Distopía eclesial

¡Cómo de mal estarán las iglesias en un tiempo futuro, cuando las misiones ya no encomendarán obreros para abrir iglesias sino para cerrarlas!

Entre otros asuntos graves estarán a la orden del día las doctrinas legalistas, los gobiernos laxos de figurantes y los abusos espirituales.

Los guías serán por lo general seres pusilánimes que tolerarán toda suerte de atropellos de seres violentos contra los débiles.

Las misiones recibirán denuncias diarias de víctimas abusadas a las que intentarán dar respuesta inmediata. 

Y abordarán estos asuntos con el espíritu del Señor Jesús: “cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”.

Se presentarán en las iglesias con la severidad que expresó San Pablo a la iglesia de Corinto “conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos”.

Serán obreros valerosos que además gozarán del respaldo estatal. 

Estarán sobrepasados por un sinnúmero de solicitudes que recibirán.

—Por favor, visiten nuestra iglesia donde se nos somete a una presión espiritual abusiva desde tiempo antiguo —dirá algún creyente.

—"Aún si yo me fuere de la iglesia, tú no te vayas", así condiciona mi juventud un penoso proselitista de esta comunidad, además de otros abusos tolerados por unos guías timoratos —revelará otro creyente.

El misionero se personará en la iglesia acompañado de una autoridad judicial y expulsará a todos los reunidos, precintando el acceso con cinta policial.

La mayoría de los creyentes respirarán aliviados por el “rompan filas” producido, mientras los caciques del lugar se enfrentarán a las autoridades.

"El Señor se ha acordado de nosotros", dirán los creyentes de base, mientras los hombres fuertes del lugar atribuirán al diablo aquella clausura forzada.

Los más fanáticos se quemarán a lo bonzo frente las puertas de las iglesias, sumándose a los eternos mártires con que cuenta el cristianismo. Aunque se sospecha que esto quizá se tratará de un bulo que querrán colar.

Ya sin las severas presiones sobre sus cabezas, los liberados creyentes se dedicarán a vivir por el mero gusto de vivir.

Los domingos, a partir de entonces, los dedicarán a hacer la colada, a escuchar a Bach y a mirar las musarañas, entre otras honrosas ocupaciones.

A la espera de que nuevos vientos soplen a favor de los justos.

Los caciques seguirán calándose la piel de cordero y se dedicarán a buscar nuevas víctimas y a encomendar nuevos misioneros para que abran nuevas iglesias.

Porque no lo olvidemos, vivimos en el mundo occidental cristiano, pero ¿llegará el día en que se volverá contra los propios creyentes? ¡Quién sabe!

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[title]Por un año más[/title]

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