Pertenece a ese grupo de teólogos y pensadores que, durante el siglo XVI, alcanzó notoriedad, aun cuando no consiguieron los reflectores de los reformadores más visibles.
Ven, Señor Jesús, dulcísimo Salvador, en tus manos encomiendo mi espíritu. Mira, te lo suplico, con favor, a esta iglesia que has redimido, y restaura la paz a esta comunidad afligida. Levanta pastores según tu propio corazón, que puedan cuidar de tu iglesia; y concédenos que aprendamos, tanto de las bendiciones como de los castigos de tu providencia, a aborrecer el pecado y amarte con pleno propósito de corazón.[1]
(Palabras atribuidas a J. Knox poco antes de morir)
El nombre de John Knox, fundador del presbiterianismo (la Kirk, como se conoce en Escocia), fallecido hace exactamente 450 años, el 24 de noviembre de 1572[2], parecería ubicarse en un segundo plano dentro del espectro de la teología reformada, por causa del peso específico de otros personajes como Guillermo Farel, Urlich Zwinglio y, sobre todo Juan Calvino, su mentor en Ginebra. Obviamente, en su país natal, Escocia, es ampliamente reconocido por haber contribuido de manera decisiva a la conformación de un bloque eclesial alternativo a la iglesia oficial británica. Pero lo cierto es que su importancia para la expansión de las Iglesias Reformadas lo llevó a ocupar un lugar muy visible en el Muro de la Reforma, al lado de Calvino, Farel y Teodoro de Beza, grandes pilares de esa vertiente teológica, la cual, después del movimiento encabezado por Lutero, alcanzó notoria relevancia durante el siglo XVI por su proyección en toda Europa.
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Capítulo aparte lo constituye el hecho de que esa iglesia, la Presbiteriana, al salir de ese espacio geográfico, encontraría en Estados Unidos una nueva forma de implantación social y comunitaria, al grado de que hoy su expansión mundial cuenta con grandes expresiones en países como Corea, Brasil y algunos africanos; en algunos países latinoamericanos, el presbiterianismo se considera como la única expresión de la tradición reformada, no obstante lo cual la figura de Knox es muy escasamente conocida. Sondear los orígenes de esta iglesia en los planteamientos iniciales de Knox bien vale la pena para comprender cómo su aprendizaje directo de la Reforma se transformó en una tradición propia que hoy moviliza a millones de adeptos, a pesar de una cierta disminución en su feligresía, fenómeno que no es privativo de ella sino de varias confesiones o denominaciones más. Podría decirse que Knox pertenece a ese grupo de teólogos y pensadores que, durante el siglo XVI, alcanzó notoriedad, aun cuando no consiguieron los reflectores de los reformadores más visibles. No obstante, en el ámbito de habla inglesa, su influencia fue muy importante.
Nacido en Haddington, probablemente en 1514, estudió en la Universidad de San Andrés y fue ordenado en 1536. Thomas Guillaume lo convirtió al protestantismo, y posteriormente siguió bajo la influencia de John Rough y George Wishart, quien fue ejecutado en 1546 y cuya muerte desencadenó el asesinato por venganza del cardenal primado y arzobispo de San Andrés, David Beaton[3]. En esa universidad, a donde llegó en 1547, recibió su llamado como predicador. Cuando el castillo cayó, fue enviado a Francia y estuvo como peón de galeras cerca de 19 meses. Después de ser liberado, en 1549, marchó a Inglaterra, donde permaneció hasta 1554. Fue predicador en Berwick y capellán de Eduardo VI[4].
En el exilio, Knox pasó por Dieppe (Francia), Ginebra y Frankfurt. Pastoreó congregaciones de exiliados y escribió muchos ataques contra el catolicismo, estableciendo las responsabilidades de los protestantes que vivían en tierras católicas u urgiendo a los fieles a derrocar a sus gobernantes idólatras (católicos). Formó parte del grupo de disidentes exiliados en Ginebra y fue discípulo directo de Calvino, de quien aprendió, sobre todo, la forma de gobierno de la iglesia. Es muy llamativa la forma en que su biógrafa Jane Dawson, profesora de Historia de la Reforma en la universidad de Edimburgo, reconstruye los días que pasó en esa ciudad, pues a diferencia de otros migrantes religiosos que no se adaptaron al estilo eclesiástico de Calvino, Knox experimentó hacia él una notable cercanía:
Muy consciente de que había recibido muchos dones raros y maravillosos, Knox podría haber elegido el domingo 23 de mayo de 1557 como uno de los días más felices de su vida. Tenía una esposa y un hijo queridos, y su familia y su casa estaban a salvo en Ginebra y lejos de los juicios y ejecuciones por herejía en Inglaterra. Disfrutó de las mejores relaciones de trabajo con su compañero ministro Goodman y con los otros funcionarios y miembros de la congregación, y habían creado un modelo de iglesia reformada. Además, vivió en la ciudad más perfectamente reformada de Europa, donde pudo aprender del gran maestro Calvino y de los demás teólogos y eruditos que allí residían.[5]
[photo_footer]Knox en el Muro de los reformadores.[/photo_footer]
Desde Ginebra dio a conocer el agresivo libelo The First Blast of the Trumpet against the Monstrous Regimen of Women (El primer toque de trompeta contra el monstruoso régimen de mujeres, 1558), dirigido contra las dos Marías, en Inglaterra y Escocia, y en el que se refiere a su gobierno como una repugnante ginarquía. Este escrito fue tan polémico que incluso en Ginebra fue prohibida su venta. Sobre esa obra tan controversial comenta Dawson: “Si bien su ataque al principio del gobierno femenino tuvo implicaciones revolucionarias, no ofreció una teoría de resistencia a los gobernantes, que llegó más tarde y solo en forma completa en 1564. A lo largo de su carrera política, hubo una división entre la retórica de los imperativos bíblicos y un programa viable de acción directa”[6]. Acorde a su visión tan negativa, Knox, desde el puesto de predicador en Saint Giles, calificó a la reina María Estuardo de “idólatra”. Con todo, se entrevistó varias veces con ella a fin de ganarla, infructuosamente, para el protestantismo; más tarde, renunció y huyó de Escocia, como resultado de una revuelta.
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Los señores protestantes alentaron su regreso y volvió en mayo de 1559. Como líder del partido protestante, se dedicó a predicar y a conseguir tropas y dinero por parte de Inglaterra. Cuando subió al trono Isabel I, se le impidió volver a Inglaterra, por lo que se dirigió a Escocia[7]. Después de la muerte de la regenta María de Guisa, Knox y otros redactaron la Confesión Escocesa (1560) que aprobaría el Parlamento. Se abolió la autoridad papal y la celebración de la misa quedó como ilegal. Con otros cinco autores escribió el Libro de Disciplina (1560), que delineaba una sociedad cristiana ideal. Tuvo repetidos conflictos con la reina acerca de la misa celebrada en la corte. Luego de su abdicación, Knox llegó a estar estrechamente conectado con el regente, Conde de Moray.
Su constante referencia a la autoridad de la Biblia, expresada en su oposición a ponerse de rodillas durante la misa, fundamentó su testimonio radical y condujo a la introducción de la Black Rubric (una declaración que explica por qué los comulgantes deberían arrodillarse al momento de recibir la eucaristía) en la segunda edición del Libro de Oración Común (1552).
Los motivos principales de su pensamiento son fundamentalmente conceptos procedentes del Antiguo Testamento. Los abusos religiosos que deseaba corregir fueron “restos del papado”, es decir, de la misa católica y todo lo relacionado con ella. Knox no se vio a sí mismo como un teólogo académico o un teórico de la política. Su vocación era ser predicador del Evangelio, no un escritor u oficial de la iglesia. Si escribió, fue en respuesta a problemas concretos y de esos escritos es posible extraer su teología, pues como bien resume Dawson:
A diferencia de otros reformadores protestantes como Martín Bucero o Juan Calvino, Knox no se convirtió en un erudito y lingüista humanista. Pero sí compartió la celebración humanista de la importancia central de la retórica. Amaba las palabras y el lenguaje como una herramienta delicada y compleja de comunicación y los usó para pintar cuadros y transmitir los colores de las emociones. En la universidad aprendió a estudiar los textos cuidadosamente, y esa habilidad le sirvió durante toda su vida. Sin embargo, probablemente disfrutó más los exámenes realizados como debates entre estudiantes universitarios.[8]
Al final de su vida, ya muy enfermo, se consagró a la compilación de su muy valiosa Historia de la reforma religiosa en Escocia, publicada póstumamente (1586-1587). Su muerte, acaecida en un año crucial para el avance de la Reforma en el continente europeo, marcó toda una época para el desarrollo de la fe reformada en las islas británicas, puesto que sus esfuerzos se consolidarían para dar lugar a una auténtica iglesia nacional en medio de los vaivenes políticos. Se concluye aquí con las palabras de Rubén Valdés Miyares, de la Universidad de Oviedo, acerca de los alcances históricos de la figura de Knox:
…si atendemos únicamente a la historia literaria, la contribución individual de Knox a través de la Historia de la reforma en Escocia es realmente impresionante, por la influencia que ejerció en la interpretación escocesa de la historia; por la representatividad de su prosa anglo-escocesa, e incluso, como sostienen los críticos posteriores a Murison y R. D. S. Jack, por su intrínseco mérito literario. Su lenguaje marca una etapa decisiva en el desarrollo de la tradición literaria escocesa, y los pasajes totalmente dramatizados de su Historia revelan a un autor que intenta enganchar a sus lectores en un texto que también muestra sentido del humor y una eficaz ironía. Todo lo que tenemos que hacer es leer la historia de Knox como ficción, y no solo como "El texto de hierro" que obsesionó a Muir en la mayoría de sus propios escritos sobre Escocia.[9]
A su vez, el amplio retrato realizado por Dawson concluye con una expresión muy puntual sobre la personalidad de Knox que apunta hacia los varios aspectos de su obra como reformador y dirigente eclesiástico durante los agitados tiempos políticos que le correspondió vivir:
La personalidad multifacética de Knox no se puede contener dentro de las etiquetas que se le atribuyen con demasiada facilidad. Hoy se le suele identificar como un reformador escocés; el oponente de María, Reina de Escocia, y enemigo de las mujeres; el héroe o villano presbiteriano anticatólico según la perspectiva; la personificación de la dureza calvinista y el puritanismo que han arruinado la identidad escocesa. En la versión caricaturesca, se ha convertido en el escocés despotricado con barba larga y toga de prédica. […] El eje de Ginebra de su vida subraya que Knox era un miembro orgulloso de la comunidad protestante internacional y que su batalla dominaba su perspectiva. Era inglés por adopción, un cálido amigo de Francia, Ginebra y la red reformada europea y un potencial misionero en Irlanda. Sin embargo, su pasión y su espíritu de lucha nunca permiten que el lector olvide que nació, se crió y siguió siendo escocés; él era Tinoterius, el hombre de las orillas del río Tyne en Haddington.[10]
Otras referencias importantes acerca de la vida y obra de Knox son: Edwin Muir, John Knox: portrait of a Calvinist (1929); Tomás M. Lindsay, “La Reforma en Escocia”, en Historia de la Reforma, Tomo II. Buenos Aires-México, La Aurora-Casa Unida de Publicaciones, 1959, pp. 222-252; J.S. McEven, The faith of Kohn Knox (1962); W.S. Reid, Trumpeter of God (1974); R.L. Greaves, Theology and Revolution in the Scottish Reformation (1980); R.G. Kyle, The mind of John Knox (1984); y Justo L. González, “La Reforma en Escocia”, en Historia de la Reforma. Miami, Unilit-FLET, 2003, pp. 115-122; y “John Knox: teólogo, reformador y precursor de la iglesia presbiteriana en Escocia”, en Bite Project, 16 de marzo de 2020.
Notas
[1] Citadas en The Christian Institute, 24 de noviembre de 2022.
[2] Hamish MacPherson, “Remembering the life of the famous Scot John Knox”, en The National Scot, 20 de noviembre de 2022.
[3] Roger A. Mason, “John Knox”, en Walter Kasper et. al., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, p. 313. Mason editó Joh Knox: On rebellion (1994) y John Knox and the British reformations (1998).
[4] Richard G. Kyle, “John Knox”, en Donald K. McKim, ed., Encyclopedia of the Reformed Tradition. Louisville-Edimburgo, John Knox Westminster Press-Saint Andrew Press, 1992, p. 208.
[5] J. Dawson, John Knox. New Haven-Londres, Universidad de Yale, 2015, p. 3. Versión propia.
[6] Ibid., p. 317.
[7] R.A. Mason, op. cit., p.314.
[8] J. Dawson, op. cit., p. 17.
[9] R. Valdés Miyares, “‘What Knox really did’: John Knox and the Scottish Renaissances”, en María L. Dañobeitia, ed., Proceedings of SEDERI. III. Universidad de Granada, 1992, p. 363.
[10] J. Dawson, op. cit., p. 321.
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