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Arcadio Morales y la historiografía del protestantismo mexicano

La segunda presentación del libro de Carlos Martínez García y Leopoldo Cervantes-Ortiz tendrá lugar este domingo 11 de agosto en la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador, en Ciudad de México.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 09 DE AGOSTO DE 2024 10:30 h
Cartel de la presentación del libro, este domingo 11 de agosto.

Presentación del libro de Carlos Martínez García y Leopoldo Cervantes-Ortiz, Arcadio Morales: precursor del protestantismo mexicano, 1850-1922, Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador, Centro Histórico de la Ciudad de México, 11 de agosto de 2024.



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Como es de suponer todos nuestros estudios se referían a las diferencias entre las Iglesias romana y protestante, el papado, la misa, la confesión auricular, el purgatorio, la idolatría, la adoración de María. Estos eran los temas favoritos desde el punto de vista católico, y la fe en Cristo como único requisito para ser salvos; el estudio de la Palabra de Dios, la obligación de predicar el Evangelio a toda criatura, la seguridad de una salvación perfecta por Jesús, y solamente por Él.[1]



Arcadio Morales



 



1. Algunas nociones de historiografía del protestantismo mexicano y latinoamericano



Mucho tiempo costó a los estudiosos/as de la historia del protestantismo mexicano y latinoamericano desarrollar una metodología adecuada que hiciera justicia a los fenómenos religiosos acontecidos a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La persistencia en el papel de las misiones extranjeras fue cediendo su lugar, poco a poco, a la comprensión de la dinámica socio-religiosa interna de los nuevos países hispanoamericanos, todos marcados, primero, por la impronta del catolicismo romano que se impuso como la religión oficial. En México, la Constitución de 1824 así lo afirmó, de modo que los privilegios de esa iglesia se mantuvieron. En segundo lugar, costó mucho esfuerzo y conflictos tratar de modificar esa situación, pues hasta el surgimiento y consolidación de toda una generación de liberales, la Constitución de 1857 se atrevió a establecer la libertad de cultos que, sin embargo, no se aplicaría como una realidad efectiva sino hasta después de las Leyes de Reforma de dos años después y su promulgación diciembre de 1860.[2] En tercer lugar, esos esfuerzos fueron acompañados por la emergencia de individuos y sectores liberales anticlericales que, en diferentes regiones del país, comenzaron a proponer y a promover los cambios que veían como positivos para disminuir la influencia del catolicismo. Un cuarto factor, nada desdeñable, fue el impulso de los factores externos, no solamente los misioneros, pues la diplomacia mexicana debió enfrentar las exigencias de comerciantes extranjeros apoyados por sus gobiernos para obtener derechos religiosos que las nacientes minorías disidentes locales no podían ejercer en plenitud.



Por ello, en la actualidad y a partir de los avances de la historiografía de los protestantismos latinoamericanos es imprescindible partir de estos factores para acometer nuevos acercamientos a los protagonistas individuales y colectivos de la disidencia religiosa e ideológica que cambiarían progresivamente el rostro del país. En este punto en concreto es imprescindible agregar la superación de las perspectivas hagiográfica (literalmente, la elaboración de “vidas de santos”) y confesional-denominacional (dominada por el celo y la propaganda) que durante tanto tiempo permeó en este tipo de estudios. En el prólogo del libro que nos reúne, el Dr. Jean-Pierre Bastian, uno de los iniciadores de la nueva perspectiva, afirma:



 



Los autores restituyen así la dinámica de fuerte creación asociativa, de múltiples ensayos en torno a líderes con el ánimo de agrupar en su entorno a los liberales interesados en seguir la lucha contra los conservadores y la Iglesia católica. La llevaron al terreno de las ideas y de las organizaciones cultuales, ya que las armas de los ejércitos liberales habían triunfado. Por lo tanto, no sorprende encontrar entre ellos muchos líderes militares de los ejércitos liberales quienes, como Sóstenes Juárez y Lauro González, habían actuado tanto en contra de la Intervención francesa, como en los ejércitos juaristas de la guerra de los Tres Años. Así, los autores introducen el lector a una geografía del liberalismo radical, llamado a menudo “rojo” por los actores protestantes.[3]





2. Superar la hagiografía y reconstruir vidas y acciones



De modo que, ante la figura de Arcadio Morales Escalona, reconocido como uno de los iniciadores de la presencia local del protestantismo en la capital mexicana, las nuevas generaciones de militantes, así como sus dirigencias y su intelectualidad, enfrentan el desafío de redefinir su identidad y vigencia como comunidades de fe llamadas históricas ante la de nuevos actores y sectores religiosos. Su actuación eclesial, dominada por un fervor permanente, lo llevó a incursionar en ámbitos inesperados para él: el liberalismo juarista ferozmente anticlerical (“rojo”, radical), la masonería y sus implicaciones, los círculos misioneros patrocinados desde Estados Unidos, el gobierno lerdista al que correspondió afrontar el inicio formal de la presencia protestante y la eventual oposición al régimen porfirista a las puertas de la Revolución. El objetivo de este nuevo libro, como subraya Bastian, fue reivindicar “a los pioneros mexicanos que, como Arcadio Morales, estaban deseosos de levantar cultos protestantes en una perspectiva de reto a la Iglesia Católica romana, prolongando la lucha armada con la lucha de las ideas”.[4]



Y vaya que no fue una labor fácil enfrentar al aparato ideológico, político y militar de esa institución con los limitadísimos recursos que estos disidentes tuvieron a su alcance. Dimensionar este conflicto tan desigual permite salir de la estrechez de la comprensión de las acciones individuales y ayuda a colocar las acciones colectivas en un marco nuevo de comprensión que, a la vez, contribuye a superar las limitaciones de la visión denominacional. Es el caso de Morales y sus contemporáneos participando por igual, y sin saberlo a ciencia cierta, en el surgimiento del anglicanismo, el metodismo y el presbiterianismo, para decirlo cronológicamente. Los celos denominacionales que enturbiaron desde el principio el desarrollo de las nuevas comunidades de fe (hay que leer las crónicas de los sectores bautistas de esta época y de los metodistas después del Plan de Cincinnati para corroborarlo) harían de la unidad inicial del protestantismo y de su inevitable pluralidad posterior un conglomerado de opiniones disonantes que aparecen ya desde algunas posturas expresadas por Morales al referirse a algunos de sus antiguos compañeros anglicanos.[5]



A estas alturas de la investigación histórica es preciso situar la actuación de personajes como Morales en el contexto sociopolítico que les correspondió vivir además de ampliar el abanico de apreciaciones que se encaminen a reconstruir las redes de relaciones tejidas entre ellos y ellas. De ahí la relevancia de dedicar otros abordajes a figuras como las de Melinda Rankin (tan idealizada en el ambiente presbiteriano, pero tan poco estudiada para advertir los claroscuros de su trabajo), Grayson Mallet Prevost (médico de origen francés reconocido como primer “misionero” presbiteriano), Severo Cosío (exgobernador de Zacatecas, simpatizante evangélico), Elías Amador (hijo de Juan, militante y político revolucionario), entre los precursores; Hesiquio Forcada, Procopio C. Díaz, Eligio N. Granados, Leandro Garza Mora, Plutarco Arellano, de la generación de Morales; y Moisés y Aarón Sáenz, entre los sucesores de aquellos. Bastian elaboró un “itinerario” de la vida y obra de José Rumbia Guzmán, como ejemplo del estudio de “intelectual popular” protestante quien fue más allá de su mera labor religiosa.[6]





[photo_footer]Arcadio Morales siendo llevado a una misión presbiteriana. /El Mundo Cristiano[/photo_footer]



3. Arcadio Morales y el inicio de una institucionalidad protestante



Aun cuando su formación inicial como ministro de culto dependió casi absolutamente de las decisiones misioneras y debió esforzarse doblemente para estar a la altura de las exigencias eclesiales, sociales y doctrinales del momento, Morales logró ganarse un lugar respetable que le granjeó el privilegio de ser, en la práctica, el iniciador de la institucionalidad eclesiástica que fue aprendiendo lentamente al lado de su maestro de presbiterianismo, Merril N. Hutchinson (quien también amerita un estudioso minucioso de su trabajo). Paralelamente a estos desarrollos personales (tan bien descritos por el propio Morales en sus memorias fragmentarias y en las reconstrucciones que dio a conocer bajo el título de “Datos para historia” en la revista El Faro),[7] hace falta revisar y articular (como en buena medida ha hecho ya Carlos Martínez García en sus estudios sobre la Iglesia de Jesús-anglicanismo y el metodismo) la forma en que se establecieron las instituciones de estas confesiones. Ello permitirá ir más allá de la mera enumeración de acontecimientos, de registros de datos y estadísticas, y de la periodización del avance numérico de estas comunidades religiosas.





[photo_footer]Arcadio Morales en su vejez.[/photo_footer]



Y es allí precisamente adonde un volumen como el que ahora nos ocupa puede cumplir una función historiográfica que permita a las nuevas generaciones hacerse de un bagaje histórico, teológico e ideológico inserto en las contradicciones de una sociedad como la mexicana de la segunda mitad del siglo XIX y primera del siglo XX, los años en que Morales desarrolló su trabajo. Se requiere una lectura transversal de las publicaciones oficiales de las denominaciones en marcha para apreciar la forma en que, bajo la guía de los representantes misioneros, las dirigencias locales emergentes fueron dándole un perfil más autóctono a las huevas denominaciones que, con todo, reprodujeron en buena medida la orientación religiosa y teológica de las iglesias de origen.[8]



Hay que reconocer que los esfuerzos de Alberto Rosales por reconstruir la trayectoria de Morales fueron muy valiosos, a pesar de su metodología y, especialmente, del manejo tan peculiar de las fuentes que no correspondía ni a la historia cultural ni a la historia de la iglesia como tal. Su énfasis biográfico fue totalmente parcial por las afinidades que tuvo con Morales (y posteriormente con el Pbro. Eleazar Z. Pérez, heredero directo de éste en la comunidad de fe) como su modelo teológico y pastoral, pero aun así es digno de atención por la posibilidad de manejar el material tan abundante al que tuvo acceso de primera mano.[9] La obra de Rosales apareció justamente cuando comenzó a cambiar la perspectiva historiográfica de los protestantismos (para entonces, Bastian y Hans-Jürgen Prien habían publicado sus trabajos principales y se perfilaba en el horizonte una nueva generación de historiadores/as), por lo que su aportación específica para este tema es invaluable.



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Conclusión



La vida y obra de Morales fueron resultado de un conjunto de factores que sumados causalmente pueden explicar la manera en que tomó curso la eclesialidad protestante de corte presbiteriano en un tiempo previo al triunfo del fundamentalismo que se impondría como la expresión teológica de la época (cuando aún no se insistía tanto en la identidad reformada del presbiterianismo), sin dejar de mencionar las honrosas excepciones que aparecerían posteriormente. Pero para la fecha en que falleció Morales aún podía percibirse en el ámbito evangélico mexicano intentos importantes y muy loables por mantener la unidad del protestantismo. No debe olvidarse que a él le correspondió actuar, al final de su vida, en medio de la consolidación inicial de la Revolución Mexicana, una época de triunfalismo sociopolítico que se vería, pocos años después, desafiado por las tendencias más retardatarias del catolicismo con la llamada rebelión cristera. Morales fue protagonista y testigo de una suerte de “nueva conquista espiritual evangélica” que se abrió paso a contracorriente de los diversos obstáculos que enfrentó y que, desde su visión de fe, no fue otra cosa que la actuación de la providencia divina que se mostraba en la proclamación más libre del Evangelio de Jesucristo (dicho en el lenguaje espiritual de su momento) y, por ende, del crecimiento de la feligresía protestante. Hoy, a 102 años de su desaparición física, el legado que dejó debe ser redescubierto, analizado y actualizado para seguir adelante con un testimonio cristiano que se ve confrontado por nuevos y complicados desafíos.



 



[1] A. Morales, “Continúa Mis liberaciones, 1869-1919”, en C. Martínez García y L. Cervantes-Ortiz, Arcadio Morales: precursor del protestantismo mexicano. México, Papiro 52-Claremont Graduate University-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano-Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas-Centro Basilea de Investigación y Apoyo-Comunidad de Educación Teológica Ecuménica Latino-Americana y Caribeña-Kabod Ediciones-Ediciones EliZabdi, 2024, pp. 252-253.



[2] Cf. el discurso de Juan Amador presentado en la plaza principal de Villa de Cos, Zacatecas, en ocasión de la promulgación de la Constitución de 1857, en Sección de Panfletos Latinoamericanos, Biblioteca de la Universidad de Harvard, https://viewer.lib.harvard.edu/example/manifest/?manifestId=https://iiif.lib.harvard.edu/manifests/drs:2904857; y L. Cervantes-Ortiz, sel. y nota introd., Juan Amador: documentos militantes desde Villa de Cos (1856-1872). México, Centro Basilea de Investigación y Apoyo-Comunidad Teológica de México-CETELA-CMIRP-FLATER, 2020.



[3] J.-P. Bastian, “Prólogo”, en C. Martínez García y L. Cervantes-Ortiz, op. cit., pp. 7-8. Énfasis agregado.



[4] Ibid., p. 7.



[5] Véase: A. Morales, “Mi actuación, 1869-1919”, en El Faro, 17 de enero de 1919, p. 36.



[6] J.-P. Bastian, “Itinerario de un intelectual popular protestante, liberal y francmasón en México: José Rumbia Guzmán, 1865-1913”, en Ulúa, núm. 17, enero-junio de 2011, https://ulua.uv.mx/index.php/ulua/article/view/1256/pdf_57.



[7] Cf. la sección “Textos de Arcadio Morales Escalona”, en C. Martínez García y L. Cervantes-Ortiz, op. cit., pp. 199-256, que incluyen tres artículos representativos: “En el primer centenario de Juárez”, “La himnología evangélica de México” y “Memorias de Arcadio Morales, 1869-1919”.



[8] En este sentido, se recomiendan ampliamente dos materiales de reciente aparición: Leticia Mendoza, La prensa protestante en México, 1867-1914. México, Casa Unida de Publicaciones, 2024, y Gabriela Díaz Patiño, Circulación y lectura de impresos evangélicos y protestantes en el México del siglo XIX. México, Notas Universitarias, 2024.



[9] Cf. A. Rosales Pérez, Historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México bajo el pastorado del presbítero y doctor Arcadio Morales Escalona, 1869-1922. México, edición de autor, 1998. La obra incluye una antología de sermones, artículos e informes de Morales Escalona; y L. Cervantes-Ortiz, “Eclesiología e historia: el papel de Arcadio Morales en los inicios del protestantismo mexicano”, en C. Martínez García y L. Cervantes-Ortiz, op. cit., pp. 178-179.


 

 


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