Como parte de los inicios de la presencia del protestantismo en México, la fundación de la Iglesia Presbiteriana El Divino Salvador en el Centro Histórico en 1874 representa uno de sus momentos cruciales.
La transmisión del programa Sacro y Profano del canal 11 de la televisión pública mexicana, conducido por el sociólogo Bernardo Barranco, el pasado 17 de abril de 2024 marcó de una manera un tanto inesperada el “banderazo” o el inicio de las conmemoraciones de los 150 años de la presencia del presbiterianismo en la capital del país. Allí se habló, resumidamente, de la poligénesis del protestantismo mexicano y de cómo las diversas expresiones protestantes comenzaron su caminar en el territorio, pero sobre todo en la capital. A pregunta expresa, los invitados, Carlos Martínez-García y el autor de estas líneas, anunciaron la aparición del libro Arcadio Morales: precursor del protestantismo mexicano, 1850-1922, con un prólogo del Dr. Jean-Pierre Bastian, uno de los mayores especialistas en el tema, que se presentará el día exacto del aniversario, el viernes 24 de mayo en las históricas instalaciones que acogieron los primeros cultos presbiterianos en la Ciudad de México: el actual salón López Mateos del Filomeno Mata 8, sede del Club de Periodistas; Barranco moderará la mesa. Aquí se compartirán algunos fragmentos de las Palabras introductorias y de la segunda parte del libro.
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En la agonía de mi alma, repetía esta oración de día y de noche, en mi casa, en la calle, en mi trabajo, en fin, la repetía sin cesar. Después apelé a otro recurso que fue el de comparar las dos Biblias, la católica y la protestante. Por supuesto que principié por el “Decálogo” y después seguí con otros puntos de capital importancia; experimentando un alivio indecible cada vez que verificaba algún pasaje. Por fin cuando concluí este estudio yo era feliz, mi oración humilde había sido contestada, y, sin saber cómo, yo había abrazado el protestantismo, sin otro auxilio que el de Dios. Una nueva luz brilló en la senda de mi vida, una carga pesada había caído de mi alma, el cielo era mi patria y ¡mi padre era Dios![1]
Arcadio Morales E.
Como parte de los inicios de la presencia del protestantismo en México, la fundación de la Iglesia Presbiteriana El Divino Salvador en el Centro Histórico en 1874 representa uno de sus momentos cruciales. Luego de los experimentos de tono liberal y anticlerical que llevaron a varios dirigentes a intentar la creación de núcleos cristianos no católicos en el corazón mismo del país que no se identificaron con ninguna corriente protestante en particular, y que agruparon a personas con una orientación religiosa similar, se fueron perfilando, a partir de la llegada de los misioneros anglosajones, las primeras denominaciones evangélicas: episcopal (mediada por el claro apoyo gubernamental para disminuir el monopolio católico), metodista (por la conjunción de varios factores, además del misionero) y presbiteriana (ya con la presencia del elemento misionero entre sus filas).
Las palabras que, con el correr de los años, Arcadio Morales Escalona (quien muy joven, a los 19 años, se sumó al grupo dirigido por Sóstenes Juárez), muestran muy bien el grado de indefinición que existía al interior de ese movimiento en ciernes, más allá de sentirse apoyados y hasta protegidos por las tendencias anticlericales del gobierno. Morales Escalona, al recapitular a posteriori las características de ese grupo, señala muy bien cómo se tomaron elementos de una y otra tradición para articular lo que sería un culto y una organización genuinamente protestante.
Así se expresó a este respecto, en un documento suelto de 1900 que fue recogido muchos años después: “el culto de Sóstenes Juárez algo se parecía al episcopal porque tenía una liturgia escrita; al metodista porque permitía que todos tomaran la palabra en la lectura, […] oraciones y exhortación en el culto de los martes, al presbiteriano porque no reconocía a los obispos y por último a ninguno porque aunque él bautizaba y celebraba la Santa Cena del Señor, no se consideraba sino como presidente de una sociedad. Así titulaba oficialmente a su corporación.[2] Porque, en efecto, el núcleo se denominó Sociedad de Amigos Cristianos o Sociedad Evangélica.
Juárez, Agustín Palacios y Morales fueron los líderes más visibles del grupo que cambió varias veces su lugar de reunión mientras se definía mejor su labor y crecía por su empeño religioso y evangelizador. La llegada del misionero chileno-inglés Henry C. Riley entre 1868 y 1869 contribuyó fundamentalmente a la estructuración de una liturgia más elaborada y que ya podía identificarse como “protestante”, en la medida en que incluía los elementos propios de esta tradición cristiana. Morales lo reconoce ampliamente en diferentes momentos de sus recapitulaciones, especialmente cuando se refiere a la inclusión de himnos y a la escuela dominical:
Al llegar el Sr. Riley a la metrópoli se encontró con el culto establecido por el Sr. [Sóstenes] Juárez, y con mucha cautela le ofreció al ministro protestante su contingente sobre este particular, es decir respecto del canto en el culto. El Sr. Juárez aceptó el ofrecimiento a duras penas, porque temía que el Sr. Riley introdujera otras novedades episcopales. El Sr. Riley mandó imprimir dos hojitas que contenían algunos de los quince himnos publicados en La Estrella de Belén, consagrándose él mismo, en las noches de los martes, al estudio de esos cantos evangélicos que desde luego imprimieron un cambio saludable en el culto evangélico de México, haciendo desparecer su monotonía y pesadez.[3]
La visión de Riley sobre lo que encontró en México es digna de mención, pues por informaciones previas pensaba que no había “un solo predicador del Evangelio” en la capital, según las palabras de Melinda Rankin:
Hay un huracán perfecto de sentimiento protestante alzado contra la Iglesia Romana. Me siento como si de pronto me hallara yo mismo en la época de la Reforma. Lo mejor que podemos hacer es plantar iglesias e instituciones cristianas tan rápido como sea posible.
Desde hace tiempo estos cristianos nativos han buscado con esperanza su hermandad en los Estados Unidos. Ojalá ahora sus esperanzas se vuelvan realidad. Si la Iglesia norteamericana hace un esfuerzo digno de la oportunidad que Cristo les ha dado en esta tierra, México podrá escribir una de las páginas más brillantes y profundamente interesantes de la historia misionera en el curso de unos cuantos años por venir.[4]
El nuevo volumen reúne dos ensayos históricos que dan cuenta, el primero, de la evolución de ese núcleo evangélico presidido por Sóstenes Juárez hasta la emergencia de la primera iglesia presbiteriana fundada por los misioneros y en la que Morales Escalona desarrollaría un trabajo ministerial de más de medio siglo, que correspondió a la lenta nacionalización del presbiterianismo. El segundo ensayo presenta la figura de Morales y el papel central que desempeñó en ese proceso desde la iglesia que cumple 150 años de organizada.
Carlos Martínez García, en su colaboración para el nuevo libro, se ocupa de esta historia mediante una reconstrucción minuciosa y detallada, auténtica pesquisa geográfica e ideológica, pues ubica con precisión milimétrica los sitios en los que se fue desenvolviendo este grupo prácticamente desde 10 años atrás, el surgimiento de la disidencia religiosa que sería identificada como protestante/evangélica y que haría explosión desde ese tiempo hasta darle la vuelta al siglo XX. Además, incluye más de 30 imágenes que acompañan su texto y una abundante bibliografía. Al final de la obra aparecen íntegros tres de los artículos más representativos de Morales: “En el primer centenario de Juárez” (15 de marzo de 1906), “La himnología evangélica de México” (1 de abril de 1906) y sus “Memorias” (enero-marzo de 1919).
Como ha quedado bien demostrado, la poligénesis caracterizó a los comienzos del protestantismo pues se ancló, en los núcleos mencionados. Con la presencia de ellos, se perfilaron las nuevas agrupaciones protestantes que se establecerían posteriormente. Arcadio Morales conoció un estilo diferente de vivir el cristianismo. Casi inmediatamente se convirtió en un líder y progresivamente se fue acercando a la doctrina presbiteriana que abrazó apasionadamente.
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[1] A Morales, “Mi vocación, 1869-1919”, en El Faro, 3 de enero de 1919, p. 7.
[2] A. Morales, “Historia del Evangelio en la República Mexicana”, p. 5, cit. por Joel Martínez López, Orígenes del presbiterianismo en México. Matamoros, 1972, p. 107. Énfasis agregado.
[3] A. Morales, “Arcadio Morales, “La himnología evangélica de México”, en El Faro, 1 de abril de 1906, p. 56. Cf. A. Morales, “La Escuela Dominical en México, antecedentes”, en El Faro, 15 de agosto de 1905, p. 122.
[4] Melinda Rankin, Veinte años entre los mexicanos. Relato de una labor misionera. Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2008., p. 212, cit. por C. Martínez García, “Arcadio Morales: de la Sociedad de Amigos Cristianos a la Iglesia Presbiteriana, 1869-1874”.
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