Cien años de Saramago

Isabel Soler, profesora de Literatura Portuguesa en la Universidad de Barcelona, dice en Cien escritores del siglo veinte que Saramago es reconocido actualmente por la crítica literaria “no solo como novelista, sino también como editor y columnista político, como poeta, cuentista y dramaturgo”.

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El Premio Nobel de Literatura 1988 nació en Portugal, en el año 1922, en el pequeño pueblo de Azinhaga. Su incursión en las letras tuvo lugar siendo joven. El reconocimiento internacional le llegó con la publicación de la epopeya Memorial del convento, una metáfora de la vida humana. Dos años después publica un libro que es una evocación de los primeros meses de 1936, titulado El año de la muerte de Ricardo Reis, que con Historias del cerco de Lisboa, de 1989, forma una trilogía donde revisa los orígenes de Portugal y cuestiona el lastre del discurso construido a su alrededor.

En Un hombre, un héroe, Saramago se dirige a aquellas personas imposible de expresarse con sonido y busca un nuevo sistema de comunicación. Con Manual de pintura y caligrafía el autor portugués busca un enfrentamiento entre pintura y literatura.

De 1986 es La balsa de piedra, donde cuenta un viaje por el Atlántico en el que articula la compleja relación entre realidad y fantasía.

En su abundante producción literaria sigue Todos los nombres, obcecado en reconstruir la vida que representa una ficha encontrada entre miles de carpetas que corresponden a hombres sin rostro. Sobre la identidad de estos hombres y la propia, escribe el año 2002 El hombre duplicado. Alzado del suelo, donde utiliza la pobreza del campo portugués para enseñar cómo el mundo condiciona al hombre. Lo desengaña y le obliga a luchar para mantenerse. Con Baltasar y Blismunda entra en escena la imagen de la mujer heroicamente anónima, pero soñadora y virtuosamente sacrificada. En Memorial, enseña que desde la literatura se relativiza la verdad histórica.

Saramago vuelve a sus tareas periodísticas en otras obras tales como De este mundo y del otro, El equipaje del viajante y Apuntes. Convertido en editor del Diario de Lisboa, mantiene una gran actividad política, que combina con algo tan diferente como la poesía. Publica Poemas posibles, Tierra de pecado, ¿Qué haré con este libro?, y La noche.

Entre sus piezas musicales destacan: Danzas españolas, Jota aragonesa, y Serenata andaluza.

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En cuatro años publica dos obras muy importantes que influyeron en la entrega del Premio Nobel: El evangelio según Jesucristo, 1991, y Ensayo sobre la ceguera, 1995.

La ceguera es la desatención al mundo y a la vida frente a la visión lúcida que el mundo exige. La angustia que provoca en las personas que la padecen está igualmente presente en el libro de 2002 El hombre duplicado.

Dejando aparte La ceguera y otras obras del autor portugués, el espacio pendiente en este artículo voy a dedicarlo a una de sus novelas más leída: El Evangelio según Jesucristo. Yo lo llamaría el Evangelio según Saramago.

Sin necesidad de hacer un recuento textual es evidente que Jesucristo es uno de los temas que más páginas ha generado en la historia de la humanidad. Al creer algunos autores que todo o casi todo se ha dicho sobre el Dios encarnado, no vacilan recurrir a la irreverencia, cuando no a la blasfemia. Tal era la escandalosa visión que ofrecía en 1951 Nikos Kazantzakis en su obra La última tentación de Cristo, definitivamente popularizada por la película que de ella hizo Martin Scorsese. Con todo, hay mucha diferencia entre Saramago y Kazantzakis. El escritor griego monta su historia prácticamente desde la nada, en tanto que el portugués parte de una versión cercana a los Evangelios. Resulta difícil juzgar cuál de los dos tratamientos es más polémico. A Saramago le interesa el componente humano que hay detrás de la vida y de la historia de Jesús.

La aparición de la novela el año 1991 despertó una gran polémica, especialmente en círculos católicos. Saramago sufrió tantos ataques de la jerarquía de Portugal que, tal como apunta Jorge Alperín en Conversaciones con Saramago fue lo único que decidió su traslado a la isla canaria de Lanzarote, donde falleció el 18 de junio del año 2010.

Al igual que Miguel de Cervantes con su Quijote, al que maneja a lo largo de dos volúmenes, Saramago hace en su novela lo propio con Jesús. Llevándolo por el camino que él ha trazado. Lucas, autor del tercer Evangelio, justifica las razones que tuvo al escribir la vida y la obra de Jesús en una investigación minuciosa llevada a cabo antes de emprender la biografía del Maestro. La novela de Saramago carece de ese requisito. Aún cuando la novela no requiere una minuciosidad histórica, la de Saramago, al tratar del personaje divino que la protagoniza, así la demandaba.

Llegado a este punto se me ocurre preguntar: ¿cómo es posible que una novela llena de atrevimiento, irreverencia y trasgresión religiosa sea tan vendida en el mercado convencional más que los libros de Premios Nobel como Albert Camus o Gabriel García Márquez? La respuesta pudiera ser que José Saramago, también Premio Nobel de Literatura, sabía como provocar a lectores de curiosidad enclenque o con el único propósito de criticarle a muerte. Iván Ricarte, en su libro El Evangelio según Jesucristo de José Saramago, plantea el tema con estas palabras: “Entiendo que el Evangelio según Jesucristo suscitara grandes polémicas cuando se publicó en Portugal y más tarde en el resto del mundo, porque es un libro que realmente remueve la conciencia, y cualquiera que profese una religión sentirá como algo se rompe en su interior. Y aunque sólo sea una novela más que cuenta de una forma totalmente diferente una historia que muchos creen conocer por otros libros, llega hasta lo más profundo del ser”.