El libro de los libros no es un único libro. Tampoco es inamovible. Traducciones, versiones e ilustraciones han ido enriqueciendo el texto sagrado más leído de la historia, aunque sólo lo sea por capítulos. Millones de personas atesoran en sus casas ediciones de bolsillo de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, en siglos anteriores, más concretamente en la Edad Media, las biblias eran ejemplares únicos, valiosas joyas patrimoniales que sólo podía permitirse la nobleza. Inmersos de lleno en el siglo XXI, consultar estos códices medievales requiere una odisea por distintas bibliotecas, que tan sólo permiten acceder a los textos por microfilm. Las menos, te permiten una consulta restringida de la imagen digital.
La revolución ha llegado cuando un equipo de investigadores de la Universitat de les Illes Balears (UIB), liderado por el profesor Andrés Enrique, se pone manos a la obra para digitalizar las doce biblias medievales traducidas al castellano y las cuelga en un página web (www.bibliamedieval.es) para que su consulta sea libre y sin cortapisas. La web todavía no está terminada, pero a mediados de marzo funcionará a pleno rendimiento.
Enrique ha ideado un modo de consulta muy útil en el que se puede acceder a cada una de las biblias a partir de un buscador en el que el usuario puede introducir el pasaje que desea leer. Automáticamente, el programa localiza el fragmento en los doce textos sagrados. Si se pincha sobre cada una de las transcripciones, realizadas por alumnos de Filología contratados para esta labor, se abre automáticamente otra pantalla en la que aparece en formato jpg una imagen a elevada resolución del códice original.
UN PROYECTO DESDE 2004
En una primera fase, se procedió a un trabajo de recopilación de todo el corpus medieval de biblias en castellano, para lo que el equipo tuvo que contactar con distintas bibliotecas: la Biblioteca Nacional de Madrid, la del Escorial, dos de Portugal, la Universitaria de Salamanca, la de la Real Academia de la Historia y la privada de la Casa de Alba, sita en el Palacio de Liria.
La mayoría de ellas hicieron llegar a la UIB las biblias en microfilm. A continuación, una empresa de Madrid lo digitalizó todo. De doce biblias que conforman el corpus, a la postre se han extraído un total de 16.000 fotografías.
Los doce textos sagrados digitalizados, que también pueden consultarse a partir de palabras del castellano antiguo, los conforman varios textos comprendidos entre los siglos XIII y XV. Antes de que Enrique arranque con la explicación sobre la tipología, advierte: "Hay que tener en cuenta que en la Edad Media estaba prohibido traducir la Biblia, pero la Iglesia hacía la vista gorda con la nobleza".
Las primeras adaptaciones de la Biblia al castellano datan del siglo XIII. En este sentido, la miscelánea del XIII que aparecerá en la página web está configurada por pasajes sueltos sagrados, traducidos directamente del hebreo, hallados en un pergamino de la La fazienda de ultramar que consta de 86 folios. De principios del XIII, son también unos fragmentos de los Salmos. Los textos prealfonsinos (anteriores a Alfonso X el Sabio) son dos códices de la Biblioteca del Monasterio del Escorial. Uno de ellos está compuesto por 358 folios en pergamino con el texto dispuesto en dos columnas, con 28 miniaturas. El otro manuscrito consta de 236 folios en papel.
Cronológicamente, Alfonso X fue el siguiente en promover la traducción de la Biblia latina al castellano. Lo hizo en su General Estoria, ese compendio de todos los saberes. Otras biblias interesantes que también han sido digitalizadas son cuatro más del Escorial, la Biblia de Ajuda, la Biblia de Évora, la de la Biblioteca Nacional de Madrid, impulsada por el Marqués de Santillana, la de la Real Academia de la Historia, una miscelánea del siglo XV con fragmentos o libros sueltos procedentes de diferentes códices del siglo XV y una de las más conocidas, la Biblia de Alba, encargada por Luis de Guzmán, que contiene una traducción del hebreo del Antiguo Testamento. El manuscrito original de esta biblia, elaborado por el judío Mosé Arragel, está fechado entre 1422 y 1430 y comprende 515 folios, con el texto a dos columnas y una abundante variedad de miniaturas (se contabilizan hasta 334), así como glosas en cada uno de los lados con las interpretaciones judaicas y cristianas sobre los distintos pasajes. En algunas de las ilustraciones de la de Alba, "que fue incautada por la Inquisición", todavía se puede ver el oro ornamentando algunas figuras.
Tal y como explica Enrique, "un ejemplar de las Sagradas Escrituras suponía en la época un objeto de lujo. Los nobles las encargaban a talleres donde cada trabajador tenía su profesión: unos eran copistas y otros artistas de la ilustración".
En la baja Edad Media, el pergamino empezó a ser sustituido por el papel, lo que supuso algún que otro problema con la conservación, pues cuando preparaban la tinta y se pasaban con la cantidad de hierro, éste terminaba por corroer el papel. De ahí que no se puedan leer algunas palabras o fragmentos de los códices.
Ya en el Renacimiento, en pleno siglo XVI, los códices se devaluaron. Se deshacían para usarlos como hojas de guarda o para fabricar cartuchos de arcabuz.
El proyecto ha llegado a buen puerto merced a las ayudas de la UIB, la Fundación San Millán de la Cogolla y el ministerio de Ciencia e Innovación. Pero sobre todo a las horas que han invertido estudiantes e investigadores en transcribir una letra gótica de distinta caligrafía, que siempre dependía del copista que empuñaba la pluma en ese preciso instante.
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