Totalitarismos y libertad

Una, la azafata de British Airways condenada a exclusión de empleo y sueldo por su empresa al “empeñarse” en llevar una cruz al cuello, mientras se permite que mujeres islámicas o hindúes ostenten los símbolos culturales y religiosos de sus creencias.

Es evidente que es cierto lo que la empresa alega, que las joyas están prohibidas. Pero ¿es un adorno una cruz al cuello? Para esta azafata no, sino una expresión de su identidad espiritual. ¿No tiene el mismo derecho que otras personas de otras confesiones?

Otra, la denuncia de la ECC (Convención Confesional Ecuménica) sobre la persecución contra los «cristianos bíblicos» en el mundo occidental postmoderno. Su apreciación acerca de que la persecución contra los cristianos «que creen en la Biblia» tiene un gran calado.

En primer lugar, porque aunque hoy en día cualquiera puede decir que cree en la Biblia, sin duda el concepto «los que creen en la Biblia» se refieren a quienes creen en contracorriente a las opiniones de nuestro tiempo.

Porque si es justo que se reconozca el derecho a los no cristianos (y a algunos que se llaman cristianos) a opinar, «los que creen en la Biblia» tienen a su vez todo el derecho a discrepar.

Pero no, si se discrepa –aunque sea con el máximo respeto- de lo que hoy en día es “políticamente correcto” comienza la persecución en forma de insultos, descalificaciones y burlas. Actitud que no es generalizada (gracias a Dios, aún hay cordura en nuestra sociedad) pero cada vez menos frecuente.

En la conocida película “Braveheart”, al personaje William Wallace (el actor Mel Gibson) ha sido apresado y condenado a causa de su lucha por la independencia de Escocia. Se le permite hablar en medio de una atroz tortura, supuestamente para pedir clemencia. Se hace el silencio, y ante la turba de sus perseguidores grita con todas sus fuerzas una sola palabra antes de morir: ¡Libertad!

Debemos lograr un equilibrio, qué cabe duda, entre nuestras libertades y las de los otros (y en esto creemos que deben tomar buena nota muchos evangélicos que quieren imponer una Ley moral única cristiana a todos los ciudadanos, cayendo en la misma intransigencia).

Pero lo que no cabe duda es que si hay un grito que los cristianos de esta sociedad postmoderna debemos dar a la sociedad que nos rodea, a esa sociedad que especialmente los protestantes hemos ayudado a construir en sus fundamentos democráticos, es el de libertad.

Por favor, gritemos juntos: ¡LIBERTAD!