Ahora ¿qué queda de todo aquello? Descrédito personal absoluto, y un movimiento que ha perdido cualquier credibilidad. Pero la responsabilidad no es sólo de Marcial Maciel. Cuesta creer que nadie se diese cuenta, que ninguna persona viese algún indicio de inmoralidad, que alguien no intentase alzar la voz para denunciar la situación antes de ser ahogada o expulsada porque “el hombre de Dios no puede ser atacado”.
Viene a cuento esta situación ante la profunda corruptela que inunda la vida política (¡y lo que queda en la trastienda!) mientras muchos miran para otro lado o hacen la vista gorda, considerándola casi irremediable.
Pero esto no es algo que salpique sólo a la sociedad, sino también a la Iglesia (no “la” Iglesia católica ya mencionada, sino la Iglesia que se congrega invocando a Cristo por cabeza bajo la Sola fe, sola gracia y sola Escritura).
Porque como bien dice Manuel Suárez en su análisis y declaraciones sobre la Reforma protestante y su influencia en las democracias occidentales,
muchas iglesias está influidas e impregnadas del tinte católico que otorga cuasi infalibilidad a líderes que –al estilo de Marcial Maciel o con estilo propio- gobiernan sin dar cuenta a nadie, se imponen por la razón de su fuerza (en vez de por la fuerza de la razón) abusando de su poder, y manejan a su antojo a quienes le rodean; culpables éstos también de consentir por acción o por omisión actitudes de gobierno contrarias a los principios bíblicos de servicio, sometimiento unos a otros y falibilidad de todo ser humano, falibilidad que se multiplica cuanto mayor es el blindaje ante cualquier cuestionamiento a su voluntad y criterio.
Sin duda el precio de defender las convicciones ante quien se considera todopoderoso es alto; pero más alto es el precio íntimo de traicionar a la propia conciencia, a la justicia y la verdad, y apoyar al tirano opresor. Porque quien comienza este camino de servilismo acaba convertido en un cobarde consciente e indiferente, o en un fanático irracional.
Menciona Manuel Suárez otro aspecto importante, aludiendo a un reciente artículo de Amable Morales en ProtestanteDigital: la mala utilización del voto democrático, convirtiéndolo en un mecanismo político y amañado, en entidades o instituciones evangélicas. Esto, dice, puede llevar a una "tiranía" de las mayorías que impide "la búsqueda de la voluntad de Dios, que no tiene por qué estar siempre en el 51%. Además, en las estructuras que los evangélicos construimos a veces no se corresponden los votos con la realidad de quienes en teoría representan, que a veces ni han sido consultados".
Compara Amable Morales esta situación con la decisión del Israel del tiempo del profeta Samuel de elegir el camino fácil y común a sus naciones vecinas: elegir un rey que sustituyese la búsqueda de la voluntad de Dios como pueblo; y que en el fondo fue sustituir a Dios por una institución humana, que a la postre abusó la mayoría de las veces del pueblo, apartándole o desviándole de la relación con Dios… porque un rey (o una institución o persona que gobierne como si fuese rey sobre otros) es muy difícil que acepte ser controlado por nadie.
Toda una reflexión que merece una meditación seria, personal y consecuente de todos quienes forman la sociedad y la Iglesia.
MÁS INFORMACIÓN
- NOTICIA:
Políticos e iglesias viven de espaldas a la libertad de conciencia en España, afirma Manuel Suárez
- ARTÍCULO:
Danos un rey, como tienen todas las naciones (
Amable Morales)
- AUDIO: entrevista de Daniel Oval a
Manuel Suárez sobre
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