El ciego

Acostumbra a colocarse en el pasillo del transbordo entre la línea 1 y la línea 3 del metro de Plaza Catalunya de Barcelona.

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Ciego y evangélico, entona canciones de nuestros himnarios de iglesia con voluntad misionera, al tiempo que reúne unas monedas.

Pero quizá no tiene los permisos en regla.

Está estipulado que los músicos callejeros en nuestra ciudad deben tener una autorización del ayuntamiento que regula dónde y cuándo pueden ofrecer sus espectáculos.

Sospechando que careciese de tal permiso, un guardia de seguridad que pasaba por allí acompañado de un perro policía, se le acercó para pedirle si disponía de él.

Ocurre que el can entiende otra cosa y se abalanza contra el ciego propinándole un mordisco en todo el brazo. Sin duda debido al mal adiestramiento o a la ineptitud del guardia.

Imaginaos si sois ciegos y os pasa algo así. El pobre hombre quedó sumamente desconcertado.

El guardia no sabía dónde meterse dando explicaciones delante de los que pasábamos.

Siento contar esta historia que no es ficción, intento normalmente que lo sea.

Sí, todos tenemos buenas intenciones, el ciego cumple con su Señor, el policía con su empleo e incluso el perro con su cometido, pero ¿acaso habrá un sistema penalizador omnímodo y nada ciego al que no caemos bien?

A veces uno tiene dudas

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[title]Por un año más[/title]

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