En primer lugar, frente a la medio verdad (medio mentira) de que se habían producido células madre embrionarias, la realidad (como informamos en Protestante Digital desde el primer momento) es que se creó un embrión humano cuyo crecimiento “se detuvo” para sacar de él las células madre embrionarias que contenía.
Intentaremos contestar a algunas de las cuestiones que se plantean. Por fuerza del espacio de forma resumida, pero que intentaremos que sea clara y en lo posible sin dejar ningún punto importante sin tratar.
¿QUÉ ES UN CLON HUMANO?
Simplificando sin caer en lo falso, podemos decir que un clon humano es equivalente a producir de forma artificial algo similar a lo que ocurre con un embrión que se divide de forma natural en dos gemelos.
Se generan dos seres humanos distintos aunque proceden de un idéntico contenido genético (siempre hay luego pequeños cambios durante el desarrollo). Es decir, cada cual tiene su identidad, alma y espíritu (no entramos en cuestiones teológicas y psicológicas) que a lo largo de su vida mantendrán frente a su gemelo. Ningún gemelo, aunque con lazos especiales, tiene problemas de identidad en cuanto a que se sabe “él” frente “al otro” aunque sea casi idéntico en aspecto.
La personalidad de cada individuo se forma por medio de la interacción con el entorno. No es posible reproducir exactamente todas las condiciones ambientales que han influido en la vida de una persona para hacer que ningún clon genéticamente idéntico a su “progenitor” tuviera también el mismo carácter, la misma actitud frente a la vida, tomara continuamente las mismas decisiones o empleara su libre albedrío de la misma manera.
Es decir, ni un clon humano sería un “robot humano”, ni es una especie de “reencarnación” de la persona que le da sus genes a través del proceso de clonación. Tampoco “recuperar” al ser querido perdido, ya que será aparentemente igual, pero otra persona.
¿Hay entonces problemas éticos? Muchos, pero no en este aspecto.
MANIPULANDO Y DESTRUYENDO EMBRIONES
Una de las cuestiones es que se trata de embriones. Quien considere que un embrión humano es un ser humano con todos sus derechos (y así lo vemos nosotros), ve en esta actividad un terreno totalmente condenable.
Porque el embrión se "cosifica". Se destruyen embriones en estos experimentos. Porque si se intenta la clonación humana (implantando este embrión en el útero de una mujer) habría que hacer pruebas con el resultado de abortos, y nacimientos con malformaciones.
Por otro lado, pasamos de la eliminación por aborto de los “hijos molestos” a los “hijos a la carta”, con todo lo que esto conlleva.
DERECHO AL PROPIO ADN
Si nuestra identidad tiene una Ley de protección de datos, más con el ADN. De quien se obtiene, si es sin su consentimiento. Y de quien nace porque nadie le pregunta si está dispuesto a compartir ADN con otra persona de manera impuesta.
Se puede decir que algo similar ocurre con los gemelos. Pero es muy distinta la realidad de un “gemelo natural” con quien se nace, convive y desarrolla en forma paralela y por circunstancias no producidas voluntariamente; a la de un “gemelo clonado artificial” con diferencias de edad, originado por la mano humana y por unos motivos concretos.
Dentro de este derecho al ADN estaría también el “ADN familiar”. Ya no habría padre y madre. No se sabe qué conflictos puede traer esto a un ser humano, pero es de suponer que será un obstáculo grande en su desarrollo, no sabemos hasta qué punto.
EL PROBLEMA DEL NEGOCIO
Obtener células madre o células pluripotenciales -como las que se obtienen de estos embriones humanos clonados- puede realizarse por otras técnicas mejor estudiadas, más baratas, y que además no utilizan embriones humanos, sino células del cuerpo.
Este hecho es importante ya que es este tipo de células el que se está investigando para implantar en órganos enfermos curándolos, ya que tienen la característica de transformarse en cualquier tipo de célula (de ahí su nombre de “madre” o “pluripotencial”.
Entonces ¿por qué investigar en la creación y el uso de embriones clonados? Sólo porque se quiere avanzar en algo más que la obtención de células madre embrionarias. Y no puede ser otro objetivo que la clonación humana. Hoy prohibida, pero que algún día (¿por qué no ya clandestinamente?) se llevará adelante.
Y esto sí supone un peligro ético. ¿Qué puede haber detrás de una empresa que “produce” seres humanos? Hay muchas respuestas y la mayoría dan miedo, No en vano “El mundo feliz” de Aldous Houxley es un referente literario. Y si miramos a nuestro alrededor (lleno de corrupción y de negocios que sólo buscan el propio beneficio a costa de lo que sea) es para intranquilizarnos profundamente. Decir que los científicos, la ciencia o la sociedad van a autoregularse no sólo es ilusorio, sino que suena a disculpa demagógica para no detenerse.
¿CREAR LA VIDA?
Finalizamos quitando otro mito. Clonar un ser humano no es crear la vida. Es utilizar la vida para inducir artificialmente un proceso natural, pero no más que eso. Es equivalente a la fecundación artificial, sólo que en vez de utilizar un método se utiliza otro, por muy sofisticado que sea.
Sin duda el hombre juega a ser “dios”, pero no un “dios” que crea la vida, sino un “dios” que manipula la vida ya creada.
CONSIDERACIONES COMO CRISTIANOS (*)
Frente a las tenebrosas propuestas eugenésicas, el cristianismo debe defender valientemente el derecho a que cada persona pueda poseer su propia identidad a todos los niveles, sin necesidad de ser obligado a encajar en el modelo preconcebido de nadie, ni de ser incluido en un "rebaño" humano en el que no sea considerado individualmente.
Es necesario recordar que también los derechos de los padres sobre los hijos tienen límites. Los hijos no son unos bienes de consumo que puedan hacerse de encargo. Como señala Donald Bruce, el cristianismo los ha considerado como un don y no un derecho exigible (Bruce, 1999). Por otra parte, los hijos no son algo que se tiene de forma puntual, sino que forman parte de la unidad familiar en la que tienen derechos y obligaciones.
El cristianismo concibe la procreación (que es más que la mera reproducción biológica) dentro de una relación personal, resaltando y valorando los aspectos relacionales, y no como una forma de replicación unilateral. El derecho a la libertad de toda persona no puede ser olvidado por los cristianos, sino considerado como algo elemental e indiscutible.
La posibilidad de clonarse puede parecer un ejercicio de la libertad personal; pero hay que preocuparse de si esto supone o no una limitación de la libertad del clónico.
Richard Seed afirma que la clonación se aceptará en unos 5 años cuando nazcan los primeros niños clónicos. Lori Andrews está muy preocupada porque cree que cada vez es menos el tiempo que separa el pánico de la aceptación (La sept ARTE, 1999).
¿Se aplicará, como en otras ocasiones, una política de hechos consumados junto a eslóganes presuntamente "libertarios" que preparen el terreno? Si algún día la clonación se llegase a practicar, los cristianos, sean cuales sean sus opiniones sobre la clonación, deberían estar en primera línea luchando porque estas personas clónicas tuviesen una garantía de libertad igual que las demás personas.
"Los resultados de Wilmut y colaboradores indudablemente tienen mucho mérito. Uno de sus efectos es que nos obligan a encarar nuestras responsabilidades. No es una barrera técnica la que nos protegerá de las perspectivas que he mencionado, sino una moral, que nace a raíz de una reflexión acerca de los fundamentos de nuestra dignidad. Esa barrera es con toda seguridad el aspecto más digno del genio humano." (Kahn, 1997)
(*)
Estas "Consideraciones como cristianos" están tomadas del Cuaderno "Clonación y ética" de Pablo de Felipe, publicado por la Alianza Evangélica Española.
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