Fe: ¿en las ideas o en las instituciones?

Sin duda la raíz es el concepto del individuo y la centralidad de la Biblia como referencia.

Porque el catolicismo-romano asume la Biblia como libro de revelación, pero su auténtica referencia es la interpretación que de ella hacen el Magisterio, los dogmas y la Sagrada Tradición, es decir: la institución.

Frente a esto, el cristianismo protestante enfatiza (porque la misma Biblia lo hace) la libertad y responsabilidad individual, sin duda dentro del consenso y diálogo en el seno del protestantismo, pero con la última decisión recayendo sobre el individuo como un derecho y un deber.

Esto es fácil de ver en la política.

En España, es impensable que se rompa la llamada “disciplina” de partido. Esta devoción al partido político (sean cuales sean sus siglas) es una cultura católica. Ocurrió cuando el PP votó en bloque a favor de la guerra de Irak, o cuando algún diputado socialista, contrario a la última Ley del aborto, se negó a asistir a la votación de la Ley porque no se permitía abstenerse o votar en contra, y la única manera de manifestar su postura y disconformidad era con su ausencia.

Y mirando en el otro lado del espejo, no es nada inhabitual que en Inglaterra o EEUU, de cultura de fuerte influencia protestante, un político vote en contra de su propio partido si así considera que debe hacer: su devoción es a la decisión de su conciencia.

Volviendo a España, esta cultura católica impregna no sólo instituciones políticas y sociales, sino a los propios protestantes. Al fin y al cabo, y aunque algunos luzcan medallas y curriculum de pedigrí protestante, la realidad es que han (hemos) nacido, vivido y mamado una sociedad y cultura impregnadas durante siglos del catolicismo.

Sólo así se puede entender que, por ejemplo, importe más la devoción a determinadas instituciones que a la propia conciencia, llegando a creer que la unidad es lo que una u otra institución deciden. Y al decir instituciones, como es lógico, esto se extiende a las personas que ostentan (y ejercen) el poder de esa institución.

Si de algo estamos satisfechos en esta publicación es por la realidad de estar formada por personas, por individuos. No hay consignas, ni directrices, ni censuras (salvo que el respeto y el rigor se tomen como censura). Sólo ha habido criterios en la elección de quienes participan, representando una pluralidad amplia que responde a una identidad protestante clara, nítida, y a la vez extensa. Lo cual es mucho.

No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Con plena libertad dentro del respeto que se ejerce para expresar su punto de vista, buscando la unidad en torno a las ideas y el debate de las mismas, no de ninguna consigna.

Porque las instituciones son valiosas en cuanto a herramientas que multiplican las posibilidades de construir de las personas que la forman, pero sin sustituir nunca a la conciencia de cada una de ellas.