Un estudio realizado por el genetista Joseph H. Nadeau ha puesto de manifiesto que el óvulo posee una importante función seleccionadora de los espermatozoides.
Durante 35 años, estuve enseñando a mis alumnos de ciencias naturales, en el instituto de bachillerato, algo que hoy se ha demostrado falso.
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Les explicaba la reproducción humana, mediante aquellas viejas diapositivas Kodachrome, tal como venía en sus libros de texto.
Les decía que los espermatozoides más veloces llegaban primero al óvulo femenino y en cuanto uno de ellos lograba contactar con la “zona pelúcida” que lo recubre, éste formaba una barrera para evitar la “poliespermia”. Es decir, la posibilidad de que otros espermatozoides pudieran introducir también sus minúsculas cabecitas en esta zona y provocar una fecundación múltiple.
Por tanto, la fertilización era como una carrera de obstáculos en la que ganaba siempre el más rápido, logrando así fusionar su ADN con el del óvulo.
La veloz virilidad masculina determinaba siempre el resultado final, mientras que el gameto femenino era pasivo y se dejaba fecundar sin más. Pues bien, como generalmente suele ocurrir en biología, la cosa parece mucho más complicada.
Un estudio realizado por el genetista Joseph H. Nadeau ha puesto de manifiesto que el óvulo posee una importante función seleccionadora de los espermatozoides. [1]
Al parecer, el óvulo femenino elige al espermatozoide que lo fecundará, en función de la calidad del ADN de éste.
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Semejante descubrimiento ha sido algo revolucionario ya que da al traste con la antigua idea de pasividad del gameto femenino y proporciona mayor complejidad a la ley mendeliana de la aleatoriedad genética.
Es como si las células sexuales se cortejaran entre ellas y fuera la femenina quien tomara la decisión final de fusionarse con la masculina. Más o menos como ocurre con el emparejamiento de tantísimas especies biológicas.
Uno de los principios fundamentales de la herencia de los organismos que se reproducen sexualmente, como las personas, es que los gametos o células sexuales se combinan al azar en la fertilización.
Esto garantizaría una representación equilibrada y predecible de las variables heredadas en cada generación, según la Primera Ley de Mendel.
Sin embargo, el descubrimiento de esta interacción especial entre el óvulo y el esperma podría modificar nuestra comprensión de la herencia y la reproducción.
Resulta que el primer espermatozoide que llega al óvulo no es el que lo fecunda. Esto es un mito de la biología que se ha venido aceptando hasta el día de hoy.
Lo que realmente ocurre es que los primeros en llegar comienzan a debilitar la zona pelúcida. Esta capa translúcida del óvulo sirve, entre otras cosas, para protegerlo de bacterias, atraer a los espermatozoides y dejar entrar sólo a uno.
El elegido no suele ser de los primeros en llegar sino todo lo contrario. Éstos se sacrifican por los demás, ablandando la capa para que alguno de los que arriban después -con mejor ADN- pueda atravesarla y fusionar su núcleo al del óvulo.
Si no fuera por el poder atractivo de dicha capa, los espermatozoides pasarían de largo sin siquiera reconocer al óvulo. Por tanto, el elegido no será el más rápido sino aquél que se encuentre en el lugar adecuado y en el momento oportuno.
De manera que aquella idea estimulante, tantas veces repetida, con el fin de dar ánimo en los momentos difíciles: “¡adelante, recuerda que fuiste el primer espermatozoide en llegar!”, es completamente falsa.
Es el óvulo quien atrae a los millones de espermatozoides y selecciona, no al más veloz, sino a uno de los más adecuados desde el punto de vista genético.
No obstante, todavía se desconoce cómo logra el óvulo hacer esto, qué mecanismos bioquímicos emplea para ello o de dónde ha recibido la información biológica necesaria para esta compleja selección de gametos masculinos.
Detrás de cada puerta que la ciencia abre se nos muestra la sofisticada complejidad de los seres vivos. En mi opinión, esto nos indica continuamente que este mundo fue creado por una inteligencia infinita y no por la casualidad natural.
[1] Nadeau, J. H. 2017, Do Gametes Woo? Evidence for Their Nonrandom Union at Fertilization, NIH, PublMed, Oct., 207(2):369-387.
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