El inspector

Cada vez era más difícil para las autoridades de aquella ciudad, detectar las estafas y trampas que las empresas practicaban contra el fisco y demás impuestos municipales.

¿Cómo conocer de un modo rápido y eficaz quién cometía tales irregularidades?

Sabemos, no obstante que, tal como revela mucho cine de ficción, hay personas que están dotadas de cualidades especiales que las convierte en héroes poderosos militando contra el lado oscuro del mal.

Así fue cómo el alcalde de la ciudad llegó a conocer un sujeto con poderes que se hacía llamar ‘Moralman’.

Procedía del puritanismo nórdico y tenía la habilidad de detectar por un sexto sentido quién robaba y quién no.

Entró en la plantilla de funcionarios y al día siguiente ya estaba visitando las empresas y comercios de la ciudad. 

¿En qué consistía esa habilidad?

Venía dotado de un sensor telepático natural, que le avisaba de cualquier irregularidad en su entorno. 

¿Y qué pasaba?

Nada más entrar en las dependencias de las empresas corruptas, en seguida se colapsaba el sistema informático y el sistema eléctrico, de modo que quedaban a oscuras y sin poder trabajar porque todo está informatizado.

No había manera de reparar las averías por más que lo intentaban, hasta que el empresario o los trabajadores no satisfacían sus deudas con el fisco, y no volvía ‘Moralman’ a devolver la normalidad.

No había caída de sistema si las empresas cumplían con sus deberes, pero lo más habitual era que quedasen desenmascarados los tramposos.

Tan ventajoso era aquel poder para las arcas municipales que se creó una delegación dedicada a la búsqueda de superdotados que completasen el trabajo de Moralman ya que no daba abasto. 

Incluso descubrieron un tal ‘Legalman’, procedente del judaísmo, que le superó con creces, su poder y celo era diez veces mayor.

Así sucedía en la vida profesional de ‘Moralman’, pero también le complicó la vida privada, cuando estaba con familiares y amigos. 

Se cortaba el suministro de luz en casa de sus padres como en la de sus amigos, eso era un inconveniente serio. 

Pasaba que a veces iba a comprar al super del barrio, y al acercarse a la caja para pagar se caía el sistema del comercio y tenía que irse a casa sin los alimentos.

Entraba en una panadería y se apagaban las luces, en la ferretería igual, en el chino igual, etc.

Porque, ¿quién puede presumir de tener las cuentas en regla?

Era un devoto seguidor del budismo tibetano y visitó al Dalái lama. Aún están sin electricidad en Dharamshala.

Hizo visitas a las sedes de los partidos políticos y todos han perdido las bases de datos y demás material informático. 

“Esto no es vida”, se dijo un día. “¡Esto no es un don, es un incordio!”.

Propuso deshacerse de ese poder y con cierto adiestramiento consiguió reprimir la cualidad que le hacía diferente.

Pudo dejar el trabajo porque había reunido suficiente dinero como para no tener que preocuparse en el futuro.

A las Bahamas, allí acabó para solazarse y disfrutar del tipo de vida que le proporcionase el mayor placer.

Allí, en una instalación turística de alto standing vivía a cuerpo de rey.

Una de sus felices mañanas le sorprendió un apagón eléctrico, el aire acondicionado estaba apagado, la nevera no enfriaba, nada funcionaba.

Abrió la puerta para ver si era un problema de su apartamento o era general. 

De repente se topó con alguien que deambulaba por allí.

—¡Hombre Legalman! ¿qué haces tú por aquí?

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[title]Por un año más[/title]

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