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Julio Barreiro: textos bíblico-teológicos de un “laico” (II)

En las reflexiones bíblicas de Barreiro confluyeron la tradición evangélica latinoamericana, los avances de la interpretación que conoció en Francia, los nuevos métodos de relectura bíblica y el diálogo de la fe con las ciencias sociales propio de la teología de la liberación.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 20 DE SEPTIEMBRE DE 2024 07:38 h
Julio Barreiro.

El hombre de la Biblia es como una sinfonía inconclusa: cuando los acordes y los tiempos musicales llegan al movimiento perfecto, el autor hace silencio. ¿Acaso ha muerto el compositor; ya no se digna hablarnos más con su música; la sinfonía continúa en otros mundos, o tal vez el autor ha hecho silencio porque está meditando el movimiento final? ¿O quizá la música continúe sin que nosotros seamos capaces de captarla entre tantos ruidos del mundo?1



J. B.



 



El contenido de El hombre de la Biblia. Reflexiones bíblicas de un laico de Julio Barreiro se puede caracterizar como una serie de indagaciones personales aderezadas con observaciones resultado de la experiencia vivida en el marco de una fe continuamente exigida por el contexto sociopolítico. Dado que el autor firma el prólogo en dos fechas (Ginebra 1981 y Buenos Aires 1982), queda la impresión de que buena parte de los textos fue redactada en el segundo exilio al que se vio obligado por las condiciones tan opuestas que existían en Argentina, lugar al que se debió desplazar para continuar con su labor de editor de la empresa protestante Tierra Nueva. La segunda fecha marca los inicios de la reapertura democrática. Federico Brugaletta describe muy bien cómo Barreiro fue obligado a salir de Uruguay: “En junio de 1973, con la intervención de la UDELAR [Universidad de la República], Barreiro fue desplazado de sus cargos universitarios. Asimismo, la dictadura dispuso el cierre de la librería y editorial Tierra Nueva. Finalmente, en noviembre de 1973, tras haber sido encarcelado durante más de quince días, sin trabajo y víctima de una persecución en crecimiento, decidió exiliarse en Buenos Aires a pesar de haber recibido ofertas de trasladarse a Ginebra a trabajar en el CMI”.2 Antes, fue vigilado estrechamente “por su actividad intelectual y política ligada al Frente Amplio y a la militancia evangélica en el agrupamiento de Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL)”.3



Ya en Argentina, consiguió trabajo en la Universidad del Salvador, “donde dictó programas de ciencia política y seminarios para docentes sobre el método de Paulo Freire”.4 Lamentablemente, la situación tampoco era muy favorable y, luego de los asesinatos de dos importantes políticos uruguayos en ese país, el CMI le ofreció trabajar allí, pero él decidió permanecer en Buenos Aires hasta 1980, sobre todo por la prohibición la prohibición de la publicación de la revista Cristianismo y Sociedad y el incendio intencional de la Biblioteca del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET). Brugaletta registra cómo se resistió Barreiro a vivir fuera de América Latina, tal como se parecía en una carta de su hijo Eduardo: “Me enteré por mamá que te hicieron un ofrecimiento muy bueno para seguir tu carrera en Ginebra y que no aceptaste. Me gustaría saber muy bien las razones […] Que te aburrís en Europa y que mamá se va a aburrir aún más […] Que no querés alejarte de nosotros y menos aún con un nieto en camino […] Es un final brillante para tu carrera ecuménica, allí justo en la cúspide. Estoy seguro que tienen un buen lugar para vos. Un final brillante y sin sobresaltos, tantos políticos como económicos. […] Tenés que pensarlo mucho más, no sólo por vos, sino por todos, ya que todos estuvimos enfrascados (y lo estamos) en tu carrera y en tu militancia”.5



Finalmente, en 1981, Barreiro y su esposa Berta se trasladaron a Ginebra. Éste es, en buena medida, el trasfondo de las reflexiones de El hombre de la Biblia…, que manifiestan en diversos momentos el ambiente que Barreiro conoció de primera mano antes de exiliarse a Suiza, adonde finalmente recaló y en donde pudo, también, dedicar tiempo a elaborar un libro tan singular en el cual da fe de la manera en que fue articulando una suerte de relectura de los textos bíblicos, bajo la influencia de los movimientos sociales de la época y, sobre todo, de su cercanía con la obra de Paulo Freire.



[photo_footer]La tesis doctoral de Barreiro.[/photo_footer]



En la sección II, “Sufrimiento”, se ocupa de tres porciones del libro de Job. Luego de una introducción sobre la realidad de ese personaje, afirma en “El sufrimiento de los justos”: “En medio de los momentos más agudos de su rebeldía frente al sufrimiento, Job toma la actitud que lo hace más digno a los ojos de Dios: frente a las fuerzas desplegadas por el espíritu del mal, que llega hasta castigarle en su propia piel, Job demuestra que Dios es capaz de despertar en sus criaturas un amor totalmente desinteresado” (p. 28). Y agrega, algunas líneas más adelante: “En una dimensión totalmente desconocida para nuestra mente humana, Dios es también el Señor del sufrimiento de sus criaturas. Pero se requiere mucho amor —fuerte y fiel—, para aceptar esas formas de la voluntad de Dios. una clase de amor que también nos permite la rebelión y la discusión con Dios” (p. 29).



Al referirse a Job 7, bajo el título “Dios no puede vivir sin el hombre”, y para comentar la respuesta de Job a sus amigos, señala:



Esta queja de Job contra Dios nos recuerda los conflictos y las tensiones entre los seres humanos que se aman: padres e hijos; esposos; hermanos; amigos. Porque se aman, se muestran exigentes los unos con los otros. Cuando vivimos esos conflictos, también nosotros podemos preguntar: “¿Qué soy yo para que te fijes tanto en mí?”. Y de inmediato sabemos que el otro no puede vivir sin nosotros ni nosotros sin él.



En sus quejas, Job está soñando con un Dios lleno de cariño para él. En su silencio, no hay la seguridad de que ese Dios nos ha olvidado.



En medio de nuestros sufrimientos humanos, llega el momento en que nos sentimos como Job: sabemos que Dios está vigilando a su criatura predilecta, que sigue siendo el hombre.



Comprendemos que en medio de la vida y de la muerte, Dios no puede vivir sin el hombre (pp. 32-33).



En Dios conversa con el hombre, sobre Génesis 1.26-31, concluye: “Este Dios cristiano, ‘de carne en la carne’ —como decía un gran pensador español— este Dios apasionado que se deja golpear, insultar y finalmente crucificar, para sellar una voluntad de transformación del mundo es el Dios Verdadero” (p. 38). En “El nombre del diablo” traza inquietantes puentes entre la política internacional y tomar el nombre de Dios en vano. Algo parecido hace en “No tentarás al Señor”, al recordar las tentaciones de Jesús sobre cómo la fe cristiana a veces espera milagros improcedentes que, en realidad, “tientan a Dios” y muestran cómo en ocasiones no se comprende el lenguaje divino que se expresa de otras formas y hace milagros cotidianos: “Olvidamos al Dios que parte el plan en nuestra mesa; que nos da la luz todas las mañanas o el reposo todas las noches. Al Dios que nos renueva la esperanza, el consuelo y las fuerzas para la dura lucha por la vida. Al Dios incomprendido, pero que nos comprende” (p. 44).



“Ustedes son mis amigos” (I y II) es una meditación sobre la amistad con el Señor Jesús desde al ámbito comunitario. “Las señales del discipulado” refleja la asimilación de la reflexión teológica de Dietrich Bonhoeffer. “Volverse como niños” es un texto pionero sobre la importancia de ver a Dios desde la perspectiva de la infancia. En “La perfección que Dios nos pide”, afirma: “La búsqueda de la perfección es, pues, el esfuerzo por incluir la totalidad de la existencia dentro de la acción efectiva de mi amor, en la medida de las posibilidades que se me abren” (p. 65). En “Los días y las fatigas” explora las implicaciones del Salmo 127: “Nuestros afanes son casi siempre producto de nuestro egoísmo, de nuestra falta de solidaridad con el prójimo y de nuestra desconfianza en la voluntad de Dios, la que invocamos muchas más veces de las que la acatamos” (p. 76). Llama la atención que al tema de la libertad dedica seis reflexiones, en diversos tonos, y partiendo del Nuevo Testamento, lo mismo que a la consolación a partir del profeta Isaías. “Pobreza y opresión” es otra sección con siete meditaciones en donde se acerca al Salmo 22, Amós 5, Santiago 5 y Deuteronomio 24, Mateo 6 y Romanos 15, Mateo 11, Lucas 19 (“En la construcción del Reino de Dios, las armas no son las mismas para todos. Los instrumentos de dominación fabricados por los reinos de este mundo no son, por sí mismos, los que servirán para construir el Reino de Dios. Sin la conversión al Evangelio, nunca puede haber construcción del Reino de Dios”, p. 117, énfasis agregado).



En la sección XIV, “La iglesia”, destaca “Jesús anunció el reino y no la iglesia”, su resumen personal sobre un tema comprometedor. “Poder y política” es una sección “obligada”, en la que Barreiro puntualizó: “…un verdadero hombre (un cristiano no puede ser otra cosa que un verdadero hombre) politiza toda su vida. Toda su vida está puesta al servicio de la total liberación de sus hermanos y de su comunidad” (p. 146, énfasis agregado). No podía ser de otra manera, pues eran los años de la emergencia de la temática de la liberación en todos los campos: la sociedad, la educación, la política, etcétera. Por ello cita a su coterráneo el teólogo jesuita Juan Luis Segundo en “El amor nunca se pierde”, cuando dijo que “el Evangelio puede resumirse en una sola frase: no hay amor perdido en este mundo” (p. 151). Las dos últimas secciones (“La locura de creer” y “¡He aquí, vengo pronto!”) son un auténtico testimonio de la cercanía del mensaje bíblico para una persona sumamente atenta a los vaivenes de la vida.



En las reflexiones bíblicas de Barreiro confluyeron la tradición evangélica latinoamericana, los avances de la interpretación que conoció en Francia, los nuevos métodos de relectura bíblica y el diálogo de la fe con las ciencias sociales propio de la teología de la liberación, lo que permitió que El hombre de la Biblia sea el resumen de la apropiación bíblica de un creyente a quien le correspondió vivir una época dominada por la ebullición política y la búsqueda de “rápidos cambios sociales”, tal como lo expresó el lenguaje del movimiento ecuménico para referirse a los movimientos revolucionarios de ese tiempo. Sin abandonar el lenguaje religioso que aprendió desde muy joven, lo proyectó hacia zonas que las comunidades de fe no se planteaban suficientemente. A diferencia de colegas suyos muy cercanos, quienes abiertamente tomaron la ruta armada sin abandonar el análisis de las coyunturas, Barreiro perseveró en el estudio político minucioso y dejó constancia en este libro de cómo es posible poner a dialogar el mensaje bíblico con la exigente realidad circundante.



[photo_footer]Uno de los primeros libros de Barreiro.[/photo_footer]



Como bien concluye Brugaletta:



Su producción da cuenta de una figura intelectual particular, un militante cristiano que se acercó a las ciencias sociales a través de sus lecturas del marxismo en cuya producción predominó el ensayo político como género principal pero fundamentalmente una labor editorial forjada desde su juventud que atravesó las fronteras entre el mundo confesional y secular. […]



Barreiro combinó una preocupación por la educación, la política y la edición que permite inscribirlo en un tipo de intelectual específico asociado a la tradición confesional protestante.6



 



Notas




1 Julio Barreiro, El hombre de la Biblia. Reflexiones bíblicas de un laico. Buenos Aires, Ediciones La Aurora, 1983, p. 16.





2 F. Brugaletta, “Julio Barreiro. Trayectoria intelectual del editor protestante de Paulo Freire”, en Políticas de la Memoria, núm. 22, diciembre de 2022, pp. 120-121, ver aquí.





3 Ídem, La edición de Paulo Freire en la historia reciente de América Latina: religión, política y mercado en la circulación de una pedagogía para la liberación (1969-1977). Tesis de doctorado en Educación, Universidad Nacional de La Plata, 2020, p. 154, ver aquí.





4 F. Brugaletta, “Julio Barreiro...”, p. 121.





5 Cit. por F. Brugaletta, La edición de Paulo Freire…, p. 166.





6 F. Brugaletta, “Julio Barreiro…”, pp. 122-123.



 




 



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