Un milagro de Navidad

Ahondando más aún, ¿cuántos han dado ejemplo de volver a su trabajo habitual renunciando a sueldos oficiales y extraoficiales, viviendo de nuevo con el sudor de su frente y el trabajo de sus manos, en una vida corriente, tras haber ejercido un alto cargo.

Y ¿cuántos de los políticos destacados de cualquier país al abandonar su puesto han sido tan éticos y honrados que no sólo no han sacado nada en su beneficio –de forma legal o ilegal- sino que han perdido posesiones en su afán de servir a sus conciudadanos?

Pues bien, todo esto, y mucho más, es lo que representa Jesús en el pesebre de Belén. Un Dios todopoderoso, reducido y despojado voluntariamente de todo su poder, su riqueza, su seguridad y su gloria con un solo objetivo: mostrar a Dios con nosotros, contigo, conmigo. Cercano, asequible, transparente, genuino, real, solidario, amigo…

Nadie nunca ha pagado un precio tan alto ya sólo por el hecho de nacer. Al fin y al cabo, todos ganamos al venir a este mundo el existir; mientras que Dios ya existía desde la eternidad y hasta la eternidad. Todo esto sin entrar en lo que supuso su vida, muerte y resurrección.

Ante toda esta realidad, que muestran los Evangelios y los días en que celebramos su recuerdo (aunque sea social o culturalmente), es difícil dejar de resaltar la importancia del mensaje y la necesidad de una respuesta de nuestra parte.

Porque o bien es un mito-simbolismo inventado, que caso de ser cierto supone que hasta el propio Jesús se engañó a si mismo (por activa o por pasiva: mentiroso o loco) o estamos ante el mayor mensaje visible y práctico que ningún político, ideólogo, altruista o artista haya sido capaz de plasmar a lo largo de toda la Historia de la humanidad.

Lo que no podemos es convertir la Navidad en una simbiosis con la Saturnalia romana de un invierno de regalos, excesos y alegre superficialidad. Si es así, rechacemos la Navidad coherentemente, y vivamos el Carnaval de fin de año con su jolgorio y consumismo (¡incluso en medio de la crisis económica global, tal es su fuerza!).

O planteémonos la grandeza sencilla, sublime, de este milagro que relata el Evangelio, y que cumplió las profecías escritas siglos antes sobre el Mesías que había de venir (He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que traducido es: Dios con nosotros).

No debería haber medias tintas. Lo demás, son políticas al uso: religiosas, sociales o de bienes de consumo.

Feliz Navidad; porque la auténtica felicidad es recibir en nuestro corazón este poderoso mensaje de paz y buena voluntad de Dios para con los hombres.

Nosotros lo creemos y recibimos. ¿Y tú..?