90 años de la declaración de Barmen: perspectiva y opiniones (IV)

Jesucristo, según el testimonio de la sagrada Escritura, es la única palabra de Dios, que debemos escuchar y a la que, en la vida y en la muerte, debemos confiar y obedecer.

Condenamos la falsa doctrina según la cual, la iglesia podría y debería reconocer como fuente de su predicación, fuera de y junto a esta única palabra de Dios, también a otros acontecimientos y poderes, figuras y verdades, como revelación de Dios.¹

Tesis I de la Declaración de Barmen

En Iglesias e ideología nazi. El Sínodo de Barmen (1934), el jesuita español Héctor Vall (1935-2021) llevó a cabo una sólida reconstrucción de los entretelones de la Declaración que surgió en ese Sínodo. Su rastreo de los orígenes de la oposición religioso-política que daría origen a la Iglesia Confesante desemboca en el análisis del documento como tal. Éste representó una etapa fundamental en lo que Vall denomina la “evolución de la Iglesia Confesante” (p. 18). Los Cristianos Alemanes, sometidos a los designios del III Reich, intentaron “subordinar el evangelio a la ideología nacionalsocialista y a las concreciones históricas” de ese régimen encabezado por Adolfo Hitler. La Iglesia Confesante no encontró “nada tan eficaz para responder al reto totalitario de la ideología nazi como la acentuación de la exclusividad de la palabra de Dios y del señorío real de Cristo” (Ídem), lo cual es quizá su mayor mérito al momento de desarrollar una oposición eclesial y política que le acarrearía una gran persecución a muchos de sus miembros (cf. J.S. Conway, The nazi persecution of the churches. Londres, 1968). Para Vall, “no era prudente analizar las posibilidades de contacto y de colaboración entre el evangelio y esta ideología, sino que insistir en la colaboración de la iglesia con la única fuerza política alemana permitida […] hubiera derivado fácilmente hacia posturas ambiguas, como en el caso de los Cristianos Alemanes”.

La postura asumida por la oposición religiosa y teológica al III Reich derivó en una completa separación de esferas de competencia, lo que llevó a la imposibilidad de establecer un diálogo con la ideología dominante:

El proceso que sigue al sínodo de Barmen es la historia de una lucha desigual en la que el Estado nazi hace todo lo posible por dominar las iglesias y someterlas a su propia ideología. Las tensiones políticas, las amenazas constantes de la Gestapo, el miedo a ser considerados como enemigos de la patria, la prisión y la misma muerte en campos de concentración explica, en parte, las dificultades crecientes —teóricas y prácticas— de la Iglesia Confesante para imponerse en el interior de la DEK [Iglesia Evangélica en Alemania] y para establecer las relaciones con el Estado en un nivel aceptable (p. 19).

[photo_footer]Memorial de la Declaración de Barmen.[/photo_footer]

A la Iglesia Confesante no le resultó tan sencillo definirse a sí misma definirse como tal y ser considerada como la única iglesia alemana legítima, sobre todo al tener que convivir, al mismo tiempo, con un gobierno eclesial herético y con una ideología inaceptable para la iglesia, además de la dificultad para definir de una manera más precisa las relaciones de las diversas confesiones al interior de la DEK y de la Iglesia Confesante. Una conclusión notable de ese proceso (mediado por este sínodo y otros que hubo) fue que “la presencia actual de Cristo relativiza las diferencias confesionales”, un principio que bien aplicado podía ayudar a superar las complicaciones ocasionadas por lo dilemas políticos y eclesiales del momento.

El problema ocasionado porque las iglesias protestantes eran más maleables a la obediencia y el respeto a las autoridades civiles, casi como dogma religioso, su carácter territorial y la organización federativa de la DEK hizo que los vínculos entre las distintas iglesias fueran más débiles y de naturaleza más moral que jurídica. Por ello, el nacionalsocialismo podía tener un mayor influjo en las iglesias protestantes. Dado que el ideal nacionalsocialista fue crear una sociedad totalmente distinta, nueva que se fundamentara en los principios racistas arios: “Los problemas que esta lucha manifiesta serán del orden de la relación entre la iglesia y la sociedad. La oposición entre el nacionalsocialismo y las iglesias no es más que la forma extrema de la lucha que siempre existe entre el espíritu evangélico y su voluntad de dirigir y de transformar a los hombres con otras ideologías que intentan también estos mismos fines” (p. 21, énfasis original).

[photo_footer]Karl Barth.[/photo_footer]

La tarea asumida por Vall, tal como lo puntualizó, fue “mostrar cómo la iglesia supone siempre una tensión profética y crítica en la misma medida en que es fiel al evangelio que predica y a la esencia de su propia verdad, es decir, que Cristo es el Señor. Pero Cristo no sólo es su señor, sino también juez de la historia” (énfasis original). La experiencia de Barmen y posterior fue un auténtico laboratorio eclesiológico y teológico que sacó a la luz los alcances de una auténtica fidelidad al evangelio y a sus implicaciones sociopolíticas en un contexto sumamente autoritario que llegó a extremos verdaderamente criminales.

Por lo anterior, las palabras de la tesis I de la Declaración eran innegociables y no abrían la puerta hacia encontrarse en “un camino medio” los Cristianos Alemanes y la Iglesia Confesante. Se trataba de “salvaguardar la vida interior de la iglesia y de sus miembros, de valorar los elementos salvíficos y de la conversión y santificación de los pecadores” (pp. 141-142). La iglesia, al actuar en el interior de una sociedad concreta no podía derivarse de esa sociedad, pues “el primer deber y el trabajo teológico más urgente de los responsables eclesiales será el de clarificar y del de buscar de nuevo una definición de la iglesia que corresponda exactamente a las exigencias evangélicas”. Éste fue el problema central de Barmen: “buscar aquellos elementos esenciales que hacen que la iglesia sea verdaderamente la iglesia del evangelio”.

[photo_footer]Estampilla del 50º aniversario de la Declaración de Barmen.[/photo_footer]

Con base en ello se podía afirmar que era lo que debía predicar la iglesia para no separarse ni un ápice de su fundamento central, la palabra divina. En ese sentido, el radicalismo cristológico de Barmen I es innegable: los textos de Jn 14.6 y Jn 1.9 expresan ese radicalismo para volver al “primado de la cristología” en la reflexión teológica. Allí Vall refiere la opinión de Karl Barth sobre la importancia de los textos juaninos para esta primera tesis, así como la relevancia del documento para el tratamiento de la teología natural:

Este texto es importante y oportuno porque representa el primer documento confesional en el que la Iglesia Evangélica ha abordado el problema de la teología natural. La teología, así como los escritos confesionales de la época de la Reforma, dejaron abierta la cuestión, y en realidad sólo se ha agudizado en los últimos siglos porque la teología natural ha amenazado con pasar de ser una norma y un contenido latentes a uno cada vez más manifiesto. del anuncio y de la teología de la Iglesia. La cuestión se volvió candente en el momento en que la Iglesia Evangélica en Alemania se enfrentaba de manera inequívoca y consecuente a una nueva y definida forma de teología natural, es decir, a la exigencia de reconocer en los acontecimientos políticos del año 1933, y especialmente en la forma del Adolf Hitler enviado por Dios, la fuente de una nueva revelación específica de Dios que, exigiendo obediencia y confianza, ocupó su lugar junto a la revelación atestiguada en las Sagradas Escrituras, afirmando que debería ser reconocida por la proclamación y la teología cristianas como igualmente vinculantes. y obligatorio. Cuando se hizo esta petición y se le concedió cierta audiencia, comenzó, como es bien sabido, el llamado conflicto de la Iglesia alemana. Desde entonces ha quedado claro que detrás de esta primera petición había otra muy distinta. Según la dinámica del movimiento político, lo que ya se pretendía en 1933, aunque sólo vagamente esbozado, era la proclamación de esta nueva revelación como única revelación y, por tanto, la transformación de la Iglesia cristiana en el templo de la naturaleza alemana y su historia-mito.²

Notas

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[title]Por un año más[/title]

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