Celebrando la Re-forma

Jesús reformó la idea de quién era Dios, la forma en la que se creía que el ser humano debía relacionarse con Él, las normas éticas de la vida práctica, conjugando a la perfección verdad y gracia, justicia y misericordia.

Mil quinientos años después, tras haberse infiltrado la mundanalidad y el paganismo en la institución humana llamada Iglesia, la reforma protestante rompió la estructura eclesial que sólo se servía a sí misma parta volverse al Jesús del Evangelio: “Sólo fe, sólo gracia, sólo Escritura, sólo Cristo, sólo a Dios la gloria”.

Este año retomamos aquel momento, usamos las mismas palabras, nos atribuimos ser hijos espirituales de aquella línea.

Pero queremos señalar algunos principios de la Reforma y los reformadores que deberíamos volver a aplicar como fermento de los valores que impulsaron aquella revolución:

1.- Estuvieron dispuesto a ser difamados, maltratados, a morir o al exilio, por enfrentarse al poder político y religioso.

2.- No lograron a cambio poder ni riqueza (más bien lo contrario), tan sólo -nada menos- que ver un avivamiento espiritual que recorrió el mundo entero.

3.- No se dejaron contaminar de la corriente moral y espiritual que les rodeaba, sino por el contrario a pesar de los dos puntos anteriores se mantuvieron fieles y firmes en vivir y difundir la Palabra de forma que “trastornaron el mundo” (y la Iglesia).

Como los cristianos primitivos en el libro de Hechos 17:5-7: Entonces los judíos que no creían (…) tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. (…Y) trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá (…) y contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.

4.- Pusieron la Palabra de Dios por encima de amistades, intereses, proyectos, componendas o falsas unidades.

y 5.- Nadie sojuzgó a nadie. Ninguna institución o persona se consideró autoridad suprema por encima de la conciencia de la otra.

Sin duda, a la luz de estos principios, necesitamos no sólo celebrar la Reforma, sino que esa Reforma sea una realidad en nuestras vidas.

Al fin y al cabo, se trata de aplicar el texto de Romanos 12:1-3: Así que, hermanos, os ruego (…que) no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Si no lo hacemos, caeremos en un simple ritual, una fiesta vacía, unos fuegos artificiales que ni dan calor al alma ni son lumbre para el alimento espiritual que nuestros corazones y nuestra sociedad precisan.