Recientemente se ha descubierto que son capaces de nadar contracorriente con un gasto energético mínimo y seguir el campo magnético de la Tierra en sus desplazamientos.
Desde la niñez me han venido fascinando las medusas.
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Se dejan tocar pero debes saber cómo hacerlo. Si acaricias su “cabeza” o umbrela son exquisitamente suaves y delicadas, pero que no se te ocurra hacer lo mismo con los tentáculos inferiores porque ahí está el peligro que constituye su mejor defensa.
En ellos residen unas células alargadas especiales (llamadas cnidoblastos o cnidocitos), que comparten también con los corales y anémonas de mar, capaces de segregar una sustancia urticante cuya misión es defenderse de los depredadores y a la vez paralizar posibles presas para nutrirse de ellas.
No obstante, a pesar de tales células, tienen enemigos que las devoran sin ningún miramiento, como las tortugas marinas, a las que no parece afectarles para nada las toxinas de las medusas.
El veneno que producen es una mezcla de sustancias capaces de destruir los glóbulos rojos de la sangre así como las células musculares. El contacto con la mayoría de las medusas sólo provoca un dolor inmediato con enrojecimiento e irritación de la piel.
Sin embargo, algunas especies exóticas como la australiana Chironex fleckeri, tienen un veneno potentísimo que resulta mortal para el ser humano y se considera como el más peligroso del mundo.
A pesar de todo, la ciencia ha descubierto que los venenos de las medusas son útiles para la regeneración de la piel humana ya que provocan una relajación rápida y duradera del tejido cutáneo, eliminando así las arrugas.
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Siempre se ha creído que las medusas eran seres simples, indolentes, pasivas y que se dejaban arrastrar por las corrientes marinas. De hecho, todavía se considera que forman parte de los organismos del plancton, palabra que significa literalmente “errante” o “vagabundo”.
Hasta ahora se sabía que estos animales de cuerpo blando poseen unos minúsculos órganos situados en el borde de la umbrela, llamados estatocistos, que les permiten detectar la gravedad, así como su situación en el espacio (si están bocarriba o bocabajo), las vibraciones del agua, los cambios de presión y por tanto el flujo de la corriente.[1]
Sin embargo, recientemente se ha descubierto que también son capaces de nadar contracorriente con un gasto energético mínimo y seguir el campo magnético de la Tierra en sus desplazamientos, igual que hacen otras especies mucho más complejas, tales como salmones, tortugas marinas y la mayor parte de las aves migratorias.
Estas cualidades en unos seres supuestamente tan simples, cuyos fósiles se conocen desde el Cámbrico, han sorprendido a los investigadores.[2]
Nadar contra la corriente, sin tener puntos de referencia visuales fijos, supone poseer sensores capaces de detectar la dirección y el sentido del movimiento del agua.
Además, esto implica una cierta intencionalidad ya que se niegan por alguna razón a desplazarse en el sentido de la corriente. Se cree que las medusas pueden emitir algún tipo de señales para comunicarse entre ellas y reunirse en grandes grupos.
Tales agrupaciones están formadas en ocasiones por millones de medusas que permanecen unidas en el océano durante meses. Hoy por hoy, todo esto sigue siendo un misterio para los científicos ya que se desconoce dónde están ubicados dichos sensores y cómo podrían funcionan.
Cuando se llega a una situación así, en la que se observa claramente diseño, complejidad e intencionalidad en los seres vivos, la mayoría de los investigadores creen que “de alguna manera” todo esto lo hizo la evolución por medio de mutaciones al azar y selección natural.
Es el paradigma reinante y, por lo tanto, se procura ajustar el evidente diseño con el esquema darwinista.
Sin embargo, cualquier estrategia biológica que funciona perfectamente desde la noche de los tiempos implica dirección y propósito. Algo que sólo la inteligencia es capaz de hacer y no las fuerzas ciegas de la naturaleza.
1. Domínguez Tejo, Haydée María, 2002, «Hidromedusas y sifonóforos (cnidaria: hydrozoa) de las aguas superficiales de la bahía de Gaira, Caribe colombiano: Taxonomía, abundancia y relación con la oferta alimenticia». Hidromedusas y Sifonóforos de la Bahía de Gaira / Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Facultad de Biología Marina, Santa Marta, D.T.C.H.
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