H5N1: gripe aviar

Es más que probable que la gripe aviar recorra la tierra, cabalgando en las alas del viento. Y no es poco que muchas aves puedan morir. Negocios arruinados, la ecología maltrecha, y las consecuencias de todo ello a medio y largo plazo, que aún está por ver (las consecuencias de la polución y el cambio de clima parecía cosa de unos iluminados “verdes” hasta hace poco).

Pero lo que realmente da miedo es la posibilidad de que el virus de la gripe aviar (H5N1) no sólo salte a determinadas personas en contacto estrecho con las aves infectadas, sino que se propague de persona a persona. Ahí si que empezaría la tragedia, ya que además de su gran rapidez y facilidad de propagación (es un virus similar al habitual de la gripe humana) se une una alta tasa de mortalidad, y no sólo en ancianos, sino también en gente joven.

No queremos alarmar injustificadamente: es muy poco probable que esto ocurra, aunque si alguna vez fue posible es en estos momentos. Tampoco queremos tranquilizar adormeciendo las conciencias: era muy poco probable que el SIDA, el 11S, el 11M, o el 7J ocurrieran, y ocurrieron.

Sin embargo, tenemos mucha más posibilidad cualquiera de los aquí presentes (este editorialista y usted) de morir en un accidente de tráfico. Y seguimos subiendo en vehículos de locomoción sin gran angustia ¿Qué marca la diferencia? Lo incontrolable de lo que surge nuevo y sin referencias, y la consciencia real de la muerte inesperada (volviendo al ejemplo del accidente de tráfico, le ocurre cada vez que sube a un automóvil quien acaba de tener un accidente grave).

Lo bueno de estas situaciones, es que todos podemos replantearnos la vida, como en esas películas en la que el protagonista sabe o cree saber que le queda poco tiempo de vida -al fin y al cabo a todos nos queda poco tiempo de vida; a los que sabemos leer menos de 80 años-. Se puede ver qué es realmente importante: si el partido de fútbol o la familia. Si el dinero o los amigos. Si los intereses o la satisfacción de haber hecho lo correcto. Lo transitorio o lo permanente…

Mientras tanto, parafraseando a Lutero (Si supiese que voy a morir mañana, hoy seguiría plantando un árbol), podemos afirmar que de saber que mañana llegaba la gripe aviar a España, y que íbamos a morir, seguiríamos escribiendo este Editorial.

Porque aunque también era muy poco probable que existiese un Dios, y menos aún que quisiera hacerse hombre para sufrirnos a nosotros, los seres humanos, hasta el punto de amarnos para morir por nuestras muchas culpas, así ocurrió. Y resultaba mucho menos posible que resucitase para anunciar su victoria. Y menos, menos, menos aún que eso lo hiciese por cualquiera de los aquí presentes (este editorialista y usted). Pero lo hizo; así lo aseguran quienes lo escribieron sellando con su sangre que era verdad lo que creían.

Porque lo verdaderamente grave no es el virus de la gripe aviar; sino el virus del mal. Y de éste, querido/a lector/a, todos hemos sido contagiados. No deje de ponerse el único antídoto existente. Este virus sí es seguro que lleva a la muerte eterna.