Polémicas y abrazos

Aunque hubo un momento –debemos ser sinceros- en que llegamos a pensar que quizás estábamos abusando de este medio en favor de uno de nuestros colaboradores en la información que dábamos (por muy querido y especial que era); luego nos hemos dado cuenta que nos hemos quedado cortos.

Por ejemplo, nuestra sección de cartas suele ser, como todos los medios que la tienen, centro de debates y polémicas. Las críticas y los enfrentamientos dialécticos son los que más continuadores y seguidores tienen. Sin embargo, cuando abrimos una sección de firmas en recuerdo de Carles, no pudimos suponer que en pocos días habría una avalancha de ellas. Frente a los puñales de la polémica, estas firmas que llegan como palomas representan abrazos. Abrazos a Carles, y abrazos entre los que nos hemos quedado solos-acompañados con-sin el.

Y creemos que esta es la cultura que necesitamos, la del abrazo.

En la sección de sociedad tratamos el resultado de una investigación que habla de los beneficios para la salud de ser abrazados y abrazar. El sentimiento (que no el sentimentalismo) es más importante de lo que muchos creen: Dios nos hizo así, seres razonables, y a la vez irracionales en algunos aspectos profundos. Y debemos reconciliar nuestros mundos interiores y exterior sin abandonar ninguna de estas dimensiones: creer con toda nuestra mente y con todo nuestro corazón (¿les suena?).

No en vano se habla hoy en día de la inteligencia emocional. Creamos y vivamos a Dios y a los demás en esta dimensión que une y multiplica emociones e inteligencia. Sin dejar ninguna de lado, ni como dueña de la otra.

Necesitamos abrazarnos más. En el cariño y tras la discusión, en las cimas de la alegría y en el bache del desánimo profundo. Cuando conseguimos algo del otro, y cuando no conseguimos nada o incluso perdemos algo. Siempre, el abrazo como última respuesta.

Al fin y al cabo, el encuentro con Dios, el ser parte de su familia como hijos, es ese momento en el que retrocedemos sobre nuestros errores (¿pecados?) y al llegar ante Aquel a quien hemos ofendido nos está esperando –nosotros, hijos pródigos. El de pie, oteando el horizonte- en la puerta de su casa, para darnos todo aquello que no merecemos. Y nos recibe… con un abrazo (Lc 15:20).

Un fuerte abrazo para todos.