La amplia práctica de la traducción de Enzinas muestra su gran capacidad para identificar obras dignas de ser vertidas al castellano.
El miércoles y el sábado los debes dedicar a la lengua griega; y lee en casa las Vidas de Plutarco, al mismo tiempo traduce algo de Luciano. Debes hacer también estos ejercicios para la lengua: una lectura diaria del Nuevo Testamento y también de las Éticas de Aristóteles. [También le recomienda leer y escribir versos.]1
F. Melanchton
Una de las características fundamentales del humanismo del siglo XVI fue su interés profundo en traducir los textos clásicos, grecolatinos y bíblicos, para ponerlos al alcance de las personas ilustradas de su época. Esta idea, que se enuncia frecuentemente al momento de equiparar a los traductores de la Biblia o fragmentos con quienes tuvieron inquietudes reformistas en el seno del cristianismo europeo, debe ser bien confirmada y contrastada antes de atrever las visiones optimistas sobre esa labor que enfrentó oposición de diversas formas, especialmente desde la institución eclesiástica. De ello no escapó ni siquiera Erasmo de Rotterdam, el modelo absoluto de humanista y traductor del Nuevo Testamento al latín (basada en el Novum Instrumentum omne, 1516) cuya obra se estableció como el punto de partida para múltiples esfuerzos en esa línea.2 Las subsecuentes reediciones del texto griego, entre 1519 y 1533, hicieron de su labor el paradigma para todas las traducciones que vendrían después. Lutero utilizó la segunda edición del Nuevo Testamento griego (1519) para su versión al alemán.
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En el caso de España, adonde Erasmo se negó a ir por invitación del cardenal Cisneros a fin de colaborar en la Biblia Políglota, impresa entre 1514 y 1517 en Alcalá de Henares. Allí, su influencia fue ambigua e impactó profundamente en las corrientes religiosas y filosóficas, además de abrir algunas puertas, pequeñas ciertamente, para las disidencias religiosas:
En España, como en Portugal, las obras de Erasmo habían sido bien acogidas, en los ámbitos de la corte más particularmente; y esta recepción había propiciado, por una parte, una corriente irenista que propugnó, mediante el regreso a una philosophia Christi y a las fuentes del agustinismo, la búsqueda de un terreno común con los reformados. Pero, por otra parte, sus escritos también originaron un movimiento radical de reforma religiosa que rechazaba el marco disciplinar de las iglesias reformadas y que se expresó entre varios autores de la Península.3
Las dificultades que surgieron para autorizar las traducciones, tanto de textos sagrados como de otros literarios, implicaban que los primeros debían pasar por una serie de filtros político-religioso dado el temor excesivo por que su lectura produjese desestabilización social y cuestionamientos a la autoridad jerárquica. Se advirtió en las traducciones la capacidad potencial de poner en tela de juicio el orden establecido y cuestionar las enseñanzas tradicionales:
En el curso del siglo XVI se vivió de modo especial la tensión relacionada con la traducción a la que se enfrenta toda escritura sagrada (¿hasta qué punto es traducible una palabra divina?) y, sobre todo, con el poder de la traducción como instrumento para desestabilizar jerarquías establecidas. Durante ese siglo, la Iglesia católica intentó contener el impulso hacia la traducción que mostraron sectores cristianos llevados por el afán de renovación y vuelta a las fuentes que fue característico del humanismo.4
Erasmo tradujo obras de Plutarco, Séneca y Suetonio entre otros autores, al mismo tiempo que promovía la traducción de la Biblia, especialmente en la Paraclesis ad philosophiae christianae studium (Exhortación al estudio de la filosofía cristiana), que acompañó la aparición del Nuevo Testamento griego. Su impacto en la Península Ibérica fue valorado por Marcel Bataillon: “…parece que hubo en la Iglesia de España, hacia mediados del siglo, una corriente de inspiración erasmiana en favor de la traducción de la Biblia, o en todo caso del Nuevo Testamento”.5 Y a continuación, se pregunta: “Si esta corriente no tuvo ningún resultado eficaz, ¿hay que explicarlo únicamente por una prohibición anterior que invocaron los defensores más prudentes de la ortodoxia, y en la cual se inspiró la Inquisición?”. Inmediatamente después menciona a Francisco de Enzinas y el tratado Adversus omnes haereses, “donde se sostenía la tesis de que la lectura generalizada de la Sagrada Escritura es fuente inagotable de herejías”.6 Y añade, acerca de la estela erasmiana recuperable en Enzinas: “El Nuevo Testamento de Enzinas, hermosa versión española del Novum Instrumentumerasmiano, fue tenido por sospechoso a causa de ciertas anotaciones marginales. Además, imprimió en tipos más gruesos los versículos de San Pablo invocados por los adeptos de la justificación por la fe. La traducción se prohibió en España y en los Países Bajos, y su influencia sobre la reforma española fue nula”.7
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En Enzinas, quien tradujo no solamente libros bíblicos, el Nuevo Testamento y otras obras clásicas, aplica muy bien el modelo del humanista conocedor minucioso de los idiomas antiguos. En los recuentos de sus traducciones, particularmente las más recientes de Jonathan L. Nelson y Jorge Bergua Cavero (Marcelino Menéndez y Pelayo también se ocupó de ellas), se puede apreciar el orden cronológico de las correspondientes a autores clásicos, que son posteriores a las tres primeras obras suyas (Breve y compendiosa institución de la religión christiana, 1541; el Nuevo Testamento, 1543; Acta Concilii Tridentini, anno MDXLVI celebrati…, 1546; Historia vera de morte sancti uiri Joannis Diazii Hispani…, 1546): 1. Plutarco, Las vidas de dos ilustres varones…, (Vidas paralelas, como las tituló el autor), 1547; 2. Diálogos de Luciano, no menos ingeniosos que provechosos…, 1550; 3. Compendio de las catorce décadas de Tito Livio paduano, príncipe de la historia romana…, 1550; 4. Plutarco, El primero volumen de las Vidas de los ilustres y excelentes varones griegos y romanos pareadas…, 1551; 5. Historia verdadera de Luciano, traducida del griego en lengua castellana…, 1551; y Todas las décadas de Tito Livio paduano…, 1552. Es posible que haya intervenido también en el Libro de los comentarios de Gayo Julio César de las guerras de Galia, África y España…, 1549.8
El año 1550, dos antes de su muerte, fue particularmente prolífico, pues además de estas obras se publicaron también las traducciones de varios libros del Antiguo Testamento. Bergua Cavero indagó los avatares que acompañaron cada traducción y las situó en el contexto biográfico de Enzinas, lo que Nelson no hizo, por centrarse en la del Nuevo Testamento. La valoración de Menéndez y Pelayo en Historia de los heterodoxos españoles y en Biblioteca de traductores españoles (1952-1953) es muy interesante pues lo cita directamente. Sobre Plutarco afirma:
A pesar de la opinión de Boehmer en contra, todo induce a creer que la primera muestra que Enzinas divulgó de su Plutarco fueron las vidas de los dos illustres varones Simón (Cimón), griego, y Lucio Lucullo, romano, puestas al parangón la una de la otra... libro que apareció en 1547, sin fecha ni lugar de impresión, aunque los tipos parecen de la imprenta lugdunense de Frellon. Publicó el intérprete estas dos vidas como muestra de más ardua labor... prometiendo muy en breve sacar a luz toda la obra de Plutarco, la mayor parte de la cual estaba ya presta. Como el vocablo paralelas era aún desconocido en castellano, tuvo que explicar por un largo rodeo que “quería decir vidas de ilustres varones puestas en comparación, en balanza, en contienda, en similitud, en semejanza las unas de las otras, como si dijésemos, puestas al parangón las unas de las otras, la cual palabra no es tan familiarmente usurpada en nuestra lengua castellana como las otras; pero si de hoy más fuere usada, en entre los que se precian de hablar puramente, no será menos natural, propia y elegante, y será más significante que las otras.
En la traducción procuró atender más a la gravedad de las sentencias que al número de las palabras; y por eso, más que el nombre de traductor merece el de parafraseador, puesto que intercala no sólo frases, sino hasta ideas propias.9
Se permite, además, algunas críticas al criterio literario de Enzinas y, al mismo tiempo, sitúa su tarea editorial en el contexto de su filiación religiosa:
Como Francisco de Enzinas admiraba sobremanera, y aún más de lo justo al biógrafo de Queronea, hasta el punto de decir “que entre todos los escritores que hasta hoy se hallan, así griegos como latinos... en este género de escritura, no hay ninguno que pueda ser comparado con la gravísima historia de las vidas del Plutarco”, no levantó mano de aquella luenga y dificultosa labor, y en 1551 hizo correr de molde El primero volumen de las vidas de illustres y excellentes varones Griegos y Romanos, publicado en Estrasburgo por Agustín Frisio, aunque hay ejemplares con diversas portadas y con o sin el nombre de Enzinas, según que habían de circular en país católico o protestante.10
De manera similar continúa su evaluación de las demás traducciones, incluyendo el dato de que posiblemente colaboró con Diego Gracián de Alderete (1510-1600), intérprete de Carlos V, quien se negó “a que sonara su nombre en un libro escrito por un hereje fugado de las cárceles y perseguido por el Santo Oficio. Para distinguir de algún modo el trabajo de Gracián, se empleó foliatura diversa; y como los ejemplares introducidos en España no llevaban nombre del traductor, Gracián no tuvo reparo en declarar, al frente de su traducción de los Morales, que ‘algunas de las vidas eran suyas’”.11
Menéndez y Pelayo concluye: “En todas estas versiones es de aplaudir la gallardía unida a la precisión del lenguaje, no exento, sin embargo, de galicismos, y es de censurar la poca exactitud con que el autor traslada, y no porque dejase de saber, y muy bien, el griego, sino por la manía de amplificar y desleír. Sin duda se había propuesto formar una colección de clásicos griegos y latinos”. Esta opinión coincide con la de Bergua Cavero, quien sostiene: “Y efectivamente, las versiones de estas dos Vidas están trufadas de algo tan característico de Enzinas —o, para ser más exactos, de una parte de sus traducciones— como son las digresiones moralizantes o pedagógicas (‘ponderar con prudencia’), en algunos casos de gran extensión, de las que Aurelio Pérez Jiménez ofrece varios ejemplos muy significativos. […] Tampoco faltan alusiones a la clemencia y la humanidad de los gobernantes, en clara referencia a su propia situación como víctima de la intolerancia religiosa”.12
Nelson refiere la disciplina de Enzinas durante el tiempo que pasó en Wittenberg para combinar sus aficiones bíblicas con la intención de traducir a estos autores antiguos:
En Wittenberg lo llevaron a la casa de Melanchthon. Su nuevo preceptor le impuso un régimen de estudio centrado en la lectura de las Escrituras dos veces al día con miras a extraer sus loci communes, particularmente los temas relacionados con las promesas del Evangelio. Éste iba a ser al mismo tiempo un ejercicio devocional e intelectual. También debía estudiar teología dos horas por semana; con esto Melanchthon se refería a teología bíblica, más que dogmática. El resto de su tiempo lo dividiría entre asistir a conferencias de su elección y leer autores clásicos en casa. Debía concentrarse en el griego: dos días a la semana leyendo a Plutarco y traduciendo a Luciano, más una hora diaria leyendo el Nuevo Testamento y la Ética de Aristóteles. En los días festivos debía dedicarse a la oración y al estudio de los Salmos, et sic legas, ut quaeras ueram lectionem, simplicem, germanam et natiuam sententiam [“y lee así, para que busques una verdadera lección, una frase sencilla, auténtica y natural”].13
La amplia práctica de la traducción de Enzinas muestra su gran capacidad para identificar obras dignas de ser vertidas al castellano en su afán, claramente humanista, de contribuir a la recuperación de autores clásicos que debían estar al alcance de los lectores/as de su tiempo, una tarea divulgadora bien arraigada en los ideales literarios e ideológicos que compartió con otros escritores y pensadores de su generación.
Notas
1 F. Melanchton, Ep. 1b, p. 17, cit. por Jorge Bergua Cavero, Francisco de Enzinas: un humanista reformado en la Europa de Carlos V. Madrid, Trotta, 2006, p. 40.
3 Michel Boeglin, “Introducción: Reforma y disidencia religiosa. La recepción de la Reforma en la Península Ibérica en el siglo XVI”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernandez Terricabras y David Kahn. Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la península ibérica en el siglo XVI. Casa de Velázquez, 2018, p. 9.
4 Juan Gabriel López Guix, “Biblias políglotas y traducciones bíblicas al castellano en el siglo XVI”, en Trans, núm. 25, 2021, p. 19.
5 M. Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI. México, Fondo de Cultura Económica, 1966, p. 550.
8 J. Bergua Cavero, op. cit., pp. 214-216; y J.L. Nelson, Francisco de Enzinas (Dryander) and Spanish evangelical humanism before the Council of Trent. Tesis doctoral, Universidad de Manchester, 1999, pp. 265-266.
9 M. Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles. Erasmistas y protestantes. Sectas místicas. Judaizantes y moriscos. Artes mágicas. México, Porrúa, 1982 (“Sepan cuantos…”, 370), p. 138. Énfasis original. Cf. M. Menéndez y Pelayo, Biblioteca de traductores españoles. Santander, Fundación Ignacio Larramendi, 2021, www.larramendi.es/menendezpelayo/es/corpus/unidad.do?idCorpus=1000&idUnidad=101094&posicion=1.
12 J. Bergua Cavero, op. cit., p. 97. Cf. A. Pérez Jiménez, “La versión renacentista de la Vida de Cimón y Lúculo de Plutarco”, en J.C. Santoyo et al., eds., Fiduis interpres. Actas de las primeras Jornadas Nacionales de Historia de la Traducción. León, 1987, pp. 140-147.
13 J.L. Nelson, op. cit., p. 55. Versión propia. Nelson refiere un documento en latín: El modo y sistema de estudio, junto con un catálogo de lugares comunes, escrito todo por el señor Felipe Melanchton para uso de cierto español. En el año 42”.
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