Álgebra

A veces tenemos la impresión de que las formulaciones físicas y matemáticas proceden de la imaginación caprichosa de los estudiosos.

A ver, energía es igual a masa por velocidad de la luz al cuadrado. No me negarán que esa combinación es harto antojadiza. ¿Y por qué no al cubo?

Que la manzana fuese atraída por la gravedad terrestre en principio fue ocurrencia de Newton. ¿O quizá la manzana se lanza al suelo por un supuesto efecto precipitante propio?

Todos hemos estudiado en álgebra el resultado de la multiplicación de signos. Y de una manera sumisa lo hemos dado por bueno. 

Pero, ¿en qué se sustenta que más por más sea más, que más por menos sea menos… etc.?

Quizá todo sea más prosaico de lo que en primera instancia nos pudiera parecer.

Un día, el que lo ideó tuvo la lúcida revelación de lo que sucede en las relaciones de pareja de todos los tiempos.

Se percató por observación de que los “yugos iguales” positivos producían resultados positivos. Los dos se desplazan hacia adelante al unísono. Ejemplo: José y María madre de Jesús.

De que los “yugos iguales” negativos producían resultados positivos. Los dos también se desplazan al unísono, pero hacia atrás. Ejemplo: Acab y Jezabel.

De que los “yugos desiguales” compuestos por uno negativo y una positiva producían resultados negativos. Los dos giran sobre sí mismos en un sentido sin desplazarse. Ejemplo: Nabal y Abigail.

De que los “yugos desiguales” compuestos por uno positivo y una negativa producían resultados negativos. Los dos giran sobre sí mismos en el otro sentido sin desplazarse. Ejemplo: Sansón y Dalila.

Y ya está, de ese modo se revistió el álgebra de autenticidad legitimada por un hecho incontestable entre humanos.

Y no le den más vueltas. Eso y no otra cosa son las matemáticas: traslaciones de los afectos humanos. Porque, ¿qué no es afecto o desafecto en nuestro mundo?

Con esta consideración nos podríamos acercar a las matemáticas con más confianza. Son más humanas de lo que parecen.

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[title]Por un año más[/title]

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