Los escenarios de este fenómeno son casi siempre localidades donde la mezquita está en manos de seguidores del salafismo, una corriente ultraconservadora que obliga a sus seguidores a practicar el estilo de vida que, según ellos, llevaron los salaf, o sea “los ancestros”, que es como llaman a los primeros seguidores del profeta Mahoma.
El presunto secuestro y juicio islamista a una mujer en Reus por un grupo de fanáticos religiosos es, según explicaron fuentes del Ministerio del Interior dedicadas a la lucha antiterrorista, “la expresión más violenta” de un fenómeno que cada vez preocupa más: la aparición y auge de grupos de individuos fanáticos que, al amparo de algunas mezquitas ultraconservadoras, se arrogan el papel de jueces y policías de la moral islámica y ejercen una enorme presión social sobre los musulmanes de esas localidades.
¿UN PAIS APARTE?
Los líderes religiosos usan su estatus en la comunidad para blindar al máximo el colectivo y separarlo del entorno catalán, que consideran impío. Desde las mezquitas, llaman a los fieles a no mezclarse con los catalanes, a no recurrir a sus instituciones (Mossos, juzgados o asociaciones), a comprar solo productos halal (permitidos por el islam) en tiendas de musulmanes y a no recurrir a los bancos pues, al estar basado en el interés, el sistema equivaldría a la usura, pecado en la religión islámica. Además, presionan a los padres para que no permitan a sus hijas hacer gimnasia y mucho menos ir a la piscina, así como les instan a retirarlas de las escuelas tan pronto tienen su primera menstruación.
Tales personas ejercen una enorme presión sobre el colectivo. “Si con el verbo y con el sermón de la mezquita no basta, entonces entra en escena un grupo de personas vinculadas al oratorio que castigan al díscolo”, dice una fuente de las fuerzas de seguridad especializadas en el extremismo islámico. Esos individuos aplican en Catalunya el concepto islámico de hisba, que es como se denomina a la policía de la moral y las buenas costumbres.
Muchos de ellos han llegado al salafismo procedentes del Tabligh, una corriente islámica pacífica que se basa en la dawá, que es como se conoce al llamamiento que sus miembros hacen a los otros musulmanes para que abandonen su vida de pecado. No obstante, los miembros del Tabligh siempre hacen este llamamiento pacíficamente, intentando convencer sin ejercer ningún tipo de presión. “Estos, en cambio, aplican la lógica del Tabligh pero empleando la acción violenta”, dicen esas fuentes.
PROHIBIDO MEZCLARSE
Al parecer, hay más víctimas que las que se conocen, pero muchas no se atreven a denunciar. Según explicó el responsable de la lucha antiterrorista, las mujeres son el objetivo preferente de esos grupos. “A las que no llevan velo les hacen la vida imposible. Las insultan, las amenazan y, en ocasiones, incluso las agreden”, dijo. A veces, el objetivo son los padres o maridos de esas mujeres, a los que recriminan que permitan que ellas vayan por la calle sin el velo. “A algunos han llegado incluso a retenerles durante unas horas y golpearles”.
Este mando de las fuerzas de seguridad relató el caso de un adolescente marroquí al que un grupo de control le propinó una paliza por el simple hecho de haber jugado a fútbol con otros chicos del pueblo, no musulmanes.
En su obsesión por separar a los musulmanes del resto de la sociedad, una de las principales actividades de estos grupos consiste en sacar de los bares a aquellos musulmanes a los que les gustaba mezclarse con sus amigos catalanes para tomar un café o jugar a las cartas. “Les presionan hasta que dejan de ir. A algunos les obligan a dejarse crecer la barba o les vetan llevar tejanos”, expresó.
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