El dios consumo

El dios consumo se colaba en todas las celebraciones y se convertía en el centro.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Fuesen fiestas de cumpleaños, fiestas sorpresa, bodas, entierros, navidades, Semana Santa, vacaciones, etc.

Él no preparaba nada, pero se le concedía el lugar preferente.

En síntesis, parecía que todo, fuese lo que fuese tenía como finalidad primera y última darle el parabién, culto y sometimiento.

El novio en la boda, el muerto en el entierro, el torero en la corrida, el tenista en la pista, el boxeador en el ring, el escalador en la montaña, el pastor en la iglesia, cualquier ocasión era buena para recibir gloria y privilegio.

Esto funcionó así hasta que, en una población del Pirineo catalán de sesenta habitantes pusieron remedio cuando se percataron de la desviación que toda actividad popular sufría.

Al final siempre prevalecía la necesidad de consumir, fuese lo que fuese por encima de cualquier motivo convocante. Incluso habían llegado a recibir diez paquetes de Amazon cada día del año.

El método curativo se implementó, cundió en toda Catalunya y en buena parte de España. Las celebraciones se revistieron de autenticidad y austeridad. Ya no privaba el hecho de consumir sino el deseo de disfrutar.

Pero esto duró poco. Se fue perdiendo el interés de las celebraciones y se acabaron cancelando en todos los lugares.

Reunidos los sesenta del Pirineo ante esta crisis, advirtieron que era el mismo dios consumo quien posibilitaba las convocaciones festeras, no solo quien se convertía en el centro.

No habían contado con el factor poder que asiste a todo diosecillo. Y estaba claro que a fuerza no le podían vencer.

Así que obraron con astucia: “Hacerle creer”, esa fue la conclusión.

Se las compusieron para no caer en la filosofía que el dios consumo impone, al tiempo que no debía parecerlo. Le dejarían la sensación de que retenía el poder, aun consumiendo solo lo justo y necesario.

Tratar de tonto a ese dios fue el remedio. Y dio resultados positivos, recuperaron las fiestas tradicionales, sin dejar frustrado al diosecillo.

Pronto se extendió aquel remedio por toda Catalunya y buena parte de España.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

 Porque aparte del pan, ¿por qué otra cosa hemos de rogar? ¿Acaso por las pastillas? Otro día hablaré del diosecillo pastillero, aunque éste es más complejo por las innumerables satisfacciones que nos reporta.