Un fragmento de “Los Hechos”, de Pedro Puigvert (Unión Bíblica, 1995). Puede saber más sobre el libro aquí.

Hechos 1:1-15- Instrucciones finales

La estrecha relación entre el tercer evangelio y Hechos es evidente por tres razones: la referencia a un tratado anterior, el personaje al que van dedicados y el tema con que Lucas cierra el primero de sus escritos del que este es la continuación natural.

El reino de Dios, vv. 1-3. El Cristo resucitado, antes de ascender a los cielos, instruyó a sus discípulos sobre el reino de Dios.

El resumen del evangelio escrito por Lucas se halla contenido en esta frase: «las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar». Palabras y hechos constituyen la buena nueva del reino cuyo centro es la muerte y resurrección de Jesús. Ambos temas aparecerán continuamente en la predicación apostólica, por lo cual debemos considerarlos como básicos.

En los más de tres años de ministerio terrenal, Cristo dio mandamientos a los doce que había escogido, sobre diversos asuntos. Pero si limitamos las instrucciones a las dadas durante los cuarenta días que siguieron a su resurrección, debemos referirnos exclusivamente a los mandamientos que aparecen al final de los evangelios: la orden de evangelizar el mundo; el bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; la enseñanza de todo lo que Jesús les había mandado; el cuidado pastoral de la grey; etc.

Sin embargo, en el mandato de guardar las enseñanzas de Cristo está incluido implícitamente el sentido general y amplio de una formación que no se limita al período que media desde la resurrección a la ascensión, sino que se remonta a todo el tiempo en que ellos habían estado con Jesús y que luego el Espíritu Santo se encargaría de recordarles. Al ser «mandamientos por el Espíritu Santo» denota en quién recaería la responsabilidad de velar por su cumplimiento, con lo que deviene una obra del Espíritu Santo que todavía no ha finalizado.

El reino de Dios se ha hecho presente con Jesús, forma parte de su enseñanza y, a semejanza de lo que hacía el Maestro, debe ser proclamado por sus siervos (8:12; 14:22; 19:8; 20:25; 28:23, 31).

La promesa del Padre, vv. 4-5. Jesús había explicado a sus discípulos que era necesaria su partida para poder enviar del Padre el Espíritu (Jn 14:16-17; 16:7). Este hecho está relacionado aquí con «el bautismo en el Espíritu Santo» cuyo cumplimiento tuvo lugar el día de Pentecostés. Y es a partir de este acontecimiento que toda persona que cree en Jesucristo para salvación viene a participar de dicho bautismo integrándose en el cuerpo de Cristo (1 Co 12:13). «En pneúmati baptisthésesthe hagío» indica el elemento en que serán sumergidos mientras que el agente bautizador es Cristo (Cf. Mt 3:11, Mr 1:8, Lc 3:16, Jn 1:33).

Hechos 1:6-14- Testigos de Jesucristo

Investidos de poder, vv. 6-11. Este iba a ser el requisito imprescindible para poder ejercer la labor misionera. El interés de los apóstoles por la restauración del reino en los términos en que hicieron la pregunta, denotaba que todavía no habían captado la enseñanza de Jesús. Esperaban que el Señor interviniera de manera política en la nación de Israel cuando el reino había venido por el sufrimiento y la cruz. Cristo se abstuvo de seguir la conversación por este camino. No les correspondía a ellos saber los «tiempos o las sazones» sino que su cometido consistiría en extender el evangelio partiendo de Jerusalén y llegando hasta lo último de la tierra. En lugar de especular sobre cuestiones escatológicas deberíamos preocuparnos por dar a conocer a Jesús a nuestra generación como testigos vivos del Resucitado.

Cristo ascendió a los cielos de manera definitiva y visible hasta su retorno con lo que puso fin a su ministerio en la tierra. Los verbos traducidos por “fue recibido” (v. 2 y 11) y “fue alzado” (v. 9) para expresar el acto de la ascensión, están en su forma pasiva, de donde se deduce que fue tomado por el poder de Dios y no por una acción propia. Aunque el Cristo resucitado no estaba sujeto a las leyes de la gravedad, no usó activamente su poder para subir a la casa del Padre.

La interpelación de los mensajeros celestiales a los discípulos y su mensaje sobre el retorno de Cristo, tenían como objetivo reorientar su atención y fortalecerles. Estas palabras son, además, de gran importancia para probar que la parusía será un evento en que Jesús volverá de manera personal y física (este mismo Jesús, v. 11), lo que descarta la teoría de que ya vino por el Espíritu Santo así como la imposibilidad de que se trate de un acontecimiento secreto (como le habéis visto o literalmente contemplasteis).

Unánimes en oración, vv. 12-14. La estancia elegida como morada mientras aguardaban la promesa del Padre, era un aposento que generalmente se alzaba en la parte superior de las casas y reunía magníficas condiciones para retirarse a orar. La falta de datos específicos sobre la ubicación del edificio hace pensar en un lugar que les era familiar y lleno de recuerdos que no necesitaba de más datos para ser identificado por todos. Seguramente fue allí donde Jesús celebró la comida pascual, instituyó la Santa Cena y se presentó a los suyos en varias ocasiones después de resucitar.

Ahora se convertiría en un santuario donde permanecerían unánimes en oración y en el que participaban las mujeres estando todos a la expectativa del derramamiento del Espíritu. La presencia de los hermanos de Jesús denota un cambio de actitud en ellos (cf. Jn 7:5) y por última vez en el Nuevo Testamento se menciona a María su madre. […]

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[title]Por un año más[/title]

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