El periodista y escritor José de Segovia hace una comparativa entre la revolución de Mayo del 68 en Francia y la revolución que llevó a cabo el conocido como “El Hijo del Hombre” hace más de dos milenios.
Haciendo un repaso de lo que fueron aquellos acontecimientos del 68 y basándose en el libro “Revolución”, De Segovia habla de la enorme decepción que supone para el protagonista del libro las ideas revolucionarias y los ideales que tanto había defendido y que, incluso, algunos de sus postulados los llega a tachar de mentiras haciendo mención de la mítica frase “ya no son los hombres los que hacen la revolución sino la revolución la que maneja a los hombres”.
LA LIBERACIÓN
De Segovia explica que ese momento de cambio social se recuerda como un sueño en el que muchos lucharon para “liberarse del yugo del ‘sistema’”, pero una liberación que no llegó a materializarse y produjo mucha frustración por el sentimiento de impotencia del ser humano al ver su incapacidad para controlar incluso su propia vida.
“El enemigo está dentro de uno mismo” –dice De Segovia haciendo referencia a la imposibilidad de cambio del hombre frente a sus ideales. Los primeros que nos traicionamos somos nosotros mismos”.
En cuanto a las causas de este fracaso, “la reivindicación del individuo es precisamente el fracaso de mayo del 68 –dice- porque no basta poner al hombre en el centro como individuo sino que necesitamos un poder sobrenatural”. De Segovia habla de la necesidad de ese poder en relación al poder de Dios para transformar las personas desde el interior, “una experiencia de renovación interna que nos lleve a una vida nueva”.
EL EVANGELIO REVOLUCIONARIO
El teólogo y periodista considera que el mensaje de Jesús es plenamente revolucionario y lo es también en el seno de la Iglesia frente a un cristianismo institucional. El evangelio es un mensaje revolucionario porque “conmueve todas las estructuras que simplemente se mantienen por costumbre”. Incluidas las de las Iglesias que a veces son “como el himno del Titanic, que cantan sus himnos mientras se hunden”.
Según José De Segovia, Jesús hace muchas declaraciones revolucionarias como la que dice “el que ama a padre o a madre, o a hermano o hermana más que a mí…”. Jesús coloca su persona incluso por delante de la familia haciendo una demanda individual por encima de todo incluso de los vínculos humanamente más fuertes. Jesús también rechaza cualquier tipo de alianza con los partidos religiosos de la época.
Sin embargo, cuando hablamos de la revolución de Jesús no hablamos de una revolución violenta basada en la fuerza o en las armas sino todo lo contrario. “Se caracteriza por una revolución no violenta hasta el punto de que una cruz su principal símbolo, es un sacrificio, una ofrenda” –dice De Segovia. “Jesús es capaz de llevar a su cuerpo hasta la misma muerte y demuestra lo que Dios puede hacer con su Espíritu y el hombre es incapaz de hacer con su fuerza”.
LA IGLESIA INSTITUCIONAL
Tampoco la Iglesia ha logrado vivir de forma habitual este mensaje revolucionario de Jesús, y “debemos ser autocríticos”. Aunque no hay que confundir las limitaciones y errores humanos, que siempre están ahí y no son un fracaso de la Iglesia sino su humanidad, lo que si derrota a la iglesia institucional “son los intentos de control estatal por medio de la política o el poder económico, plegando a la Iglesia a la agenda de los intereses dominantes del momento y quitando independencia a la iglesia, especialmente en su lenguaje, especialmente en aquello que no es popular en su mensaje”.
Por ello, “la tragedia de la Iglesia ha sido decir al mundo lo que esperaba oír en lugar de decirle lo que necesita escuchar”, es decir cambiar el mensaje en aquello que no resulta agradable o políticamente correcto.
Esto ha hecho agrandar la irrelevancia de la Iglesia ya que si se amolda a la sociedad cualquiera puede recibir lo que esta aporta en cualquier otro lugar o institución, como las ONGs. Este es el cristianismo que pierde su rumbo y su sentido, “hay que volver a las demandas de Jesús, a una radicalidad con la cual Jesús no busca discípulos a cualquier precio”.
Precisamente, frente al individualismo de la revolución del mayo del 68, que hace del ser humano egoísta el centro de la sociedad, el mensaje de Jesús es una revolución espiritual para los “pobres de espíritu” que reconocen que a quien hay que ensalzar y reconocer como centro de la vida es a Jesús. Debemos reconocer nuestro mal para saber que la única forma de una sociedad, un ser humano y una Iglesia mejores es reconocer el mal que hay en nosotros y caminar en el perdón y la fuerza que vienen de Jesús.
MULTIMEDIA
Pueden escuchar aquí la entrevista de Daniel Oval a José de Segovia sobre “
La revolución de mayo del 68 y la revolución de Jesús” (6 Mb)
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