Sin duda vivimos inmersos en una crisis, y los ajustes y recortes son necesarios. Pero esto debe aplicarse a todos y de manera equitativa y sensible a la realidad social.
El anterior Gobierno socialista entendemos que fue ineficaz, y así le penalizaron las urnas.
Pero el actual Gobierno popular, dentro de la necesidad real de tener que tomar medidas que le resulten desagradables, consideramos que no está siendo equitativo y su actuación comienza a resultar preocupante.
Por ejemplo, siguen existiendo
los innecesarios asesores, e incluso el gasto inútil que supone
un Senado ineficaz por innecesario (debido a la ausencia de funciones que lo justifiquen), así como
cargos sin contenido real por favores debidos, mientras que los trabajadores con contratos interinos de Sanidad y Educación (esos servicios que según las promesas electorales nunca se iban a recortar) van a la calle.
Otro caso lo refleja la panorámica de la actuación con los diversos estamentos y entidades, que sufren enormes reducciones de presupuestos. Pero con llamativas
excepciones como la Casa Real con un casi simbólico 5% de reducción, y especialmente
un escandaloso 0% de reducción a las cantidades que recibe la Iglesia Católica española, en base a unos acuerdos con un estado extranjero como es el Estado Vaticano, siendo la única institución en España que en nada disminuye los beneficios que recibe del Estado español.
Algo también muy significativo es que
la venta de coches cae en picado… menos los de gama alta, los coches de lujo ¡que incluso ha aumentado!
También resulta poco equitativo que mientras
las entidades bancarias reciben ayudas de dinero público para salir de la catástrofe de la burbuja inmobiliaria, se queden con las casas hipotecadas cuyos dueños no pueden seguir pagando la deuda adquirida, y a ello añadan que les persiguen como morosos para que –ya sin casa- no dejen de pagar lo que les deben. Y de paso, de conceder nuevos préstamos nada de nada. Lo mío es mío y lo tuyo es mío también.
Otro aspecto que choca es que la locomotora alemana no pueda en su
Liga de fútbol hacer grandes contratos millonarios, mientras que en España los clubes se endeudan, corren los millones de euros (¿de dónde vienen?), y nadie les aprieta para que paguen lo que deben al Estado, que es mucho y que somos todos (sin hablar del dinero negro de las comisiones encubiertas). ¿Por qué nadie controla y le “mete mano” a esta situación que supondría unos ingresos cuantiosos a las arcas del Estado?
Y en medio de esta situación, se quita la asistencia sanitaria a los inmigrantes sin papeles. Aquí deberíamos diferenciar la regulación de la prohibición en un tema tan delicado.
Por una parte entendemos que
regular es no sólo necesario, sino indispensable. Que países cuyos ciudadanos extranjeros son atendidos en España paguen por su asistencia lo que les corresponda. Que se impida el puro turismo sanitario. En definitiva, que la economía española no soporte (porque no puede ni debe hacerlo) los servicios sanitarios que corresponde solventar a otros países.
Pero PROHIBIR de forma general es meter a todas las personas y situaciones en el mismo saco ¿Qué pasa con los inmigrantes que residen desde hace años en España sin papeles, usados y abusados como mano de obra barata y sin ofrecerles un contrato que les permita legalizarse? ¿y los que están en mitad de un proceso grave como un tratamiento de cáncer? ¿Y aquellos que son familia de inmigrantes ya "con papeles", que sufren enormes trabas legales para poder convertirse en ciudadanos españoles? ¿No forma esto último parte de la defensa de la familia, o sólo lo es la lucha pro vida y la defensa del matrimonio tradicional?
El problema, la sospecha, es que en esta y otras materias, aprovechando la situación de urgencia de recortes, lo que es una regulación justa y equitativa se convierta en una prohibición de todo lo que no quiere, no le interese o no le convenga a los poderosos, incluso aplastando a los débiles y pudiendo potencialmente llegar a afectar lo que son derechos humanos básicos.
Y de momento, esa sospecha se mantiene, e incluso por todo lo dicho anteriormente su sombra se acrecienta.
Somos como diario y en lo que representamos una pequeña voz en medio de nuestra sociedad. Pero nuestra voz -en respuesta a nuestra conciencia-comienza a estar alarmada.
Y esto se produce desde nuestra profunda convicción cristiana de la demanda que entendemos que Dios hace para que haya una auténtica justicia social como parte indispensable de la ética y la vida de la sociedad: ‘No oprimas al jornalero pobre y necesitado, ya sea compatriota o extranjero que habita en tu tierra, para que no clame contra ti a Dios, y sea pecado en ti’ (Deuteronomio 24:14-15)
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