Navidad escondida

En aquel momento, los medios palpaban la tensión del ambiente. La polarización era evidente: algunos creían que Herodes era un tirano blasfemo cuyo gobierno no podía ser tolerado ni defendido. Otros, en cambio, veían a un rey puesto por Dios para, por fin, llevar a cabo algunos de los planes religiosos que hasta entonces se habían postergado.

En el Independiente de Judea, se podía leer el siguiente editorial:

“No estamos diciendo que Herodes sea un santo, pero nunca un rey había emprendido una obra de ampliación del Templo como ésta”…

A lo que contestaba entonces el editorial de La Gaceta de Jerusalén:

“¡Cómo es posible que estemos vendiendo nuestra identidad, dejándonos engañar por el poder! Si el profeta Jeremías levantase la cabeza…”

En medio de la tensión por las discusiones religiosas y políticas, el emperador proclamó un edicto de empadronamiento obligatorio. Las avenidas se llenaron de familias en movimiento que intentaban llegar a tiempo a su lugar de procedencia. En Radio Imperial se escuchaban los informes de tráfico:

“Las carreteras están colapsadas en la entrada sur a Jerusalén… Se recomienda tomar el desvío por el camino de la montaña… Recordamos a los viandantes que vigilen sus pertenencias, sobre todo al cruzar las regiones montañosas de Judea…”

El programa Informe Sabat seguía el paso a la extraña comitiva llegada de Oriente a Jerusalén, que estaba visitando al mismísimo Herodes. En la Tertulia del Canal Palestina, un periodista contaba:

“No sabemos cómo ha transcurrido este encuentro. Pero fuentes de palacio nos confirman que los magos venían buscando a un rey, del que decían haber visto “su estrella”. ¿Será esto la semilla de una nueva conspiración contra el dominio romano?” 

La historia estuvo algunos días en las conversaciones de cada rincón de la ciudad, pero con el tiempo se fue olvidando. Otra vez la política, las disputas religiosas, el transitar del día a día dejaron la visita en anécdota lejana.

Unos días después, en un pequeño medio local, El Diario de Belén, se contaba una historia peculiar:

“Unos pastores cuentan que, en medio de la noche, se vieron rodeados por una luz intensa. Un ángel les dijo que traía una noticia importante: había nacido un niño en Belén que era “el Salvador”, según sus palabras. “Aparecieron miles de ángeles, cantando: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”, explica uno de los pastores. Inmediatamente fueron a buscar a ese niño, y dicen que lo encontraron en un establo junto a sus padres, María y José. Al parecer estos habían llegado a nuestra ciudad para empadronarse, pero no tienen casa propia y tuvieron que refugiarse en el único lugar donde encontraron cobijo. Aunque desde este medio intentamos contactar con ellos, nos informan que ya no están y se han marchado camino a Jerusalén para cumplir los ritos”…

Al estar lejos de los centros de poder e información de aquel tiempo, la noticia pasó desapercibida y cayó en el olvido. Seguramente pocos percibieron que era la noticia más importante que podía contarse. Como diría años después un judío que conocía las Escrituras, pero transformado por Jesús:

“Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestro corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.

Esperamos que esta noticia, la gran noticia de la historia, no pase desapercibida tampoco hoy para ti. Que puedas encontrar en esta Navidad el tesoro escondido, el mismo Hijo de Dios que trae verdadera libertad al corazón.