Hijos pródigos de la cristiandad

A menudo se acusa de intolerancia, rigidez y fariseísmo a quienes profesan la fe cristiana. Y en algunos casos, por desgracia, no les falta razón.

Pero hay un hecho indudable, y es que la levadura de la genuina fe cristiana (especialmente el cristianismo protestante) deriva en una serie de valores familiares, sociales y culturales, que ha logrado que el mundo occidental sea el que es, incluyendo las libertades y el derecho a criticar sin trabas al propio cristianismo (o seudocristianismo).

Esta libertad no se ve o no se ha visto, por ejemplo, en países de mayoría musulmana, o hindú, o atea-antireligiosa (recordemos a la Rumanía de Ceaucescu, la propia China comunista, la Alemania Oriental, Corea del Norte, y la Camboya de los Jemeres Rojos).

En la mencionada línea de cuestionamiento de la fe cristiana, se ha pasado de la legítima crítica al extremo de la demolición de todo lo que tenga que ver con la presencia de la fe cristiana en la vida pública.

Cualquier opinión o postura con cierta base de creencia cristiana es atacada y relegada por este hecho, como si las posturas contrarias no tuvieran también una base ideológica (aunque no sea religiosa).

No es de extrañar que este “hacinamiento ideológico” lleve a un vacío falto de referencias en multitud de cuestiones, vacío que deriva en una progresiva deformación del tipo de sociedad previamente existente.

Sin negar que hay cambios necesarios y positivos, lo que sí es cierto es que este vacío de referencias está impulsando un tipo de sociedad de “hijos pródigos de la cristiandad”. Hijos que han recogido la herencia de su “padre”, pero han abandonado el hogar para vivir su vida, según sus sentimientos, apetencias y sueños.

La familia es un aspecto fundamental. Parte de la crisis actual es culpa del propio cristianismo superficial de las sociedades nominalmente cristianas, que lleva a menudo con extrema facilidad a separaciones, divorcios y parejas rotas (aunque convivan). Pero al menos esto se ve como algo negativo (como ocurre con las prácticas de robar, estafar o mentir).

Pero la tendencia predominante en este momento es ver como positivos modelos alternativos totalmente alejados del patrón que –para quienes creemos- Dios marca en su Palabra revelada: la Biblia.

No es que nos asustemos (la Roma de Nerón tenía patrones bastante peores en el área familiar y social), sino que simplemente dejamos constancia de esta reflexión.

Sólo, para finalizar, recalcar que posiblemente la mejor respuesta no sea acusar despiadadamente a quienes no coinciden con nuestro punto de vista, sino amarles desde el respeto disidente, y especialmente mostrar que la verdadera fe en Jesús realmente crea matrimonios donde el amor existe y crece en medio de la imperfección humana.