Habrá traidores como Judas y creyentes débiles como Pedro. Sin embargo, Jesús expone una serie de consideraciones que ayudarán a los suyos a seguir adelante.
“¿Indignados, intimidados o infiltrados?”, de Esteban Rodemann (Andamio Editorial, 2022). Puede saber más sobre el libro aquí.
Las condiciones del mundo sin duda dan motivos suficientes para que el cristiano acabe enfadado. Es una indignación santa. Uno se siente como el profeta: “Estoy lleno de la ira de Jehová” (Jer. 6:11). También hay motivos para tambalearse bajo la losa de la incertidumbre. La ansiedad acecha. Los referentes éticos de la sociedad se han desmoronado. En muchas iglesias evangélicas se cuestiona abiertamente la autoridad de la Palabra de Dios. La falta de criterios claros para guiar el comportamiento cristiano aviva la inseguridad de los hermanos.
Pero ¿son estas las respuestas más adecuadas para el creyente en Jesucristo: andar despotricando como indignados o amedrentados como intimidados?
Tal vez, lo mejor sería dedicarnos a nuestros asuntos, vestirnos la coraza de la abulia, plantear ideales más modestos, tratar de ser un poquito feliz sin más. Trabajar, criar una familia, charlar con amigos, irnos de vacaciones y olvidarnos de las grandes cuestiones sociales. Pasar de las amistades desaparecidas: “peor para ellos”. Meter la cabeza en la arena como el avestruz.
El mundo no es lo que debería ser. Hay algo profundamente roto; los síntomas se aprecian por doquier. Las instituciones no funcionan, las personas particulares tampoco. Hay goteras en lo público y en lo privado. Hasta las iglesias evangélicas dejan mucho que desear. Nadie ha conseguido implantar la utopía. La injusticia campa por sus anchas.
Cuando Jesús se despide de sus seguidores en la noche antes de su muerte, su intención en la conversación del aposento alto (Jn. 13-17) es prepararlos para una misión futura: dar testimonio en un mundo roto. Ahora no podrán contar con la presencia física de Cristo a su lado. Jesús se marchará de ellos y no le pueden seguir. Allí fuera, la sociedad sigue bajo el dominio del “príncipe de este mundo”. Habrá personas que rechazarán enérgicamente el testimonio de Cristo, hasta matar a sus seguidores. Habrá traidores como Judas y creyentes débiles como Pedro. Sin embargo, Jesús expone una serie de consideraciones que ayudarán a los suyos a seguir adelante.
La clave será que ellos se vean a sí mismos como enviados a un mundo al que realmente no pertenecen. Su identidad más profunda se define siguiendo otros paradigmas. Han de actuar como infiltrados en una sociedad, como para servir de levadura en medio de ella. Vienen de otra parte, como extraterrestres. No proceden del mundo, pero tienen una misión que realizar en el mundo. Con la ayuda del Señor influirán poderosamente para bien. Con Cristo serán más que vencedores. Dice Jesús, “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”.
El discurso del aposento alto gira en torno a ocho principios que desarrollan distintas maneras de aplicar el evangelio a la vida real, en medio de una sociedad que no funciona como debe. Son principios espirituales que captan la esencia de lo que significa vivir el evangelio día a día. La nueva vida que Dios implanta en el corazón puede más que todos los obstáculos a la fe. Tenemos recursos espirituales suficientes como para influir más en los que nos rodean, que ellos en nosotros. Somos agentes de la gracia de Dios, puestos aquí para contagiar positivamente en la vida de otros. Tenemos el llamamiento de infiltrarnos en la sociedad, impactando para bien.
La vida sobrenatural que fluye de la conexión con Dios ofrece soluciones a todas las situaciones que surgen, desde la infancia hasta la vejez. Te permite aportar sanidad en el instituto, en la universidad, en el trabajo y en la sociedad. Te aclara la naturaleza de la amistad y el amor. Te capacita para ser una bendición en la familia que te ha tocado. Te da recursos para encajar las dificultades que surgen en las relaciones personales. Te da una visión esperanzadora respecto al futuro. Si te plantas y vas con Cristo, habrá bendición, aunque falten otros apoyos humanos.
Jesucristo lo cambia todo. Te cambia de indignado o de intimidado, en infiltrado.
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