Las agallas son como hoteles de cinco estrellas para los insectos y demás parásitos, que las plantas les ofrecen a éstos prácticamente a cambio de nada.
Las agallas son estructuras que se forman en las plantas como consecuencia de la acción de insectos, gusanos, hongos, bacterias o virus.
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En realidad, se trata de la respuesta que proporciona el vegetal a la presencia del parásito. Generalmente suele producirse un crecimiento anómalo de tejido cuyo fin es aislar la acción de la especie parásita.
Sin embargo, el tejido así formado, que puede adquirir formas muy diversas, constituye siempre un claro beneficio para la especie invasora ya que la protege de posibles depredadores y le proporciona un ambiente adecuado para su desarrollo.
Existen miles de ejemplos de agallas que se originan en otras tantas especies vegetales. Una de las más comunes en nuestras latitudes son esas esferas parduzcas del tamaño de canicas que se forman en las hojas de los robles, como consecuencia de la deposición de los huevos de ciertas especies de insectos himenópteros.
Los botánicos saben, desde hace cientos de años, que el servicio que proporcionan ciertos vegetales a los organismos que los parasitan, mediante la formación de agallas, suele resultar en un perjuicio para las propias plantas.
Cuando la infestación es masiva, puede causar atrofia en hojas y tallos, marchitamiento, despigmentación e incluso la muerte de la planta. Aunque lo más habitual es que la mayoría de los vegetales con agallas logren sobrevivir bien sin mayores consecuencias.
No obstante, los insectos parásitos salen notablemente beneficiados de dicha relación ya que reciben una buena nutrición para sus larvas; se les proporciona a éstas un excelente ambiente para vivir en la época más vulnerable de sus vidas; quedan bien protegidas de posibles depredadores; se las envuelve mediante capas formadas por compuestos fenólicos, como el ácido tánico y gálico, con propiedades antibacterianas, antifúngicas y antiinflamatorias; e incluso en ciertas especies la planta forma un cierre especialmente hermético que se abre en el momento adecuado para que el parásito pueda salir.
Algunas especies vegetales generan proteínas que son específicas y sólo sirven para formar los tejidos de la agalla. Además se ha comprobado que las células constitutivas de dichos tejidos también están modificadas ya que presentan un núcleo más grande, una elevada actividad enzimática, más moléculas de ARN, numerosas vacuolas fragmentadas, muchas más mitocondrias, así como un denso citoplasma en el que se aprecian más carbohidratos y lípidos. [1]
[photo_footer] Agallas en una hoja de Eucaliptus. / Wikipedia. [/photo_footer]
En síntesis, las agallas son como hoteles de cinco estrellas para los insectos y demás parásitos, que las plantas les ofrecen a éstos prácticamente a cambio de nada. Más bien deben soportar algún que otro perjuicio.
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El propio Darwin formuló en El origen de las especies un criterio de falsación de su teoría de la selección natural, al escribir:
“La selección natural probablemente no puede producir ninguna modificación en una especie exclusivamente para el bien de otra especie; (…) Si se pudiese probar que una parte cualquiera de la estructura de una especie cualquiera se hubiera formado para ventaja exclusiva de otra especie, esto aniquilaría mi teoría, pues esta parte no podría haberse producido por selección natural.” [2]
Y, en la página siguiente, continúa:
“La selección natural no producirá nunca en ningún ser conformación alguna que le resulte más perjudicial que beneficiosa, pues la selección natural obra solamente por el bien y para el bien de cada ser. No se formará ningún órgano, como ha hecho notar Paley, con el fin de causar dolor o de perjudicar al ser que lo posea. (…), si una parte cualquiera llega a ser perjudicial, se modificará, y si no ocurre así, el ser se extinguirá, como se han extinguido millares de seres.” [3]
Pues bien, estas frases del propio Darwin confirman que los miles de agallas existentes en tantos vegetales desmienten o contradicen su teoría de la selección natural.
Las más de cien mil especies vegetales existentes que presentan agallas proliferan por todo el planeta y, desde luego, no dan muestras de estar en proceso de extinción.
En resumen: la realidad biológica de las agallas demuestra que están pensadas para el uso exclusivo y el bienestar de innumerables insectos y otros organismos.
Esto se opone a la propia definición de la teoría darwinista de la selección natural pero es completamente coherente con la creencia en una mente inteligente que lo hizo todo con infinita generosidad.
1. Wolf-Ekkehard Lönnig 25 November and 1 December 2020 (last updated 27 December 2020) Plant Galls and Evolution (III): The origin of plant galls according to several “Fathers” of basic scientific branches: From Hippocrates (460-370 BC1) to Linné (1707-1778 AD) and Mendel (1822 – 1884 AD) to Darwin (1809-1882 AD). Also, abstracts and links to some present scientific authors (2020 ADi). A Historical Sketch.
2. Darwin, Ch. 1980, El origen de las especies, Edaf, Madrid, p. 214.
3. Ibid., p. 215.
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