¿Tienen inteligencia los insectos?

Es evidente que los insectos actúan inteligentemente, pero ¿tienen inteligencia? Cuando se examina esa especie de castillos de hadas que son las colmenas de las abejas, por ejemplo, se descubren cosas fascinantes en arquitectura, sociología animal, repartición de tareas encaminadas al bien común, resolución de problemas espaciales, comunicación mediante el baile, etc. etc., que suponen sabiduría, previsión y lo que algunos han llamado el “espíritu de la colmena”. De la misma manera, la acción incesante de millones de mariposas, abejorros, escarabajos y otros muchos insectos polinizadores hace posible, entre otras cosas, que cada primavera los campos se llenen de flores multicolores y la vida vegetal prosiga. ¿Indica todo esto que estos pequeños animales son inteligentes?

La inteligencia es la capacidad mental para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de manera abstracta, tener curiosidad por descubrir el mundo, entender ideas complejas, aprender, imitar a la naturaleza, etc. Cualidades que han conducido al ser humano a progresar tecnológica y culturalmente pero que no se dan, en la misma medida, entre el resto de las especies animales ya que su comportamiento es instintivo y siempre igual. Su acertada conducta es innata y su admirada actividad constructora les viene dada y es como infusa. No se trata de ideas que ellos hayan pensado, ni de ningún tipo de reflexión individual. Ningún insecto se da cuenta o es consciente de lo que realiza tan hábilmente.

Por lo tanto, no se puede afirmar que los insectos sean inteligentes, sino que, más bien, son hijos del instinto. ¿Quién los ha dotado de dicho instinto? ¿La casualidad de las mutaciones en su ADN y la selección de éstas, por parte del medio ambiente? Esta creencia naturalista cada vez parece menos acertada.

Se trata de una cualidad que ha puesto Dios en ellos, cuya naturaleza no sabemos explicar, pero de cuya realidad estamos ciertos. Un programa prodigioso que les sirve de guía en todo momento. La inteligencia de dicho programa no proviene de ellos, ni del azar o el ambiente, sino del Creador. Ellos no discurren porque otro ya discurrió por ellos y plasmó su infinita sabiduría en cada una de sus criaturas. Aunque los insectos carezcan de inteligencia, evidencia la de Dios. En resumen, los instintos animales son obras del Altísimo, evidencias de su omnisciencia que constituyen un argumento natural en favor de su existencia.