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Francisco de Enzinas: las “novelas” sobre su vida y obra (V)

Estos abordajes narrativos, además de los históricos e ideológicos, abonan muy bien a la recuperación de la figura de Enzinas.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 03 DE NOVIEMBRE DE 2023 12:30 h
Detalle de portada de la novela de César Vidal, El libro prohibido, dedicada a Francisco de Enzinas.

De manera que ni es cosa nueva, ni sólo soy yo de este parecer, ni puede ser cosa mala lo que tanto tiempo dura en la Iglesia de Dios, y tantas naciones aprueban, y la Iglesia católica tiene por bueno. Y si alguno piensa esto ser malo, por el peligro que hay al presente de los herejías, este tal sepa que nacen las herejías, no por ser leídas las Sagradas Escrituras en lenguas vulgares, sino por ser mal entendidas de muchos, e interpretadas contra la declaración y doctrina de la Iglesia, que es columna y fundamento firme de verdad, y por ser enseñadas y tratadas por hombres malos, y por fuerza traídas a sus malos pareceres, como lo enseña S. Pedro hablando de las epístolas de S. Pablo, delas cuales usaban mal entonces, así como en este tiempo los herejes, para confirmar sus falsos pareceres.1



F. de Enzinas



El 480º aniversario de la aparición del Nuevo Testamento traducido por Francisco de Enzinas que se conmemora el próximo 23 de noviembre es una excelente ocasión para considerar cuatro relatos que se ocupan de la vida y obra de este notable humanista de simpatías protestantes, particularmente ligadas a su cercanía con Felipe Melanchton, aun cuando también valoró mucho el trabajo teológico de Juan Calvino, a quien también vertió al castellano. Nos referimos a las narraciones producidas por dos insignes estudiosos de su obra: José C. Nieto y Carlos Gilly, desde la investigación histórica y cultural, y a César Vidal y Mario Escobar, desde la reconstrucción imaginativa y literaria, igualmente valiosa.



El perfil intelectual, literario y teológico de Enzinas ha sido ampliamente estudiado en los últimos años y, si bien algunos como Jorge Bergua Cavero, le escamotean el membrete de “humanista”, sus enormes esfuerzos por promover la lectura de la Biblia y las creencias cristianas heterodoxas lo colocan en un lugar importante dentro del inmenso abanico de personalidades que dedicaron su vida a la trasformación del pensamiento religioso en el siglo XVI. Este autor, en las conclusiones de su libro sobre Enzinas cuestiona su perfil humanista al afirmar:



En realidad, Enzinas no es propiamente un humanista, si por tal entendemos al que se gana la vida con los studia humanitatis. Las formas que podía tomar esta actividad eran, por un lado, la edición y el comentario de textos, lo que en España quedaba casi descartado de antemano, ‘al no existir grandes empresas editoriales, ni bibliotecas en suficiente número para agruparlos en centros de trabajo filológico’ [Luis Gil Fernández, Panorama social del humanismo español, 1981]. […]



En cuanto a la opción de servicio al rey o de grandes señores, en su caso no sólo estaba descartada desde su cautiverio en Bruselas, sino que su propia condición de gran burgués le hacía poco menos que imposible ponerse al servicio de nadie. Por lo demás, y a diferencia de lo que pasa en España, Enzinas va a conocer un ambiente en el que sí es posible la primera de las citadas actividades —las grandes empresas editoriales, como las de Oporino y otros en Basilea—, aunque ya hemos visto que su inclinación le llevará, más que al trabajo filológico propiamente dicho, al mundo de la traducción y en parte al comercio de libros.2



 



No obstante esta apreciación, las tareas que llevó a cabo Enzinas lo ubican como un estudioso profundo y constante de las fuentes humanísticas y religiosas de su tiempo. Su afán por acercar la lectura del texto bíblico a sus contemporáneos lo acercó enormemente al perfil propio de algunos de los reformadores más notables y lo convirtió en un verdadero promotor de la cultura especialmente religiosa, además de autor de importantes propuestas teológicas de tono muy personal. Después de entregar un ejemplar de su traducción del Nuevo Testamento al emperador Carlos V, siete años después y dos antes de su muerte repentina, publicó otras sobre Job, los Salmos, Proverbios y Eclesiástico, como parte de su proyecto largamente acariciado de dar a conocer la Biblia completa.



Carlos Gilly, en su monumental tesis doctoral sobre Basilea como una importante ciudad en la que aparecieron múltiples traducciones bíblicas (Spanien und der Basler Buchdruk bis 1600. Ein Querschnitt durch die spanische Geistesgeschichte aus der Schicht einer europäischen Buchdruckertsdat [La imprenta de España y Basilea hasta 1600. Un corte transversal de la historia intelectual española desde la capa de una imprenta europea], 1985), dedica poco más de 20 páginas a Enzinas en la sección de autores heréticos. Reconstruye muy puntualmente su origen familiar, sus trabajos previos sobre Lutero y Calvino, y luego su llegada a Basilea “a finales de septiembre o principios de octubre de 1546, donde pretendía permanecer algún tiempo, ubi aliquando agere instituit, como escribió Heinrich Bullinger en una carta a Vadiano”.3 Gilly, puntuando muy bien los conocidos episodios de la vida de Enzinas, destaca la calidad humanista de su Historia vera sobre el asesinato de su amigo Juan Díaz (compañero de Bucero en el coloquio de Ratisbona, 1541) calificándolo como “un maestro de la narración humanista y [que] supo describir la historia del asesinato de su amigo de una manera tan impactante que podía ser utilizada como documento de protesta, edificación o propaganda al mismo tiempo. El clímax histórico y literario es sin duda la conversación entre Pedro de Malvenda y Juan Díaz en Ratisbona sobre el supuesto estado de paz de la religión en España, que Enzinas reprodujo en forma de diálogo directo”.4



Llama mucho la atención otra de las afirmaciones de Gilly acerca del accionar de Enzinas en relación con el papa, especialmente en su refutación del Concilio de Trento (1546):



Enzinas diseñó todo como una “campaña contra el Papa, el Emperador y el Concilio” (Jedin) acumulando críticas mordaces sobre los oponentes tanto en el prefacio al lector como en sus comentarios exhaustivos sobre los decretos del Concilio: Pablo III. siempre llamó al pirata romano (Istum piratam non esse hominem humanum, sed potius diabolum ipsum incamaturn); Carlos V fue retratado como criatura del Papa y juguete de los monjes, que contra la buena fe buscaba arruinar el imperio que le había sido confiado (O fidem infractam Imperatoris Caroli Maiestate dignam); y Enzinas consideró la asamblea de Trento como todo, menos santo, ecuménico, general, guiado por el Espíritu Santo, y legítimamente convocado, sino, como era de esperar, impia, blasphema, papistica, paucorum latronum, in spiritu diaboli, contra omne ius et fas instituta et ad perpetranda horribilia facinora congregata.5



 



Como parte de sus conclusiones Gilly hace observaciones importantes sobre el comportamiento religioso y teológico de Enzinas, esto es, sobre la forma en que se autodefinió en relación con los movimientos reformistas:



Todavía no tengo del todo clara la teología de Enzinas y por eso tengo que posponer mi declaración hasta un próximo ensayo sobre Dryander y Castellio. Sin embargo, surge la sospecha de que este español, al igual que Lelio Sozzini, supo ganarse la confianza de los reformadores con inteligencia y encanto, pero fue muy reservado en todo lo que concernía a sus convicciones más íntimas. No cabe duda de qué actitud habría adoptado ante la quema de Servet, que tuvo lugar un año después de su muerte, sin embargo, su pensamiento no se desarrolló en dirección al antitrinitarismo, porque calificó las tesis de Stancaro sobre la mediación de Cristo según la naturaleza humana como portentosa monstra, y en Basilea persuadió a su anfitriona, la viuda de Simón Grineo, de no publicar uno de los escritos de comunión de su marido (Ego vero autor ero mulieri, ut scriptum apud se contineat, neque hoc tempore in lucem venire patiatur), y sobre todo porque esta obra hablaba de la “carne celestial” de Cristo en proximidad sospechosa a Servet y Schwenkfeld.6



 



Nieto, por su parte, plantea un buen panorama de la vida y obra de Enzinas mediante un abordaje socio-religioso, y lo coloca en el plano del exilio religioso español:



En la secuencia cronológica de eventos, Francisco de Enzinas es una figura capital para un entendimiento histórico de la Reforma española, y emerge en el panorama religioso entre Juan de Valdés y la Reforma sevillana con personalidades tan centrales como Juan Gil y Constantino Ponce. Pero la trayectoria vital enziniana pertenece completamente a Europa y no a España, ya que él parece ser sin duda uno de los primeros personajes bien documentados históricamente que salió de España católico romano y se convirtió a la Reforma en el extranjero. Antes de su salida de su ciudad natal, Burgos, Enzinas no había tenido las inquietudes y precocidad religioso-heterodoxa como es el caso de Juan de Valdés, el cual abandonó España no para ir a las universidades europeas sino para evadirse de la Inquisición.7



 



También compara el humanismo de Enzinas con el de Fray Luis de León o Fray Luis de Granada en función de los enormes riesgos que corrieron quienes, como él, asumieron abiertamente las perspectivas luteranas. Y continúa con su propia reconstrucción de la evolución del trabajo del burgalés, agregando acotaciones que ofrecen luz sobre algunos episodios. Subraya también la importancia de sus cuestionamientos a Trento desde un énfasis teológico particular: “Este tratado refleja con celo religioso y precisión teológica las diferencias profundas entre la fe de la iglesia católico-romana y su doctrina de la salvación por medio de la cooperación humana con la gracia divina, y la fe de las iglesias de la Reforma por medio de la sola gracia y justificación por la fe, como doctrina paulina”.8



Finalmente, sobre las Memorias, Nieto se expresa como sigue:



Las Memorias tienen un valor imperecedero (El ‘yo’ como elemento autobiográfico emerge aquí antes del Lazarillo de Tormes y la Vida de Teresa. Estas Memorias hunden sus raíces en una conciencia autónoma en lucha con la tradición, la familia, la deshonra y el terror ante la muerte. Desde este yo heterodoxo otea la vida política religiosa de los Países Bajos de los cuales son un singular documento estas Memorias.), mientras que la edición del Nuevo Testamento fue repetida por otros, desde Juan Pérez de Pineda hasta Casiodoro de Reina con su Biblia. Pero además ésta es la primera obra que ha sido creada y concebida mediante una experiencia muy personal con la Inquisición. Es pues la primera obra de este género y como tal inaugura un tipo de literatura que luego reaparecerá de nuevo en la pseudónima obra de Las Artes de la Inquisición... […]



Enzinas da a sus Memorias una dimensión europea que es a la vez el vivo reflejo de su propia personalidad y significado histórico.9



 



En la vertiente literaria, César Vidal se hizo eco, en 2017, de las celebraciones por el 500º aniversario del nacimiento de Enzinas que se aproximaban, por lo que dio a las prensas El libro prohibido (Tyler, Jucum, 128 pp.), una biografía que forma parte de una colección dirigida al público juvenil. Luego de 16 capítulos breves y un tanto ágiles (el mejor quizá sea el que incluye los diálogos de Enzinas con su pariente Pedro de Lerma) que siguen a pie juntillas los momentos más relevantes de su vida, Vidal agrega una nota explicativa que explica al lector la relevancia del biografiado: “De él puede decirse que no sólo fue uno de los grandes humanistas españoles de mediados del siglo XVI, sino que además creyó durante años en la posibilidad de que la Reforma se produjera en el seno de la Iglesia católica. Se equivocó y no tardó en reconocerlo así. Con el paso de los años había ido aprendiendo que la Verdad es un bien al que hay que aferrarse allá donde se encuentre y esa convicción le llevó a decantarse por el bando de la Reforma” (pp. 119-120).



En este año, Mario Escobar agregó a su bibliografía Un hombre libre, biografía en tres partes y 38 capítulos, más extensa que la de Vidal (Brentwood, B&H, 192 pp.), con un enfoque similar, aunque con toques más específicos para acentuar el humanismo de Enzinas, como es el caso de los epígrafes de Erasmo de Rotterdam que abren cada capítulo. El retrato del humanista burgalés adquiere, por instantes, muy claros matices que lo sitúan en la época y proporciona una visión más clara de la evolución de su conciencia religiosa. Al igual que Vidal, cada capítulo está precedido de la fecha en que acontecen los sucesos y el libro también concluye con algunas aclaraciones históricas y una breve reseña de Enzinas y su hermano Diego. En una entrevista, Escobar comentó el propósito y el enfoque de su trabajo novelístico: “Una de las cosas que más me asombra es la tenacidad de Enzinas, quien, a pesar de tanta oposición en su propia familia y en la sociedad, jamás cedió en su empeño de llevar a otros las verdades bíblicas que él mismo había encontrado. Creía en el poder de los libros y la capacidad que tienen para educarnos y cambiarnos”.10



En una charla con Ana Mengotti, afirmó: “Yo creo que lo que nos puede aportar [la novela] es un poco de cordura en una época como la nuestra, en la que el radicalismo está otra vez tomando fuerza en todos los sentidos”. La nota agrega: “Escobar destaca que De Enzinas y otros reformistas fueron los que empezaron a hablar de libertad de conciencia, de tolerancia hacia las ideas de los otros y de respeto de los derechos de los demás, cuando ‘la mayoría pensaba que la violencia es legítima, que el súbdito tenía que estar sometido al poder político y no tenía derecho a opinar por sí mismo’”.11



Estos abordajes narrativos, además de los históricos e ideológicos, abonan muy bien a la recuperación de una figura señera que contribuyó, desde una experiencia muy particular, a abrir y consolidar espacios religiosos y culturales en una época tan compleja en la que la cerrazón de las instituciones era la constante y bregar contra corriente exigió de los actores del cambio una persistencia poco común. Enzinas debe ser recordado y leído como un humanista e intelectual de hondas convicciones cristianas muy interesado en que sus compatriotas conocieran la Biblia y la doctrina cristiana de primera mano. A ello dedicó sus esfuerzos, sus recursos y sus notables capacidades.



 



1 F. de Enzinas, “Al invictísimo monarca Don Carlos V, emperador”, en B. Foster Stockwell, Prefacios a las Biblias castellanas del siglo XVI. Buenos Aires, Librería La Aurora, 1939 (Obras clásicas de la Reforma, III), p. 27.



2 J. Bergua Cavero, “Enzinas en la encrucijada”, en Francisco de Enzinas: un humanista reformado en la Europa de Carlos V. Madrid, Trotta, 2006, p. 202.



3 C. Gilly, Spanien und der Basler Buchdruk bis 1600. Ein Querschnitt durch die spanische Geistesgeschichte aus der Schicht einer europäischen Buchdruckertsdat [La imprenta de España y Basilea hasta 1600. Un corte transversal de la historia intelectual española desde la capa de una imprenta europea]. Basilea-Fráncfort, Verlag Helbing & Lichtenhahn, 1985, p. 326. Versión propia, aquí.



4 Ibid., p. 329.



5 Ibid., pp. 331-332.



6 Ibid., pp. 352-353. Énfasis agregado.



7 J.C. Nieto, El Renacimiento y la otra España: visión cultural socioespiritual. Ginebra, Droz, 1997, p. 17.



8 Ibid., pp. 122-123.



9 Ibid., pp. 126-127.



10 Nimrod López, “Conoce a Francisco de Enzinas, el protestante español: Una entrevista a Mario Escobar”, en Coalición por el Evangelio, 30 de junio de 2023.



11 A. Mengotti, “Un hombre libre, la novela sobre el primer traductor al español del Nuevo Testamento”, en La Vanguardia, 19 de junio de 2023.


 

 


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