Precisamente es la vida de William Wilberforce la que acaba de llegar a los cines españoles el pasado 11 de septiembre, relatando su feroz lucha contra la esclavitud, con el título de “Amazing Grace”.
Era mediados de 1785, cuando un joven rico y miembro del Parlamento británico desde los 21 años,
William Wilberforce, se debatía entre seguir o abandonar la vida política a causa de su reciente conversión al cristianismo de raíz evangélica. Compañeros políticos y, ahora también, de fe tenían que soportar las burlas de una clase acomodada británica que no veía con buenos ojos ningún tipo de fervor religioso, y eso era algo que este gran orador de Yorkshire conocía.
Después de consultar con su buen amigo de tiempos universitarios, y en esos momentos también primer ministro, William Pitt, y también con el líder cristiano John Newton, que había abrazado la fe cristiana después de largos años como capitán de un barco negrero, estos le aconsejaron continuar con su vida política “con mayor diligencia y compromiso” de lo que había hecho hasta la fecha. Así, Wilberforce optó por trasladar su nueva fe a la vida política para transformar la sociedad desde los órganos de poder.
HISTORIA DE UNA LUCHA
William Wilberforce nació el 24 de agosto de 1759 en Hull, condado de Yorkshire. Hijo de un rico mercader y huérfano a los 17 años, se traslado con sus tíos a Londres. Por su tía Hannah conoció el metodismo, denominación protestante fundada por John Wesley en el seno de la Iglesia anglicana. El metodismo sacaba la predicación a las calles, fuera de los templos, y pedía con ardor una reforma de las costumbres frente a un anglicanismo cada vez más “culto de Estado”, enfatizando la vida en santidad. Muerto Wesley, el metodismo se separó de la Iglesia Anglicana.
En 1776, Wilberforce entabló una profunda amistad con William Pitt, al que conoció estudiando en el St John´s College de Cambridge. Pitt acabaría siendo nada menos que Primer Ministro de Inglaterra durante 20 años.
En septiembre de 1780, y después de haber comprado su escaño con una inversión de 8.000 libras –algo habitual entre los políticos de su tiempo-,
Wilberforce había entrado en el Parlamento como independiente, dando su voto a uno u otro partido sin comprometerse con ninguno en concreto.
A partir de 1785, las ideas políticas de Wilberforce sufrirían un importante y decisivo impacto que surgía de su nueva fe en Jesús y que le llevaría a defender la justicia social en una sociedad que, hasta la fecha, tenía bastante asumida la esclavitud.
Realmente,
Wilberforce no fue el primer británico ni el primer protestante en clamar en contra del comercio de personas en Inglaterra. Un predicador tan influyente como el metodista
John Wesley, pensadores de la talla de
Adam Smith o grupos de cuáqueros ya habían abogado contra esta práctica que obligó a desplazar más de once millones de africanos a América, de los cuales un millón y medio perecieron durante el trayecto.
De hecho, el parlamentario Wilberforce conoció estas ideas entre los años 1783 y 1784, pero no tomó partido por esta causa hasta después de su conversión al cristianismo, un año después. Pasado el tiempo,
los grupos de personas que ya trabajaban contra la esclavitud organizaron una cena con Wilberforce para proponerle, formalmente, que él llevara esta causa hasta el parlamento británico, entendiendo que la única manera que tenían de luchar contra este comercio era desde los propios órganos legislativos que amparaban la esclavitud.
Además de la lucha en contra de la esclavitud, Wilberforce trabajó en otro de sus principales retos políticos: conseguir una reforma moral en una Gran Bretaña que él consideraba decadente.
Después de varios años dedicados a recopilar testimonios y pruebas de las condiciones en las que eran transportados los africanos,
la propuesta de abolición del comercio con esclavos –que no de la esclavitud- llegó al Parlamento en abril de 1791, pero fue rechazada por una amplia mayoría. Según los historiadores, la proximidad de la Revolución Francesa y las revueltas que se habían vivido en diferentes colonias del país vecino, habían sido el caldo de cultivo ideal para que las fuerzas conservadoras y contrarias a la abolición ganasen la votación con facilidad.
Este clima acompañó a Wilberforce y a todos los grupos que apoyaban la abolición del comercio con personas hasta bien entrado el siglo XIX. De esta manera,
no fue hasta el invierno de 1807 que el primer ministro, Lord Grenville, volvió a impulsar la propuesta que recibió el apoyo de los parlamentarios británicos el 23 de febrero de ese año. No obstante a su salud cada vez más precaria, este inglés luchó a favor de la abolición completa de la esclavitud y, finalmente, vio su sueño cumplido tan sólo tres días antes de pasar a la presencia de Dios.
Doscientos años después, la localidad que le vio nacer, Hull, realizó un homenaje a la figura de este Martín Luther King del siglo XIX, homenaje que no quiso dejar pasar la ocasión para recordar que hoy en día hay más esclavos que en tiempos de Wilbeforce. Así, este inglés encontró en su fe los valores y la fuerza necesaria para impulsar, desde la minoría política, un proceso que acabó por igualar, en términos legales, aquello que ya está establecido en la Biblia: que todos los hombres son iguales ante Dios.
MULTIMEDIA
- NOTICIA:
Proyectan "Amazing Grace" en los cines españoles
- VIDEO:
Trailer de la película (en inglés, subtitulada en castellano) Amazing grace (video, 6 Mb )
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