Este comienzo cronológico de un nuevo periodo es algo que el ser humano ha construido artificialmente, de hecho hay culturas en las que el fin de año no coincide con el nuestro. Pero aún siendo un evento cultural, lo cierto es que nos ayuda a pararnos y plantear qué queremos, qué somos, y qué propósitos tenemos para nuestro futuro inmediato.
Y nuestro ser y nuestro propósito, aunque centrados en el cristianismo protestante, siempre hemos querido que vaya mucho más allá de lo institucional o de nuestros pequeños propósitos. Y esto podríamos resumirlo en gracia y justicia. Porque en esto radica la esencia de Jesús, ya anunciada en el propiciatorio del arca del tabernáculo, anunciando que en Jesús “la misericordia y la verdad se besaron”.
Quien es justo pero carece de misericordia es un juez frío y a la postre un tirano insensible.
Quien ama pero no es justo, se convierte en un permisivo y un consentidor de todo tipo de tropelías.
Mirando atrás, no decimos que siempre ni con perfección, pero sí le podemos asegurar que hemos intentado seguir manteniendo esta esencia, sin perderla en el camino.
Porque
el futuro de la fe cristiana no pasa por defender a las iglesias, ni a sus instituciones, ni a sus personalidades y personajes. El futuro de la Iglesia tampoco pasa por defender a Dios, que se basta muy bien para defenderse Él solo.
El futuro de la fe cristiana pasa por vivir y actuar con absoluta justicia y absoluta misericordia. Entonces el mensaje humano nuestro de lo divino de El tendrá credibilidad.
Nos ha hecho reflexionar en este sentido
la votación que tenemos abierta sobre la prohibición de edificar minaretes en Suiza. La mayoría de los votantes los prohibirían. Bien por ver negativo al islam o bien como respuesta a la persecución contra los cristianos en países islámicos.
No podemos estar de acuerdo con esta postura.
No se puede considerar delictivo a ningún grupo porque personas de su misma ideología cometan barbaridades en otros lugares; sólo por sus propios actos. Si no, cerraríamos las iglesias católicas por los pederastas irlandeses, las iglesias evangélicas por los abusos y desfalcos financieros de destacados telepredicadores y líderes de la teología de la prosperidad, las asociaciones de inspiración marxista por los gulags rusos, los bancos y grandes empresas financieras por los abusos que han llevado a la crisis financiera mundial, y así seguiríamos hasta que ningún ser humano ni ninguna ideología quedara en pie. Sería la frase de Jesús ante quienes querían apedrear a la mujer adúltera: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Ejerzamos la justicia (persigamos el delito) pero también la misericordia: demos una oportunidad al que no lo ha cometido, por muchas sospechas, prejuicios o alarmas que levante.
Ahora bien, esta reacción en contra del islam hace ver una desconfianza, un miedo a los islámicos. No en vano aquellos islámicos nacidos en Inglaterra, criados en Inglaterra, trabajando y conviviendo en Inglaterra, atentaron contra su país y sus amigos un 7 de junio. ¿Tiene credibilidad el islam? Debemos decir que no, añadiendo que conocemos islámicos que son nuestros amigos.
Pero de la misma forma alguien puede tener un amigo evangélico y no dar credibilidad a la Iglesia evangélica, y sus razones a lo mejor (o a lo peor) tendrán.
¿Saben la única diferencia de cualquier ideología con el verdadero cristianismo? Que nosotros no hablamos de fundamentar nuestra fe o nuestras creencias en la Iglesia evangélica, ni en sus instituciones, ni en sus líderes. Nosotros hablamos y creemos en Jesús y su Evangelio. De Él si podemos hablar con credibilidad, porque demostró en todo momento justicia y misericordia, integridad y comprensión, sabiduría y firmeza. Quedó a años luz de las tinieblas de las corrupciones, abusos de todo tipo, manipulaciones, favoritismos, injusticias, fanatismos y fundamentalismos.
Por esto sólo anunciamos a Cristo; y su Iglesia es la que se forma con seres humanos limitados, pecadores, que lo reconocen y se arrodillan delante de Jesús para que renueve día a día la verdad y el amor. Muy difícil, pero no imposible para Dios.
Esa es nuestra esencia. En ella queremos seguir caminando.
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