Varios son los abordajes, dentro y fuera de los Países Bajos, que se han hecho al surgimiento y consolidación del calvinismo en ese país desde el siglo XVI.
El extranjero que desea comprender nuestra historia comienza con la suposición de que la República era indiscutiblemente un Estado calvinista y una tierra calvinista. […] Nosotros los holandeses lo sabemos mejor.[1]
Johan Huizinga
Varios son los abordajes, dentro y fuera de los Países Bajos, que se han hecho al surgimiento y consolidación del calvinismo en ese país desde el siglo XVI. Uno de los más sólidos es obra del profesor estadounidense Philip Benedict, exdirector del Instituto de Estudios de la Reforma en la Universidad de Ginebra, en su monumental Christ’s churches purely reformed. A social history of Calvinism (Iglesias de Cristo puramente reformadas. Una historia social del calvinismo, 2002). Su introducción marca con claridad las semejanzas y diferencias con otros países y regiones:
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El establecimiento de iglesias reformadas en los Países Bajos tuvo importantes paralelos con el curso de los acontecimientos tanto en Francia como en Escocia. Al igual que en Francia, las iglesias adoptaron una estructura presbiteral-sinodal durante un periodo inicial de crecimiento frente a la oposición de las autoridades establecidas. Al igual que en Escocia, la fe reformada finalmente se convirtió a través de la lucha en la religión del Estado legalmente privilegiada. Pero mientras que Escocia fue testigo de la rápida victoria a nivel nacional de una “reforma revolucionaria” seguida de un largo estira y afloja para definir y poner en marcha las instituciones de la nueva iglesia nacional, la victoria de la iglesia reformada en los Países Bajos llegó lentamente, en medio de los levantamientos de la revuelta holandesa, mientras que la estructura de la iglesia se determinó en gran medida antes de las primeras victorias de los rebeldes Mendigos del Mar (Sea Beggars) en 1572.[2]
La “revuelta” a la que hace referencia este autor desembocaría en la separación de los Países Bajos de la tutela y el dominio español en la llamada Guerra de los Ochenta Años (1568-1648). Los inicios de las iglesias reformadas fueron paralelos a ese largo proceso de emancipación y se pueden señalar importantes puntos de contacto entre ambos procesos. En las provincias holandesas se dio el caso singular de que las iglesias inicialmente fueron muy débiles “e incluso después de su triunfo, sólo una fracción de la población estaba profundamente comprometida con él”[3]. De hecho, la principal fuerza religiosa ligada a las reformas del siglo XVI al principio fue el anabautismo (presente desde 1530, al menos), por lo que el calvinismo debió competir y convivir con una amplia variedad de movimientos y sectas religiosas a lo largo de su historia. Sin contar con un liderazgo visible, a diferencia de otros lugares, los calvinistas debieron luchas arduamente con las fuerzas políticas para ganarse un lugar. Así lo explica Benedict:
Sin embargo, sus partidarios más fuertes se resistían a abandonar la forma presbiterial-sinodal de gobierno eclesiástico y el sistema consistorial de disciplina eclesiástica establecido durante los difíciles años de la década de 1560. Finalmente preservaron estas características para la iglesia reformada de la región a costa de abandonar la ambición de abarcar a toda la población dentro de ella. La iglesia reformada se convirtió en la iglesia pública apoyada por el Estado, al tiempo que reclamaba solo a una minoría de la población como miembros de pleno derecho y permitía que un gran número de ciudadanos vivieran fuera de su disciplina y comunión.[4]
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Estrechamente unidos los Países Bajos a España por la parte de Flandes (lugar de origen de Carlos I), paradójicamente fue en esa región (hoy Bélgica) adonde emergió la fe reformada de manera muy comprometida:
…lo que hoy es Bélgica se convirtió en la cuna del calvinismo neerlandés. Fue aquí donde su confesión se compuso, se adoptó oficialmente y se diseminó ampliamente. Fue aquí donde se organizaron apropiadamente las primeras congregaciones y sus primeros sínodos se reunieron en gran secreto. Aquí sufrió sus persecuciones más severas, pero también aquí registró por un breve tiempo algunos de sus más grandes triunfos. Sólo la cambiante escena política que en las siguientes dos décadas desgarró a las provincias del sur de las del norte obligó al calvinismo a buscar apoyo y fuerza casi exclusivamente en el norte.[5]
Guido de Brès (Mons, Bélgica, 1522-Valenciennes, 1567), quien estudió con Calvino en Ginebra, fue un predicador viajero que murió martirizado por la Inquisición española. Él redactó la Confesión Belga (1561-1562), una de las llamadas Tres Formas de Unidad (con el Catecismo de Heidelberg y los Cánones de Dort), ampliamente utilizada por las iglesias reformadas en toda Europa. Más tarde fue aceptada por varios sínodos[6]. Al estar ligada la lucha religiosa con la búsqueda de la independencia, la confluencia entre ambos componentes derivó en que la lucha armada fuera conducida por alguien como el Príncipe Guillermo de Orange (1533-1584), quien fue declarado rebelde en 1580 y asesinado por órdenes del emperador Felipe II, feroz enemigo del protestantismo.
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Según De Jong, el calvinismo resultó atractivo para la población neerlandesa cuando menos por dos causas: “la opresión política y eclesiástica de España, y la desilusión de la gente con el movimiento anabautista”, además de los fuertes énfasis doctrinales y el inquebrantable deseo de libertad. Para mucha gente, “la guerra contra España se convirtió cada vez más en un asunto profundamente espiritual”, por lo que, al estallar la guerra, el conflicto fue visto de manera ambigua: “Lo que en la perspectiva española fue la sublevación de un grupo de rebeldes herejes, se presentó en ojos neerlandeses como la lucha justificada contra un soberano tirano que no respetaba sus libertades y antiguos privilegios”.
Con el triunfo de los separatistas neerlandeses y la firma de la Paz de Westfalia (octubre de 1648)[7], el calvinismo fue adoptado como la religión de Estado del naciente país, y en esos turbulentos años la iglesia reformada creció notablemente; sus grandes asambleas, muchas de ellas clandestinas, se sucedieron periódicamente: Wesel (1568), Emden (1571), Dort (1574), Middelburg (1581), La Haya (1586), etcétera. El resumen de Benedict sobre el nuevo papel de las iglesias reformadas es preciso:
El lugar que la iglesia reformada llegó a asumir dentro de las siete Provincias Unidas de los Países Bajos fue diferente al de cualquier otra iglesia establecida en Europa. Por un lado, la iglesia reformada era la iglesia pública. A sus ministros se les pagaba del diezmo y del producto de la propiedad eclesiástica incautada. Proporcionó a los capellanes que acompañaban a los ejércitos y armadas de la república. En algunas localidades, controló el alivio de los pobres y examinó a todos los maestros de escuela. Una versión importante del mito nacional describió la lucha de los Países Bajos por la independencia como una cruzada para establecer y preservar la verdadera adoración a Dios, comparando a los holandeses con el pueblo del antiguo Israel y sus ministros con los sacerdotes y profetas del Antiguo Testamento. El clero reformado también se pronunció sobre asuntos gubernamentales a la manera de sus colegas en Zúrich y Ginebra.[8]
Y agrega, sobre el perfil de las iglesias reformadas neerlandesas en ese nuevo contexto: “La reforma revolucionaria de los Países Bajos fue así revolucionaria por su reconfiguración de la relación entre iglesia y el Estado y por el grado de libertad que obtuvo para los habitantes de esta región para vivir sus vidas fuera de las instituciones y rituales de cualquier iglesia organizada, aun cuando dio a luz a una iglesia reformada que era a la vez privilegiada y pura, una iglesia establecida y una pequeña compañía de los elegidos”[9].
Lo que vendría a agregar un ingrediente que marcó para siempre al calvinismo neerlandés fue que, en medio de la lucha independentista surgió el conflicto doctrinal ocasionado por las ideas de Jacobo Arminio (-1609) sobre la predestinación. En medio de un desarrollo teológico marcado por lo que se conoce como la “ortodoxia reformada”, que asimiló el lenguaje escolástico para expresarse, la intensa actividad teológica que tuvo lugar en los Países Bajos condujo a esta controversia sobre la visión que se alcanzó acerca de una doctrina tan compleja. El finado William Young (1918-2015) enumera una lista de alrededor de 14 teólogos nacidos entre 1546 y 1700, lo que da fe de la enorme ebullición propiciada por la educación teológica en las instituciones universitarias de ese país[10].
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Luego de introducir el contexto del escolasticismo reformado —el cual, afirma, “remodeló el contenido y la forma del mensaje reformado”[11]— y de mostrar la manera en que se desarrolló en otros países, Benedict traza el plano general del contexto en que se daría esa larga y compleja disputa doctrinal en el marco de las nuevas disputas teológicas al interior de la tradición reformada en Holanda:
Las disputas inglesa y bernesa se limitaron a los círculos clericales y universitarios. En los Países Bajos, una nueva ronda de argumentos vino a agitar a todo el país. El problema comenzó cuando dos ministros de Delft escribieron un tratado contra el supralapsarianismo de Beza. A medida que su manuscrito circulaba entre los teólogos, se envió a un joven ministro de Ámsterdam, Jacobo Arminio, quien, debido a que recientemente había estudiado en Ginebra con Beza, se pensó que probablemente haría un buen trabajo refutándolo. Sin embargo, cuando Arminio examinó el tema con mayor profundidad, articuló una posición bastante diferente a la de Beza, cuyas opiniones, de hecho, probablemente nunca compartió. A fines de 1591, el contenido de sus sermones generó quejas al consistorio de su colega mayor Peter Plancius.[12]
De Jong ha destacado la enorme importancia del Sínodo de Dort (1618-1619) para el desarrollo del calvinismo neerlandés, pues determinó firmemente el perfil de las iglesias reformadas neerlandesas y el derrotero de las discusiones teológicas posteriores:
Que el gran Sínodo de Dort (1618-1619) merece ser recordado como uno de los dos o tres eventos decisivos en la historia de los Países Bajos ha sido ampliamente reconocido por los historiadores. La historia subsecuente de la nación neerlandesa o de las iglesias neerlandesas no puede ser correctamente entendida aparte del mismo.
Aquí se traspasó el umbral que dividía a los dolores del crecimiento de la adolescencia de esa madurez que resultó en “la Edad de Oro de la República Neerlandesa” —un periodo de unos 50 años en el que una pequeña nación establecida en medio de pantanos cubiertos de niebla disfrutó de un estándar de vida como ninguno en esa época, desarrolló una rica cultura en la que pudieron participar todos los estamentos de la sociedad, demostró una capacidad militar que mantuvo a distancia a poderosos monarcas y sus ejércitos, y envió naves a través de los siete mares a establecer un imperio colonial que sobrevivió a las vicisitudes de los siglos hasta los tiempos más recientes.[13]
Más allá de la idealización de ese acontecimiento, su espíritu polémico quedó grabado indeleblemente en la memoria del calvinismo neerlandés. Con las consecuencias del Sínodo (muchas de ellas terribles, como las ejecuciones, la marginación eclesial y los exilios definitivos), la recepción de los Cánones y el nuevo reacomodo de las fuerzas teológicas reformadas, calvinistas y remonstrantes (como se nombra a los seguidores de Arminio)[14], se preparó el terreno para que, de manera generalizada, los llamados “cinco puntos calvinistas” (en realidad, anti-remostrantes) comenzaran su carrera como el supuesto resumen más adecuado de la postura reformada, más allá de las propias ideas de Calvino. Derivados de ellos vendrían nuevos y más sutiles conflictos doctrinales y teológicos.
Notas
[1] J. Huizinga, Nederland’s beschaving in de 17e eeuw. Groningen, Wolters-Noordhoff, 1984, p. 62, cit. por Christine Kooi, “Calvinism in the early modern Netherlands and the Dutch Atlantic world”, en R. Wald Holder, ed., John Calvin in context. Universidad de Cambridge, 2019, p. 401. Versión propia.
[2] P. Benedict, Christ’s Christ’s churches purely reformed. A social history of Calvinism (Iglesias de Cristo puramente reformadas. Una historia social del calvinismo, 2002). New Haven-Londres, Universidad Yale, 2002, p. 173. Otros acercamientos importantes al origen y desarrollo del calvinismo en los Países Bajos son: Peter Y. deYong, “The rise of the Reformed Churches in the Netherlands”, en P.Y. de Jong, Crisis in the Reformed Churches. Essays in commemoration of the great Synod of Dort, 1618-1619. Grand Rapids, Reformed Fellowship, 1968; Alastair Duke, Reformation and Revolt in the Low Countries. Londres, Hambledon Press, 1990; R. Po-Chia Hsia y Henk van Nierop, eds., Calvinism and Religious Toleration in the Dutch Golden Age. Universidad de Cambridge, 2002; y Charles H. Parker, Global Calvinism: Conversion and Commerce in the Dutch Empire, 1600-1800. New Haven, Universidad de Yale, 2022.
[3] Ídem.
[4] Ibid., pp. 173-174.
[5] P.Y. de Yong, “The rise of the Reformed Churches…”, op. cit.
[6] Cf. “Protestantism in Belgium”, en Musée Protestant, ver aquí.
[7] Cf. Juan José Bremer, “La Paz de Westfalia y su contexto histórico”, en De Westfalia a post-Westfalia. Hacia un nuevo orden internacional. México, UNAM/Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2013, pp. 5-30, ver aquí.
[8] P. Benedict, op. cit., p. 200.
[9] Ibid., p. 201.
[10] W. Young, “Historic Calvinism y Neocalvinism”, en Westminster Theological Journal, vol. 36/1, otoño de 1973, pp. 48-64, y 36/2, invierno de 1974, pp. 156-173, en Free Church of Scotland, Presbytery of the United States, ver aquí. Este ensayo es un amplísimo alegato que debate con muchas afirmaciones doctrinales de Abraham Kuyper (con citas directas del neerlandés de obras poco conocidas), así como las derivaciones de su pensamiento en la llamada filosofía “reformacional” de sus seguidores como Herman Dooyeweerd. Hay que subrayar que su discusión es estrictamente teológica, sin entrar en los detalles filosóficos, aun cuando puntualiza muy bien algunos de los excesos del neocalvinismo o del hípercalvinismo, como también lo denomina.
[11] P. Benedict, op. cit., p. 300.
[12] Ibid., p. 305.
[13] P.Y. de Yong, “The rise of the Reformed Churches…”, op. cit.
[14] Cf. P. Benedict, op. cit., pp. 305-316; y Joel R. Beeke y Martin I. Klauber, eds., The Synod of Dort: Historical, theological, and experiential perspectives. Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 2020.
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