El dios pastillero

¿Quién no toma alguna pastilla diaria?

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Pues bien, después de sesudos estudios se ha podido comprobar que existe un diosecillo de aspecto bondadoso, que se ocupa de que los mortales dependamos de los infinitos fármacos que ocupan las estanterías de las boticas.

Se dice que, en un principio, antes que ese diablillo campase a sus anchas por el mundo, los cuerpos humanos ni eran sanos ni eran enfermos, en realidad eran “amables”.

Pero como ocurre con toda potestad superior, ésta necesita dejar endeudada a la población haciendo creer que sin pastillas no podemos vivir, alejando toda sospecha de atribuir a la divinidad verdadera los méritos del bienestar. Y claro, cuenta con el poder suficiente para hacerlo posible.

—¡Qué medicina tan sanadora!

—¡Pero qué pastillas tan bien prescritas!

—¡Qué bálsamo! ¡Qué plasma! ¡Qué supositorio!

—¡Qué cápsula! ¡Qué ungüento! ¡Qué laxante!

Y para ese fin se ocupa de dotar a las químicas de encantamientos asociados a modo de pócimas.

¡Vaya!, como si las hicieran las brujas de antaño.

Y los beneficios son objetivos y evidentes, casi antes de disolverse en el estómago, la pastilla ya hace desaparecer el malestar.

Los creyentes han modificado el Padrenuestro recitando “la pastilla nuestra de cada día dánosla hoy”, en lugar del pan.

Los jubilados ya no van al templo como antaño, ahora hacen cola a primera hora del día en las farmacias y salen con un cargamento de cajetillas.

Tanto éxito tiene ese diosecillo que no solo palía las enfermedades existentes, sino que crea nuevas, cada una con sus tratamientos correspondientes.

Tal es su dominio que los usuarios fuerzan a los médicos con amenazas para que les receten lo que sea para el mal que sea.

También ha habido quien sintiéndose estafado intentó prescindir de la pastilla diaria, pero con absoluto fracaso porque como ocurre con todo diosecillo, a éste también le asiste el poder y sabe cómo hacer volver las ovejas al redil del consumo de fármacos.

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Los más conspirativos de este poder han afirmado que las pastillas no solo no están para hacer bien tomándolas, sino que están para hacer mal si se dejan de tomar. Aunque esto ya es decir demasiado.

Sea como sea ¿quién se va a oponer a un poder que vela por nuestra salud y nuestro bienestar?

Pues eso…, nadie.