cuando”. También disfruta el poder servir a personas, “ayudar a las personas de mi ciudad que más lo necesitan: gente mayor, discapacitados, familias con maltratos, inmigrantes, etc.”. Con su trabajo se trata de “mejorar su calidad de vida”.
MÁS ALLÁ DE LA PROFESIÓN
Sierra, Martín y Pellicer son conscientes de que sus trabajos absorben mucho tiempo y esfuerzo. Pero reafirman sus prioridades más allá de su profesión. “El trabajo doméstico lo tenemos repartido entre toda la familia”, explica Pellicer. En cuanto a la iglesia, “tuve que salir del Consejo porque tener un cargo político electo no era compatible, pero sigo asistiendo, dando clases en la Escuela Dominical, presidiendo cultos o predicando cuando me lo piden”. Que su comunidad cristiana es una prioridad lo saben incluso en el Ayuntamiento:
“A veces oigo a mi secretaria decir: ‘lo siento pero el domingo a las 12 es imposible, la Teniente de Alcalde tiene que ir a la iglesia’”. En su entorno político son conscientes de que “en la medida de lo posible, los domingos por la mañana no me pueden poner nada en la agenda”.
Tener responsabilidades requiere tener la cabeza en muchos sitios a la vez. “Yo soy esposa y madre, además de profesional, y ello requiere, en mi caso, no sólo vivir de cara al día a día, sino pensando también en lo que cada uno de los miembros de la familia harán mañana, y pasado, y al otro”, explica Martín. A ello hay que añadirle “la vida de los pacientes, el servicio al Señor y algún que otro imprevisto”. El resultado puede ser, reconoce, “un cóctel explosivo”.
Ante tantas coas importantes que tener en cuenta, Sierra agradece que en su iglesia local “se han reducido las reuniones al mínimo y se trabaja sobre el sistema de células”. Así se ha acabado con “los estresantes y agotadores domingos que tenían de todo menos de día de descanso”. En la reunión única, por la tarde, “adoramos a Dios, aprendemos de Su Palabra, nos reunimos y charlamos los hermanos juntos sin prisas, sin agobios… y todos los días nos visita gente nueva”.
Es “un momento especial que disfruto mucho sin sentirme vampirizada en reuniones y más reuniones”. Un agradable contrapunto.
EL PROTAGONISMO DE LA FAMILIA
Lo que está claro es que ser profesional no es poner en segundo lugar a la familia. “Estudié mi carrera escogiendo las asignaturas en función de los horarios de pecho; cuando marché a investigar a Francia, tres personas me sustituyeron para atender lo que habitualmente hacía yo sola, compré mi primer móvil para no sentirme ‘mala madre’ y que se me pudiera localizar en cualquier sitio a cualquier hora si pasaba cualquier cosa con los niños”.
Para Eva Sierra, “la prioridad en toda mi vida han sido siempre mis hijos”.
También Lidia Martín cree que el cuidado de la familia no debe perder peso.
Pero el día a día reorganiza constantemente las prioridades teóricas y “las pone en jaque”. Como psicóloga cree que elegir entre los importante y lo urgente es algo especialmente común. “Tú puedes estar dedicando tiempo a tu hija en ese momento como prioridad y que de repente te llame un paciente que sabes que está en riesgo de suicidio. En ese momento, toda la teoría sobre las prioridades se te cae al suelo y has de responder, eligiendo lo urgente y posponiendo lo importante, situando la prioridad del otro por encima de la tuya”.
“Prioridad es una palabra que está de moda pero difícil de aplicar”, dice Susanna Pellicer. Las cosas importantes sobre el papel en la práctica “no se cumplen al cien por cien, las prioridades te las marca tu trabajo, tu familia, tu entorno…”, reconoce.
EL ENFOQUE DIFERENTE DE LA MUJER, EN EL TRABAJO
Pasada ya la primera década del siglo XXI, es evidente que la mujer participa ya muy activamente en cualquier área de la sociedad. Los enfoques que aporta, sin embargo, son diferentes a la de los hombres. La visión del trabajo varía según el género.
“En mi profesión somos mayoritariamente mujeres”, explica de la psicología Lidia Martín.
Cree que un motivo puede ser que “las mujeres tenemos, en general, una manera especial y propia de acercarnos al mundo emocional y personal”. La complementariedad entre hombres y mujeres “es una realidad en mi profesión y una herramienta muy útil: las mujeres solemos tener más capacidad para la acogida emocional, por ejemplo, los hombres una visión muy pragmática de la solución de problemas”.
Susanna Pellicer también ve estas diferencias, y considera que son enriquecedoras. “La sensibilidad femenina aporta un plus en el trabajo en todo lo que, por ejemplo, son los servicios sociales”. Explica como desde el gobierno de su ciudad detectaron “que había dos colectivos fuertemente masculinizados: la policía y la brigada”, mientras que “los trabajos administrativos i de atención social estaban prácticamente al 100% desarrollados por mujeres”. Ante ello, se intentó plantear algún tipo de “correctivo” para facilitar la entrada de mujeres en el cuerpo de policía, “pero vimos que en realidad prácticamente no se presentaban mujeres a estas plazas”. Ante esto, es importante, cree, observar la sociedad y como hombres y mujeres se complementan.
El TRABAJO DENTRO Y FUERA DE CASA
¿Se da esta combinación entre hombres y mujeres también en el trabajo en casa? Muchas mujeres consideran que no. Asumen que hacer carrera profesional acaba equivaliendo a hacer dos trabajos, el de casa y el de fuera de casa.
“Creo que mi generación de mujeres se ha encontrado en el difícil punto medio, en el que, si bien sus compañeros comprenden y admiten su trabajo externo, aún no asumen que el trabajo de casa es cosa de todos”. Un síntoma de que las cosas están cambiando pero que aun no se han normalizado es la “terrible y crispante” pregunta, una vez toda la familia está en casa: “¿en qué te ayudo?”. Un comentario inocente que demuestra, cree Sierra, que se sigue viendo el trabajo doméstico como trabajo de ellas, pese a la disposición a “ayudar”.
Pero los cambios siguen adelante. “Creo que las nuevas generaciones, la de mi hija, por ejemplo, ya no tiene ese problema: sencillamente se ha realizado la transición que nos tocó a nosotras en nuestra generación y los chicos asumen su parte con total normalidad. Es estupendo verlos atender a sus hijos pequeños, asistir a las reuniones del colegio o estar enterados de las vacunas”.
Lidia Martín pone otro ejemplo: “Muchos hombres aún al llegar a casa pueden decir con cierta satisfacción ‘Vale, ahora viene el descanso’. Sin embargo, cuando una mujer llega a casa nunca dice eso”.
Si bien es cierto que “muchos hombres están colaborando mucho más en casa, desde luego la distribución sigue sin ser igualitaria”. Se sigue sin reconocer suficientemente el trabajo no remunerado de muchas mujeres, cree. “Si por sólo una semana una mujer dejara de hacer aquellas muchas cosas que se dan por sentadas, tardaría muy poco en reinar el caos”.
Pese a todo lo dicho, tanto Sierra como Martín se sienten especialmente apoyadas por sus maridos en sus situaciones personales. El panorama de trabajo cuando llegan a casa de su otro trabajo puede ser desolador, pero reconocen que sus maridos “asumen muy bien su papel y colaboran tremendamente en casa”.
Es necesario que la incorporación de la mujer al mundo profesional vaya acompañada de una incorporación más clara del varón al mundo del hogar, considera Martín, aunque “esto no siempre se ha sabido entender”.
La clave es que se hablen claramente las cosas, apunta Pellicer. “La distribución del trabajo en la familia tiene que hablarse a nivel particular de cada familia, cuando hay diálogo, esto funciona”.
Y… EL TIEMPO DEVOCIONAL
¿Visto lo visto, queda algún espacio para pararse y la Biblia? “Suscribo la preocupación de otras mujeres al respecto. Es cierto que se hace muy difícil”, lamenta Eva Sierra. En su caso, su propio trabajo, la Investigación sobre la Historia, identidad y memoria del Protestantismo contemporáneo y actual ha sido “una bendición en este sentido porque me permite trabajar con la Biblia en la mano y puedo reconvertir un rato de trabajo en un ‘devocional’ indirectamente”.
Pellicer, además, cree que no tener suficiente tiempo para leer la Biblia “no sólo es un problema de mujeres, los jóvenes están estresados, los hombres también, incluso la gente mayor”. Ante la falta de tiempo, “a veces es cuestión de imaginación” a la hora de pensar cómo buscar pasar tiempo con Dios. “Una cosa que sí hago es que cuando recibo un motivo de oración por e-mail, paro al momento y dedico unos segundos a esta oración”. Reconoce, eso sí, que incluso “en una época que estuve en el paro, tampoco encontraba nunca el tiempo ideal para leer la Biblia y estar con Dios”.
Frente a todas las áreas que piden atención especial, Martín reconoce que le cuesta conseguir realmente momentos de “tranquilidad, la quietud y desconectar… Es una de mis asignaturas pendientes”. Sin embargo, encuentra espacios “cuando tengo que escribir, por ejemplo”.
“Es un momento perfecto para mí para estudiar y leer la Palabra”.
Concluye que “combinar ambas facetas, la de la profesión con la espiritual, ha sido todo un descubrimiento, una ayuda y un verdadero regalo. La oración, por otra parte, es un regalo por su flexibilidad”. “Al Señor lo tenemos en todo momento, en todas partes, siempre atento a escucharnos, y eso nos permite poder dirigirnos constantemente a él, incluso cuando estamos conduciendo, esperando a que el día termine de arrancar, o ya finalizándolo cuando casi nos faltan las fuerzas”.
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