Mirándonos el ombligo

Ha sido un tremendo impacto la noticia de la ejecución de un joven de 23 años en Arabia, a los dos meses de su conversión. Ahí mismo, en la propia península arábiga, operan algunas de la multinacionales (petroleras) más grandes del mundo. ¿Será que las potencias de Occidente no le pueden hacer sentir a la tiranía de los Saud que tales atrocidades son inconcebibles? ¿Y que dejen de hacerlo tan sólo porque sus intereses en la región pudieran verse afectados? La indiferencia y los intereses pueden llegar hasta el extremo del cinismo.

A esto se suma la persecución en Argelia contra los cristianos. También en Chiapas. Y la India, y China… De todo ello les vamos dando información de forma continua. Por desgracia hay muchas más noticias de las que publicamos; pero no queremos dar tanta que ocurra como con las tragedias del hambre: al final se ven las imágenes en televisión a la hora de la comida como si tal cosa.

Pero no podemos dejar de hacernos una reflexión, especialmente si miramos la sección de cartas de nuestros lectores, en la que se ha debatido y escrito –a veces hasta la saciedad- sobre cuestiones políticas y éticas. Aún estamos esperando una sola carta más o menos reciente que se duela de las persecuciones mencionadas que estamos sacando a la luz. Que llore por quienes son perseguidos. Que levante la voz y la súplica a Dios ante el silencio que quiere imponer la matanza de cristianos y de los más débiles que recorre el mundo entero…

La crueldad contra cualquier persona, máxime contra un hermano en la fe, debe ser motivo suficiente para erguirnos. Para luchar. Y nos preocupa mucho este vacío de respuesta que palpamos.

En España (y en otros lugares) pedimos nuestros derechos los cristianos como ciudadanos. Desde esta publicación lo hemos hecho también; y lo seguiremos haciendo en lo que creemos justo. Pero no nos parece bien pedir tanto cuando a la vez hay quienes sufren (crean o no en Jesús) a nuestro lado sin que les miremos a los ojos, al espejo de su alma. Y en este sentido nos parece que está siendo un aldabonazo a la conciencia la serie de Juan Simarro “Los inmigrantes: el multiforme rostro de Dios”.

Pero cuando el que sufre, el que es torturado o asesinado, es un creyente; y ni siquiera nos mueve a escribir: ¿qué está pasando? ¿qué mundo estamos creando? Si sólo nos mueve nuestra conveniencia, nuestra ideología, lo que nos afecta personalmente, ¡derribemos esa muralla!

Quizás nos convenga defender y pedir menos por lo nuestro, y actuar más a favor de los otros. No exigir tantos derechos, y sí denunciar injusticias contra el prójimo. Cuando no busquemos lo que es nuestra conveniencia o nuestra necesidad, sino la de los demás, la de todos, estaremos también proclamando el Evangelio de Jesús. Que no vino a ser servido, sino a servir.

Cuando menos, levantemos nuestra oración y pidamos al Dios Todopoderoso que ayude y sustente a quienes sufren, como si fuésemos nosotros los afectados, o nuestros hijos.

Nuestro ombligo es redondo, como la Tierra, pero mucho más pequeño. Levantemos los ojos y el corazón. Otros lo necesitan. Nosotros también.