Lutero, al ver la inesperada difusión de sus tesis, se lamentó diciendo que si lo hubiera sabido, lo hubiera hecho mejor, más inteligible y redactadas bajo los cánones de toda obra teológica.
Un fragmento de “Las 95 Tesis /Comentario a Gálatas”, de Martín Lutero (Biblioteca de Clásicos Cristianos, Abba, 2022). Puede saber más sobre el libro aquí.
El 31 de Octubre de 1517 en víspera de la festividad de Todos los Santos, Martín Lutero, monje agustino y doctor en teología en la universidad de Wittemberg, siguiendo una costumbre docente, clavaba en la puerta de la Universidad, para su posterior discusión, unas hojas conteniendo 95 tesis sobre un tema candente: la venta de Indulgencias.
Las Tesis académicas eran unos aforismos latinos, a veces de significado no muy definido, que servían de base para discutir un tema teológico entre los alumnos de la universidad. Normalmente el moderador era algún alumno destacado, pero en este caso Lutero quiso hacerlo él personalmente.
Es importante señalar, que una copia de estas tesis fueron enviadas simul- táneamente a su obispo, junto con una carta en extremo respetuosa, en un tono tan humilde que hoy tacharíamos de servil y humillante, y en la que le manifestaba su gran preocupación por las consecuencias desastrosas que estaba provocando la compra de las indulgencias en la vida espiritual de los cristianos laicos y asimismo del descrédito que sufriría la Iglesia si los laicos se parasen a razonar y descubrir tal desatino.
Hay una imagen falsa, aunque maliciosamente extendida, de presentar a Lutero como un gigante que desafiaba frontalmente y con gran arrogancia la autoridad pontificia. La realidad es muy diferente: lo único que le preocupaba a Lutero era el predicar la persona y la obra de Jesucristo, la gracia de Dios derramada en la cruz para salvación y el inmenso regalo de Dios en Jesucristo. Las indulgencias entenebrecían este regalo de Dios, que había que buscar por encima de todas las cosas y con el máximo esfuerzo. Las indulgencias eran la antítesis de este mensaje, pues eran un bien otorgado por el Papa que se podía comprar cómodamente.
En una carta enviada a Spalatino, capellán de Federico Lutero afirmó:
-Fue el amor a la verdad lo que me condujo a adentrarme en este laberinto y a perturbar a seiscientos minotauros.
Por esto, cuando este fraile- teólogo, doctor en las Escrituras, vio cómo se acercaban a Wittemberg los peligrosos vendedores de indulgencias, arrastrando al error a almas sencillas, se creyó en la obligación de hacerles frente, siem- pre en la línea pastoral (de obediencia a su obispo ) y académica, suscitando un debate abierto en las aulas de la universidad.
En realidad, aquellas tesis no decían nada nuevo a nivel teológico que Lutero no hubiera enseñado en Wittenberg. Desde hacía algún tiempo, en sus comentarios a la Carta a los Romanos, los Salmos, etc. Lutero había ido compartiendo tanto en sus clases, como en los sermones dominicales sus descubrimientos sobre la Gracia que le conducían a entender que el hombre era salvo únicamente por la fe en Jesucristo y no por sus buenas obras.
Este concepto teológico, central en el pensamiento reformado, aparece claramente destacado en el Comentario a la epístola a los Gálatas que incluye este mismo volumen.
El concepto de buenas obras no se refería únicamente a las obras éticas hechas en obediencia a los mandamientos divinos, sino también a otras muchas cargas y penitencias que, sin ninguna base bíblica la Iglesia había ido imponiendo a sus fieles tales como la mortificación del cuerpo, ayunos, procesiones, votos, peregrinaciones, veneración a las reliquias , etc.
Las 95 Tesis, reflejan el alma apenada y escandalizada del teólogo y pastor de almas que veía cómo los feligreses dejaban el camino del sincero arrepentimiento (penitencia) de los pecados cometidos y en vez de buscar fervientemente el favor de Dios, confiaban más en las indulgencias con las que, supuestamente, el Papa les concedía, mediante el pago de una tarifa estipulada, la remisión total de los pecados, tanto de los suyos, como de los de sus parientes difuntos.
Las tesis nunca fueron discutidas en clase. Dios las había preparado para un destino mucho más trascendental e inesperado.
El 31 de octubre, víspera de todos los santos, era uno de los pocos días que el príncipe Federico abría su castillo para que sus reliquias pudieran ser observadas. Gente de toda Europa se agolpaba en el castillo de Wittenberg para poder ver la exhibición. Aquel año de 1517 entre toda esa multitud, hubo personas doctas que leyeron con fruición aquellos escritos de aquel monje temerario, que se atrevía a cuestionar la autoridad papal para perdonar pecados y sacar las almas del Purgatorio. Las tesis fueron copiadas, impresas y en pocos días se estaban repartiendo por gran parte de universidades europeas. Antes de ser discutidas, habían sido ampliamente difundidas. Ya no había marcha atrás.
Un análisis de las tesis nos hace ver que no se habían estructurado como un tratado, sino simplemente como un conjunto de ideas para ser discutidas entre teólogos. Precisamente, Lutero, al ver la inesperada difusión de sus tesis, se lamentó diciendo que si lo hubiera sabido, lo hubiera hecho mejor, más inteligible y redactadas bajo los cánones de toda obra teológica.
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