Los prejuicios se aplican a todas las esferas de la vida, a todas las instituciones y personas. Los hay conscientes e inconscientes, interesados y sin interés alguno. Pero siempre contienen la misma condena hecha por el
juez corrupto que no escucha ni a los testigos ni al abogado defensor: sólo al fiscal, al que se le da todo el crédito y la razón al margen de cualquier otro factor.
Por ejemplo, un prejuicio es considerar culpable a todo aquel que no me da la razón. Tiene diversas variantes. Desde ver sospechoso a quien no jalea mis actos con aplausos, hasta considerar enemigo a quien realiza una crítica de mi actuación o de mis ideas.
Otra variante es la infalibilidad encubierta. Si alguien alguna vez ha tenido aciertos, o una trayectoria reconocida, será digno de credibilidad siempre ¡aunque no tenga razón! Si a esto se une la posibilidad de un cierto poder, tendremos la mezcla perfecta para que se tengan prejuicios de todo aquello que cuestione la opinión del
boss o jefe.
Y finalmente están (aunque podrían añadirse más) los prejuicios interesados. Por ejemplo, el caso Sarah Palin. Y repetimos que no entramos en cuestiones de sus posturas políticas, respetables y criticables como todas, pero en las que no entramos bajo ningún prisma, ni positivo ni negativo, en este Editorial.
Nos centramos en aspectos que tienen que ver con la libertad en general y de conciencia en particular, relacionadas con los prejuicios que estamos tratando.
Por una parte, sus opositores políticos buscan como sea desprestigiarla. Ya están ahí presentes los prejuicios interesados. Algo, dicho sea de paso, desgraciadamente habitual en la política y en todos los partidos.
Por otro,
se utilizan sus creencias partiendo de esa base de caricaturización de Palin a cualquier precio. Y nada mejor que desempolvar su pasado religioso.
Ante esto, el primer hecho curioso es que quienes más defienden que la fe o las creencias religiosas deben ser parte de la esfera íntima sean quienes también con mayor pasión las aireen a los cuatro vientos cuando se trata de intentar denigrar a un personaje público. A esto se añade que sin embargo (¡curioso contraste!) no se difundan las creencias de personas políticas muy conocidas en la magia, la superstición, la brujería y otras creencias diversas.
Por otro lado, en el prejuicio existe a menudo un factor de desinformación. A veces por tópicos que se arrastran desde años (o siglos), y que el propio prejuicio favorece que se repita sin querer profundizar en la realidad.
Esto se ve claramente en el caso Sarah Palin y el pentecostalismo.
Las personas que han vivido la religión tradicional experimenta al encontrarse con el movimiento carismático o pentecostal una explosión de sentimientos y expresión que generalmente choca. Pero detrás sólo hay una forma apasionada de vivir la fe, de la misma manera que hay parejas que expresan más bien poco sus sentimientos (aunque existen) y otras que lo hacen de manera efusiva. Así un pentecostal alza las manos, da palmas, y hasta salta o danza. Por la misma razón sus oraciones son entusiastas, llenas de
aleluyas y a veces de lágrimas.
Lo increíble es que cuando esto se da en acontecimientos conocidos se ve como cultural y positivo. Basta recordar a las romerías que esperan toda una noche cantando, y que saltan una verja llevándose una imagen de la Virgen. O penitentes descalzos que cargan enormes pesos, y se azotan hasta hacerse sangre. O personas que lloran al paso de una imagen y cantan desgarradoramente, o gritan a una estatua piropos y gritos apasionados.
¿Cuál es la diferencia? Que son hechos asimilados, en los que se entiende el trasfondo que tienen y, se esté de acuerdo o no con ellos, se respetan coma una forma de creer y de vivir sus creencias.
De la misma manera, el cristiano-evangélico-pentecostal es una forma de creer y de vivir, detrás de la que hay matrimonios que se aman, ciudadanos responsables y una comunidad que cree no sólo en Dios, sino en el amor, la justicia, el perdón y el compromiso social. Todo ello con pasión y sentimiento. Un culto en el que se ora por un miembro (Sarah Palin) para que Dios la proteja y la prospere en su vida es lo más normal y habitual, incluyendo peticiones para que sea guardada del Mal o Malignon (petición que, dicho sea de paso, forma parte del conocido Padre Nuestro). Interpretar -como se ha hecho- que se trata de un exorcismo, o una lucha contra la brujería es desvirtuar el verdadero sentido de lo que se está haciendo. Es como querer ver en un bautismo católico de un recién nacido un rito mágico para apoderarse del alma del niño.
Si alguien desea cuestionar –o apoyar- las ideas políticas de Sarah Palin, que lo haga con toda libertad. Esa es otra cuestión. Pero utilizar o aplicar los prejuicios religiosos como manera de hacer política o información, es no sólo incorrecto, sino que muestra una falta de valoración y respeto a los aspectos más básicos del ser humano: sus creencias.
MULTIMEDIA
Como un ejemplo de la campaña que intenta desacreditar a Sarah Palin utilizando sus convicciones religiosas, les ofrecemos la última noticia:
¿La lucha de Sarah Palin contra el demonio?.
Como un dato más -en contraste con la campaña que intenta desacreditar a Sarah Palin utilizando sus convicciones religiosas- les ofrecemos un interesante
artículo de Michael Gerson, en el prestigioso Washington Post, con una visión de empatía por la libertad religiosa y el pentecostalismo.
También pueden ver sobre esta última noticia el video sobre un
culto pentecostal (en Alaska, Asambleas de Dios de Wazilla, en 2005) en el que oran por Sara Palin para que Jesús guíe su carrera política. Este video, como hemos mencionado en esta noticia, ha sido utilizado fuera de contexto y desvirtuando su contenido (video, 3 Mb).
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