Si bien nació en el seno de una familia católica, en casi toda su obra se desentiende del tema religioso.
Siempre se ha creído y se ha escrito que Alejo Carpentier nació en Cuba, pero el hallazgo de su partida de nacimiento en Suiza años después de su muerte demostró que nació en ese país, concretamente Lausana, el 26 de diciembre de 1904. Desnació en París, víctima de cáncer, el 24 de abril de 1980.
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Alejo fue hijo del arquitecto y violonchelista francés Jorge Julián Carpentier y de la pianista rusa Lina Valmont, hecho que convirtió en su vida la música, además de la literatura, en un elemento central. Tres de sus obras tratan el hecho musical: Concierto Barroco, La consagración de la primavera y La música en Cuba.
Siendo muy pequeño su familia se trasladó a Cuba. Allí transcurrió su niñez y realizó los primeros estudios. En la Universidad de La Habana inició la carrera de arquitectura, que no terminó. En 1912, con sólo ocho años, viajó con su familia a Francia y otros países europeos. Años después siguió estudios en el Liceo Jean Jeanson de Sally, en la capital francesa. También se aplicó a estudios de música.
Años más tarde regresó a Cuba y allí dedicó su vida a la literatura. Empezó a trabajar en distintas publicaciones como La Discusión, El Heraldo de Cuba y Carteles escribiendo artículos sobre literatura, sociedad, política y música.
Tras firmar el Manifiesto Minorista en el que se pedía el final de la dictadura de Machado, en 1927 fue encarcelado. Estando en la cárcel escribe su primera novela, Ecue-Yamba-O. que significa Alabado sea el Señor en la lengua Yaruba.
Ayudado por unos amigos poetas consigue huir a París. Allí se relaciona con conocidos artistas y escritores: Pablo Picasso, Nicolás Guillén, Ernesto Hemingway y otros grandes pensadores.
Caída la dictadura de Gerardo Machado, Carpentier regresa a Cuba en 1939. Comienza trabajando en la emisora radiofónica del Ministerio de Educación y escribe en importantes revistas cubanas: Orígenes. Nuestro Tiempo. La Gaceta del Caribe y Revista Cubana. Tras una breve estancia en Venezuela regresa a Cuba al triunfar en 1959 la revolución liderada por Fidel Castro. Amigo de éste, ocupa importantes cargos relacionados con la cultura, las letras y la diplomacia. Desde 1963 a 1968 ocupa la dirección de la Editorial Nacional de Cuba. Sus actividades como alto dirigente oficial de la cultura en Cuba le llevaron a viajar por la entonces Unión Soviética, países de la Europa Oriental, China, Vietnam, México y Chile. Fidel Castro lo nombra ministro consejero para Asuntos Culturales de la Embajada de Cuba en París. Allí muere, como queda escrito en estas letras, el 24 de abril de 1980; un cáncer le quita la vida. De lo mucho que escribió siempre tuvo como preferente El siglo de las luces, donde llega a cuestionar el proceso revolucionario que vivió Cuba tras el triunfo de Fidel Castro. En 1977, tres años antes de su muerte, el Gobierno español le concede el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras españolas.
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En el volumen consagrado a la literatura hispanoamericana, el profesor y crítico literario Ricardo Gullón dice de Alejo Carpentier: “Por su extensa y valiosa labor narrativa, traducida a más de dieciocho lenguas occidentales, resulta ser una de las figuras clave que preceden al llamado Boom de la narrativa hispanoamericana de los sesenta”.
Salvador Arias, en su libro de 1977 Recopilación de textos sobre Alejo Carpentier apunta a la inexistencia de un trabajo específico sobre la dimensión religiosa del autor cubano. Afirma que si bien nació en el seno de una familia católica, en casi toda su obra se desentiende del tema religioso.
No siempre. En el Delator, Carpentier se remonta al principio del cristianismo y escribe: “El más trascendental proceso presenciado por los hombres: El del Hijo del Hombre en su pasión”.
La fábula de El acoso, que se desarrolla en un corto período de tiempo dentro del siglo XX, contiene un fuerte simbolismo religioso. Uno de los personajes de más envergadura del relato, la vieja nodriza, asume en sí misma la esencia de Dios y reafirma la identidad de su ser con el Dios que hace su aparición en el Génesis, al principio del principio, cuando nada existía. Aquí la vieja mujer cita el quinto libro de la Biblia, el Deuteronomio, en su capítulo cuatro.
En la obra citada Carpentier nos regala, si bien en tono humorístico y fuera de la realidad, la celebración de una misa católica: El pan, el vino, el celebrante, la lectura del Evangelio y el rezo del Credo.
Otra escala de la persona acosada presenta a Estrella. La carga simbólica de este personaje es de gran magnitud. Estrella es la lumbrera que puso Dios en la expansión de los cielos, según el primer libro de la Biblia. En concordancia con ello Estrella concibe su casa como la morada de Dios.
En el fondo de El acoso se depositan otros detalles que pareciera reflejar la vida del Hijo de Dios. El profundo dramatismo de la época. El complot para prender a Jesús. Su comparecencia ante Anás, Caifás Pilato, Herodes. La predicción de su entrega y la persona del traidor. Carpentier logra muy genialmente montar las imágenes de Jesús y Judas a las del Delator y el Acosado respectivamente.
Las mazmorras y celdas secretas en las entrañas de la piedra “sugiere una figuración del sepulcro de Cristo”.
Desde este plano de los personajes y lugares que alternan en la obra en su carga simbólica podemos intuir el pensamiento religioso del autor, ni pequeño ni oculto. Carpentier no se inclinó sobre la Biblia para leer en ella ni para escribir sobre ella. Pero sí utilizó la Palabra de Dios como referencia en capítulos de su gran obra.
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