Agua de mayo

—El 40% de los fieles de esta iglesia no son nacidos de nuevo —dijo con contundencia el predicador.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Estas palabras cayeron como una piedra sobre los miembros de aquella comunidad religiosa. Tal revuelo ocasionó que ya no le dejaron hablar más desde el púlpito.

Los creyentes más antiguos llamaron aparte al predicador pidiéndole explicaciones.

—Me lo ha revelado el Señor —fue su única defensa.

Doctrinalmente todos sabían que nadie podía arrogarse la presunción de tener revelaciones divinas, y aún menos fuera del canon bíblico. Pero además le reprocharon lo inapropiado de aquellas palabras, porque solo algunos locos dicen conocer quién es salvo y quién no.

Con todo, no cayeron en saco roto para todos.

Chavita pidió a los ancianos dar testimonio a la iglesia de su conversión, a lo que accedieron.

—Yo, yo estaba en ese 40% que dijo el predicador. Cumplía todos los requisitos del buen creyente. Pero a pesar de pertenecer durante 36 años como miembro en esta comunidad ahora sé que estaba lejos de la Gracia divina, ahora que el Señor se ha apiadado de mí. Soy una niña en la fe y ahora he empezado a crecer, ahora que hay vida en mí.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

Pero no solo fue ella, como en cascada y por efecto contagio muchos creyentes de los antiguos fueron dando testimonio de la falsedad de sus vidas, y de lo que recientemente habían experimentado, ahora sí, una verdadera conversión.

El Señor se compadeció de aquella comunidad religiosa y su Gracia descendió sobre ellos como agua de mayo.

El Señor es bueno.

“Velad debidamente, y no pequéis, porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo”. (1 Corintios 15:34)