Dado que este proyecto (Protestante Digital), aunque con autonomía en su funcionamiento, va unido sin fisuras a las líneas maestras de la Alianza Evangélica Española (AEE), es importante considerar en qué marco nos movemos junto a la AEE.
Y no podemos en estas breves líneas dar respuesta a todo lo que dicha pregunta y respuesta implica, pero
sí que quiero apuntar uno de los retos a los que la AEE debe hacer frente en estos próximos años: Mayor presencia y relevancia de la AEE en las iglesias evangélicas y en la sociedad.
Desde la secretaría general y desde nuestras comisiones se está trabajando arduamente en ambos temas, con iniciativas propias y colaborando con las que ya hay, pero
dicha presencia, sobre todo en el ámbito público, en la sociedad, debe hacerse desde una fundamentación bíblica, por ello desde estas líneas me gustaría compartir algunos pensamientos sobre el comportamiento de los cristianos evangélicos en un Estado laico.
- Debemos reflexionar
qué significa un Estado laico, y cómo debemos situarnos los creyentes en él.
- Debemos
preguntarnos si un Estado laico debe respetar algún código ético y si la respuesta es positiva ¿cuál? ¿Qué podemos aportar los creyentes en este tema? Hasta el momento tenemos la impresión de que pocos creyentes están dispuestos a aportar algo. Hay quien dice que nos comportamos como el público en los toros: vemos lo que pasa; algunas veces aplaudimos, aunque por lo general criticamos; y nunca movemos un dedo para mejorar lo que criticamos. Desde luego no se nos pasa por la cabeza tirarnos al ruedo, que sería lo lógico en una sociedad democrática.
La presencia pública de los creyentes en ámbitos como la cultura, el voluntariado social, los medios de comunicación social, incluso el sindicalismo o la política han de ser una realidad si queremos ser responsables como creyentes en la vida pública.
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Debemos preguntarnos si dicha participación en la vida pública y nuestra presencia en la sociedad debe realizarse desde ámbitos seculares, mezclándonos con todos, o bien sería preferible hacerlo desde nuestras entidades y asociaciones evangélicas. Incluso debemos reflexionar sobre la posibilidad de unimos eventualmente con otras confesiones cristianas para lograr una mayor influencia social en según que temas. Desde el punto de vista democrático ambas opciones serían legítimas, pero ¿qué resulta más conveniente desde el punto de vista pastoral, o evangelístico, o de impacto social..?
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Ante las, cada vez, más numerosas subvenciones que las iglesias evangélicas reciben del Estado, debemos preguntarnos si un Estado laico debe contribuir a financiar a las confesiones religiosas, si dicha financiación puede usarse para sostener actividades religiosas o de culto o solamente son aplicables para financiar proyectos sociales y culturales, además esta reflexión nos lleva a una última cuestión ¿qué ventajas e inconvenientes tiene recibir un dinero público, aunque sea únicamente para proyectos sociales?
Solamente así, teniendo ideas claras sobre el tema y poniéndolas en práctica, el creyente podrá superar la tendencia a la privatización de la fe a la que nos empuja un Estado laico; de hecho así actuaron los primeros cristianos según el testimonio de La Epístola a Diogneto (finales del siglo II): "Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan en ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás (...) sino que habitando ciudades griegas o bárbaras, (...) y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida (...) dan muestra de una conducta peculiar, admirable y, por confesión de todos, sorprendente (...) Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no abandonan a los que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho (...) Para decirlo brevemente: Lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo (...) Tal es el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar de él".
Escrito por Pedro J. Pérez, Presidente de la Alianza Evangélica Española
Este Editorial se corresponde con el escrito por el mismo autor en la revista Idea (mayo-agosto 2009), publicación que representa a la AEE, con una mínima adaptación en los dos primeros párrafos.
(*) Adiós tras diez años, de Pablo Martínez-Vila
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