Las grandes guerras, los conflictos internacionales, la sensación homogénea del mal extendido por todo el planeta, en realidad comienza en lo cercano de un pequeño pueblo y en lo íntimo de nuestros corazones.
Siguiendo su apuesta por los dramas rurales, HBO lanzó en mayo de 2021 Mare of Easttown. Una serie de siete episodios que ha gozado de mucho eco mediático, sobre todo, por contar con Kate Winslet como protagonista. Llama la atención que otras producciones de la plataforma como Olive Kitteridge o I Know this much is true no despertasen la misma atención, puesto que las tres repiten el patrón de utilizar pequeños pueblos como escenario, el factor del drama familiar y actores de la talla de Mark Ruffalo o Frances McDormand.
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Me cuesta identificar en Mare of Easttown algo “mejor” que en las otras dos series como para que se haya dado tal distinción mediática. No obstante, la serie de Brad Ingelsby (guionista de películas como Run All Night o The Way Back) y de Craig Zobel (director de The Hunt y de episodios de otras series como American Gods y Westworld), es un profundo retrato de esa América local y rural, alejada de las metrópolis y de la globalización, en la que familia y tradición continúan revistiendo buena parte de la vida.
Es en ese retrato en el que va implícita una reflexión general sobre la vida y el mal, capaz de traspasar las fronteras de la cerrada localidad. La trama de una inspectora de policía divorciada y con una vida algo desordenada no es, en absoluto, algo original. Cabe decir que Kate Winslet da vida en este papel a un trabajo singular para ella, y quizá sea eso lo que llame la atención. El ritmo, no obstante, es bueno, y la serie se acaba convirtiendo en un thriller dramático que merece la pena.
[photo_footer]La serie es un profundo retrato de esa América local y rural, alejada de las metrópolis y de la globalización. / Fotograma de la serie, HBO.[/photo_footer]
La serie muestra cómo los seres humanos nos acostumbramos a vivir nuestras vidas reconociendo ciertos elementos y personas como inalterables y hasta qué punto depositamos en ello nuestra confianza. Ese familiar cercano, el vecino de la puerta de delante o el compañero de trabajo al que vemos cada día. Todo se acaba dotando de una confianza ingenua que impide ver la raíz de nuestros problemas, el pecado generalizado.
Así, cuando una familia se rompe, o alguien es descubierto haciendo algo malo, o simplemente se muestra a alguien sin la forzada sonrisa para garantizar la cortesía, todo parece venirse abajo. Fallan esos pilares de paja que durante tanto tiempo han parecido tan sólidos e inquebrantables. Hasta el punto de definir la identidad personal.
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El problema que resalta Mare of Easttown es que en realidad no parece que pueda confiarse en nadie. Es imposible vivir así. Acabaríamos desquiciados. Sin embargo, la serie invita a reflexionar la forma con la que nos relacionamos con otros y tratamos a los demás. Cómo, a algunos podemos justificarles hasta en lo más evidente, y a otros, en cambio, no podremos reconocerlos nunca como lo que son porque siempre han estado ahí, con esa sonrisa cortés o ese saludo amable, aunque no se conozca nada más acerca de ellos.
Por eso aparecen tantos contrastes en la serie, que juega con lo inesperado y con la ruptura desde el papel protagonista de la inspectora Mare Sheehan, a la que da vida Winslet.
[photo_footer]En la serie, cada uno descubre en lo más cercano y familiar del pueblo y sus relaciones aquello que genera en realidad la tragedia. / Fotograma de la serie, HBO.[/photo_footer]
Mientras la serie avanza hacia el incómodo terreno de la desconfianza, en el que cualquiera puede convertirse en lo peor que pensamos, explora la dimensión individual de cada personaje y su transformación. Esto nos acusa directamente, como espectadores, y pone de manifiesto la capacidad que tenemos para formular juicios sobre los demás.
Es entonces cuando se descubre en lo más cercano y familiar del pueblo y sus relaciones aquello que genera en realidad la tragedia. El epicentro de la tragedia es cada uno de los personajes, con sus errores, sus sombras, sus sospechas y su gran potencial para convertirse en el principal culpable.
El otro pasa de ser reconocido como familiar, amigo y vecino, a ser el principal antagonista. El problema es que cada uno de los personajes puede verse reflejado en el otro. A pesar de ser una investigación policial, la sensación es la de un caos arraigado a nivel más profundo y que nadie parece poder subsanar.
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