El pez del hielo

El primer ejemplar de draco o pez-hielo fue descubierto por el zoólogo noruego Ditlef P. S. Rustad, a finales de 1927, cerca de la costa de la Antártida. Se trataba de un pez raro ya que carecía de escamas, era prácticamente translúcido, tenía una enorme boca y sus branquias no eran rojizas como las de la mayoría de los peces sino blanquecinas. Tampoco tenía roja la sangre sino que ésta era transparente. Desde esa fecha, se han venido descubriendo muchas más especies de este tipo de peces (hasta 17) pertenecientes todas a la familia Channichthyidae, que se distribuye por el sudeste de Sudamérica y el océano Antártico.

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Lo más singular de tales peces marinos es que son los únicos vertebrados -entre las casi 50.000 especies conocidas- que carecen de glóbulos rojos y hemoglobina en su sangre. Esta característica les permite vivir en las gélidas aguas sin morir por congelación. Pueden sobrevivir a 0º C en el Antártico y a la vez mantener la viscosidad de su sangre transparente casi al mismo nivel que la sangre humana (unos 3,27 centipoises).¹ Es sabido que a 0º C la sangre humana alcanza una viscosidad que no resulta compatible con la vida. El oxígeno que requieren las células de estos peces les llega también a través del plasma sanguíneo pero solo en una proporción mínima del 10% de la que existe en la sangre de los demás peces con hemoglobina. Para compensar esta pequeña proporción, tienen corazones, vasos sanguíneos y capilares mucho más grandes que los otros peces. El diámetro de tales vasos puede ser de 2 a 3 veces superior al de los demás peces. Estas redes de vasos son también más densas y mueven un mayor volumen de sangre.

Todas estas características juntas hacen posible una circulación de alto rendimiento, elevada velocidad, baja presión sanguínea y pequeña resistencia, a temperaturas bajo cero. Tales condiciones se logran gracias a que en estos peces la ubicua hemoglobina de la mayoría de los vertebrados -que trasporta oxígeno vital- no existe sino que en su lugar hay otra proteína anticongelante, una glicoproteína denominada AFGPs.

Desde el darwinismo, se sugiere que al principio estos peces del hielo debían tener hemoglobina, como los demás peces, pero que quizás los genes que proporcionaban tal proteína podrían haberse perdido como consecuencia de alguna mutación fortuita, en un momento en que su hábitat era muy rico en oxígeno y de esta manera se habrían adaptado al frío. Sin embargo, esta explicación resulta poco satisfactoria frente a la compleja fisiología general que evidencian los peces draco. Todo en estos curiosos animales parece como un traje a medida hecho exclusivamente para ellos y para sus necesidades específicas. Cada una de sus partes está perfectamente optimizada para vivir en aguas muy frías.

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Por tanto, es muy poco probable que tales características bioquímicas sean el resultado de una mutación aleatoria. Apelar a una pérdida casual de genes no explica la aparición o activación de otros muchos genes relacionados con la glicoproteína AFGPs, el mayor tamaño del corazón, la viscosidad de la sangre, el incremento de vasos y capilares sanguíneos, etc., etc. La adquisición simultánea y coordinada de esto tuvo que estar presente y funcionar bien desde el principio ya que, si algo hubiera faltado, los peces del hielo no habrían podido sobrevivir y esto es inconsistente con el darwinismo, que propone un desarrollo lento y gradual de pequeños cambios. En mi opinión, estos curiosos animales constituyen una clara evidencia de diseño inteligente, previsión y perfecta adecuación al entorno.

1 Hargens, A. R., 1972, Freezing Resistance in Polar Fishes, Science, Vol. 176, Issue 4031, pp. 184-186. DOI: 10.1126/science.176.4031.184