Enzinas tuvo una cercanía con Calvino que le permitió avizorar, más tarde, la posibilidad de publicar la Biblia completa en castellano, proyecto que se frustró por su muerte prematura en 1552.
Por lo demás, la sentencia que vosotros llamáis luterana, yo me atrevo a llamarla claramente, aquí delante de vosotros, de San Pablo, o sea, cristiana. Por lo tanto, inferís al Espíritu Santo una injuria que se aproxima a la blasfemia, cuando osáis, con no sé qué insolencia, llamar a la Palabra eterna de Dios, inspirada y revelada a los hombres por sus maravillosos designios, cuando osáis llamarla, digo, luterana. No puedo creer que Dios deje impune semejante audacia. […] Esta sentencia jamás fue forjada en el cerebro de Lutero; esta doctrina no es invención de Lutero, sino que es un decreto eterno, firme e inmutable de la sabiduría del cielo, ordenado y establecido primeramente en el trono del Padre eterno, y revelado después por el ministerio de San Pablo a la Iglesia, a fin de que lleve salvación a todo creyente.1
F. de Enzinas
Breve y compendiosa institución de la religión cristiana (1540; 2008), con introducción, edición crítica y notas de Jonathan L. Nelson, es el primer volumen de una especie de trilogía de Francisco de Enzinas, junto con Verdadera historia de la muerte del santo varón Juan Díaz, por Claude de Senerclans (1546; 2008) y Sabiduría de lo alto. Cuatro traducciones bíblicas castellanas del siglo XVI (1550; 2017), todos ellos publicados por la Universidad de Castilla-La Mancha en coedición con otras instituciones. Estas tres obras forman parte de las que este humanista con ideas reformadoras logró publicar en su corta vida y que Jorge Bergua Cavero inventarió minuciosamente.2 Como bien se ha mencionado antes en estas páginas, Nelson es autor de Francisco de Enzinas (Dryander) and Spanish evangelical humanism before the Council of Trent, tesis doctoral presentada en la Universidad de Manchester en 1999, además del magnífico cuadernillo que acompaña al Nuevo Testamento facsimilar traducido por Enzinas, dado a conocer por la Sociedad Bíblica española en 2020. En noviembre próximo se cumplirán 480 años de esta importante publicación, la primera en castellano, y que anticipó los esfuerzos de Juan Pérez de Pineda y Casiodoro de Reina, de quienes fue antecedente directo.
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Sin ánimo de repetir lo que varios especialistas han escrito, hay que subrayar que, es preciso recuperar las voces y aportaciones de personajes tan singulares y relevantes para la circulación de las ideas reformadoras. Lo hicieron así el alemán Edward Boemer (1874) y, aunque no con ese propósito, Marcelino Menéndez y Pelayo (1882), siempre citado en relación con estos temas. A ambos menciona B. Foster Stockwell al referir el posible origen de la traducción de los documentos calviniano y luterano, reunidos en un volumen. Hoy está confirmado que Enzinas fue el autor de esa traducción, aun cuando los datos de la impresión (lugar y año) eran falsos:
El renombrado erudito alemán, Eduardo Boehmer, muy versado en estos estudios, le atribuía a Enzinas (aunque sin poder tener seguridad de ello) la traducción al castellano de un resumen de la Institución de Juan Calvino, editada originariamente en Ginebra en 1536. Esta Breve i compendiosa institución de la religión Christiana..., escripta por el docto uaron Francisco de Elao a ruega de un amigo y hermano suio en Christo, fue impresa en “Thopeia” (probablemente Gante) en el año 1540, junto con el Tractado de la libertad Cristiana y los siete Salmos penitenciales.3
En este lado del Atlántico y sin tener en las manos esta obra (y las demás), difícilmente se puede apreciar con suficiencia los alcances de su valor original, en medio de los lances y aventuras de un autor que apenas frisaba los 24 años, en el primer caso, y luego los 28 y 32, en los demás casos, respectivamente. Ya los biógrafos de Enzinas han señalado que esta traducción la hizo antes de encontrarse con Felipe Melanchton en la Universidad de Wittenberg, a fin de ser su discípulo en la cátedra de griego, gracias a lo cual afrontó la tarea de trasladar el Nuevo Testamento a su idioma materno en 1543, sí, ¡antes de cumplir los 25 años! Los escritos de Melanchton debió conocerlos en la Universidad de Lovaina, adonde llegó en 1539. En octubre de 1541 ya estaba inscrito en Wittenberg por recomendación de Jan Laski, condiscípulo suyo en Lovaina, y se hospedó en la casa del sucesor de Lutero, quien le aconsejó llevar a cabo esa traducción. De modo que su contacto directo con las fuentes del luteranismo le permitió acometer la traducción del tratado de Lutero sobre la libertad cristiana.
En su reconstrucción de origen de las traducciones de los dos reformadores, Nelson parte del descubrimiento que el librero londinense Joseph Lilly hizo en septiembre de 1858 y que comunicó a Benjamin Wiffen, amigo de Luis de Usoz y Río (1805-1865), el incansable investigador de la disidencia religiosa española. Este erudito había conjeturado “con su acostumbrado acierto, que era una obra de Francisco de Enzinas impresa en Amberes”.4 Como parte de una labor detectivesca, Nelson cita las palabras de Wiffen en una carta a Usoz: “Parecería ser un resumen extraído de la primera edición de la Institución de Calvino, 1536 [...] Si esta suposición resulta, después de un examen más detenido, que es correcta, puede tomar su lugar en esta serie de elementos de instrucción religiosa extraídos por los antiguos reformadores españoles de los de Calvino, y en este caso, tendría una precedencia de diez años sobre este ‘Catecismo’ de 1550”.5
Y es que, en efecto, en 1550 apareció una traducción castellana anónima del Catecismo de Calvino: “La primera versión lleva por título Catechismo. A saber es formulario para instruir los mochachos en la Christiandad: Hecho a manera de Diálogo, donde el Ministro de la Yglesia pregunta, y el mochacho responde. En la obra no consta ni en portada, ni en parte alguna de ella, el lugar de edición, ni la imprenta en que se ejecutó. Es de 1550”.6 Con base en estas aseveraciones, queda claro que, a contracorriente de otros reformistas españoles como el propio Casiodoro de Reina o Miguel Servet, que no congeniaron con Calvino, Enzinas tuvo una cercanía con Calvino que le permitió avizorar, más tarde, la posibilidad de publicar la Biblia completa en castellano, proyecto que se frustró por su muerte prematura en 1552. Carlos Gilly se refiere a ello al notar un aspecto que resultaría, por lo menos, contradictorio:
Pero Enzinas tenía planes más ambiciosos. El burgalés, quien ya en 1543 había traducido el Nuevo Testamento al español partiendo del texto de Erasmo, se propuso traducir un decenio más tarde todo el Antiguo Testamento a la misma lengua siguiendo de nuevo el texto de la Biblia latina de Castellion. Y esta versión de la Biblia entera en español, para la que Enzinas había hecho grabar unas seiscientas imágenes y fundir unos tipos de letra magníficos (que luego utilizó Oporino en la segunda edición de Vesalio, De corporis humani fabrica de 1555), Enzinas la quiso hacer imprimir en Ginebra, gracias a la ayuda del mismo Calvino, quien se había ofrecido a buscar comanditarios entre los comerciantes de Ginebra para financiar la impresión. Solo la muerte temprana de Enzinas, antes de la realización del proyecto, evitó al reformador de Ginebra la afrenta más infamante de su vida: financiar y publicar en su misma ciudad, para edificación cristiana de sus enemigos en el campo político, la versión de la Biblia de sus mayores enemigos en el campo religioso.7
En el verano del año de su muerte, como refieren los biógrafos, Enzinas visitó al reformador francés, “con quien había estaba, hacía mucho tiempo, en correspondencia”.8 Bergua Cavero se extiende en varios momentos sobre la comunicación que tuvo con Calvino, quien lo llegó a calificar en una carta del 18 de mayo de 1547 como eruditissimo uro domino Francisco Dryandro, amico charissimo, algo verdaderamente notable viniendo de alguien que no tuvo en mucho aprecio a los españoles.9
Sobre la parte correspondiente a Lutero en el resto del volumen, Nelson explica: “El ejemplar de Usoz era el único que se conocía en la época y era defectuoso, careciendo del cuaderno b. pero en 1973, André Bertholet dio noticia de otro ejemplar (descubierto una docena de años antes), perfectamente íntegro, perteneciente a la Bibliothèque Municipale de Le Mans”.10 Con ello se completó, afortunadamente, la perspectiva para valorar sólidamente la importancia del empeño de alguien que no veía problema en reunir a los reformadores principales en medio de las desdichadas controversias que enfrentarían durante mucho tiempo a sus seguidores, más puritas doctrinalmente que ellos mismos. Mucho hay que referir todavía acerca de las características y el contenido teológico de esta traducción doble.
Concluye esta entrega con unas palabras muy esclarecedoras de Bergua Cavero sobre la personalidad humanista de Enzinas:
Nunca lo sabremos, pero queda la persistente sensación de que Enzinas no andaba muy lejos de ese tipo de “reformadores sin Iglesia” que, tanto por su escepticismo en cuanto a la posibilidad de hallar solución clara a los grandes problemas teológicos discutidos por la Reforma, como por su espiritualismo básicamente indiferente a los dogmas y a la organización eclesiástica, iban a protagonizar en los años venideros una de las grandes controversias en la historia intelectual de Europa: la batalla por la tolerancia religiosa y en contra de que los “herejes” fueran entregados para su castigo al poder secular.11
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Notas
1 F. de Enzinas, “Primeros interrogatorios”, en Memorias. Historia del Estado de los Países Bajos y de la religión de España. T. I. Trad. de Adam Sosa. Buenos Aires-México, La Aurora-Casa Unida de Publicaciones, 1944 (Obras clásicas de la Reforma, VII), p. 149.
2 J. Bergua Cavero, Francisco de Enzinas: um humanista reformado en la Europa de Carlos V.
3 B. Foster Stockwell, “Notas biográficas”, en El Nuevo Testamento de Nuestro Redentor y Salvador Jesucristo. Traducido del griego en lengua castellana, por Francisco de Enzinas. Buenos Aires, La Aurora, 1943, p. 6. Stockwell cita el libro de E. Boehmer, Spanish reformers of two centuries. Londres, Trübner & Co., 1874 (tomo I), que hasta entonces era el estudio más completo acerca de los reformistas españoles.
4 J.L. Nelson, “Introducción”, en F. de Enzinas, Breve y compendiosa institución de la religión cristiana (1542). Cuenca, Ediciones de la universidad de Castilla-La Mancha, 2008 (Ediciones críticas, 8), p. 21.
5 Cit. por J.L. Nelson, op. cit. Versión propia.
6 Luis Resines Llorente, “Dos versiones castellanas del Catecismo de Calvino”, en Estudio Agustiniano, vol. 44, fasc. 3, septiembre diciembre de 2009, p. 375.
7 C. Gilly, “El influjo de Sébastien Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo XVI”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernández Terricabaras y David Kahn, dirs., Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la península ibérica en el siglo XVI. Madrid, casa de Velázquez, 2018, pp. 305-349.
8 M. Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles. Erasmistas y protestantes. Sectas místicas. Judaizantes y moriscos. Artes mágicas. México, Porrúa, 1982 (“Sepan cuantos…”, 370), p. 139.
9 F. de Enzinas, Epistolario. Ignacio J. García Pinilla, ed. y trad. Ginebra, Broz, 1992, p. 238, cit. por J. Bergua Cavero, op. cit., p. 106.
10 J.L. Nelson, op. cit., p. 22. El artículo en cuestión es: A. Bertholet, “Essai d’un inventaire du fonds espagnol ancien de la Bibliothèque Municipale de Le Mans”, en Bulletin de la Société d’Agriculture, Sciences et Arts de la Sarthe, 17, 1973, p. 122.
11 J. Bergua Cavero, op. cit., p. 188.
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