El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Por encima de toda crisis hay esperanza. Superando cualquier dolor hay consuelo. Aplastando todo tipo de temor hay confianza. Junto a nuestra enorme debilidad hay un poder inmenso, sobrenatural.
El cambio de calendario por sí mismo no significa nada, especialmente cuando se quiere “pasar página” (o año) creyendo que el “borrón y cuenta nueva” sirve para la vida como si fuese una pizarra que queda en blanco (o en negro, según el color del alma).
Porque la clave no está en el “año nuevo”, sino en qué hacemos con el “viejo”. Cuando nuestro pasado sea realmente "viejo", nuestra vida resurgirá verdaderamente nueva. Y nos explicamos.
En primer lugar, debemos cerrar el pasado con agradecimiento. Sí, por muchos problemas, injusticias, errores o crisis que hayamos tenido o tengamos. Porque si usted lee estas líneas está en el mundo privilegiado de los que tienen internet. Y eso ya significa mucho que agradecer, porque está usted al margen de la verdadera necesidad y pobreza.
Ya sólo con este primer párrafo cualquiera de nosotros tendría en el año viejo una fuente inmensa de vida nueva. Pero hay más.
Un segundo aspecto de lo viejo son los errores a no repetir. Los nuestros, porque es cierto aquello de que si alguien nos engaña una vez es culpa suya, pero si lo hace dos veces es culpa nuestra. Y los que más nos engañamos somos nosotros a nosotros mismos. Lo vamos descubriendo a lo largo de la vida, tanto en decisiones con malas como con buenas intenciones, en acciones como en omisiones.
Y vamos con el último punto. Usted sigue vivo, lo sabemos porque ha leído hasta aquí, lo cual le coloca en el grupo de aquellos a quienes debemos agradecer su atención, pero también en el de quienes tienen actividad cerebral propia. Y eso significa que tendrá personas a su alrededor a las que puede amar.
Ha oído bien, no que le amen, sino a las que amar, que ese es otro análisis que debe hacer: ¿a cuántas personas se ha entregado, ha valorado, animado, corregido con cariño, perdonado o incluso olvidado para dejar de hacerse daño el uno al otro?
La mayoría de los buenos deseos de cambio tienen que ver con nuestro propio ego. Y eso significa que el año viejo sigue vigente por mucho que queramos cambiar aparentemente. Si pensamos en nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, de iglesia -y en general compañeros en el viaje de la vida- como aquellos a quienes nos debemos, entonces el cambio será siempre radical.
Desde aquí les deseamos un feliz análisis del año viejo para una vida nueva.
Nosotros estamos siempre en el proceso de realizarlo. Y nos anima precisamente el ejemplo de Jesús. Porque un aspecto de su nacimiento en un pesebre es que analizó lo viejo que tenía para mejorarlo, siendo en su caso un “viejo” eterno y perfecto: “Siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse” (Filipenses 2:6).
Hecho esto, comenzó una vida nueva: “Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en condición de hombre se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2: 7-8). No hace falta decir que en esta vida nueva su meta fue mirar al otro, al prójimo como el centro de su actividad, de su entrega.
Podríamos quedarnos en esto, pero el final del año viejo-vida nueva no es triste, todo lo contrario. Este estilo de vida supone que “Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2 9-11).
Por encima de toda crisis hay esperanza. Superando cualquier dolor hay consuelo. Aplastando todo tipo de temor hay confianza. Junto a nuestra enorme debilidad hay un poder inmenso, sobrenatural. Por supuesto, confesamos y reconocemos que esto no puede ser humano, porque “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:11).
En esa realidad presente de la voluntad de Dios en nuestras vidas caminamos muchos, por no decir todos, a quienes leen y trabajan detrás de este diario. Podríamos contarles vidas que les impresionarían detrás de cada nombre; pero al fin y al cabo son vidas como la suya, llenas de circunstancias difíciles pero que a la vez recorren sus años viejos iniciando vidas nuevas en las que –siempre- lo mejor está por llegar. Y no es una frase manida.
¡Feliz reflexión del año viejo 2016, y una gran vida nueva en 2017!
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