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Cómo leer los Proverbios, por Dominick S. Hernández

Para leer correctamente Proverbios, primero el lector debe abordar el libro desde la postura de alguien que esté plenamente dedicado a escuchar, es decir, a recibir instrucción y a obedecerla.

FRAGMENTOS 09 DE NOVIEMBRE DE 2022 18:00 h
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de "Cómo leer los Proverbios", de Dominick S. Hernández (Editorial Clie, 2022). Puede saber más sobre el libro aquí.



 



Leyendo Proverbios sabiamente



El énfasis en la disposición a aprender



Al autor del libro de Proverbios le interesa tanto impartir información como forjar en el lector un espíritu dispuesto a aprender. Proverbios 1:2-7 señala las metas primarias de toda la obra:



Para entender sabiduría y doctrina,



Para conocer razones prudentes,



 



Para recibir el consejo de prudencia,



Justicia, juicio y equidad;



 



Para dar sagacidad a los simples,



Y a los jóvenes inteligencia y cordura.



(vs. 2-4)



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En esta sección, el escritor afirma directamente que los proverbios posteriores fueron compilados para que el lector adquiriese conocimiento, sabiduría, instrucción y dichos profundos. A pesar de esto, el énfasis primario del libro no es apelar al intelecto del lector. Según el prefacio, la sabiduría se demuestra al aplicar los proverbios a la vida personal, con objeto de tomar decisiones que reflejen los estándares divinos de rectitud, justicia y equidad. En este sentido, Proverbios pretende enseñar a las personas, y en especial a las jóvenes, a ser sabios respecto a asuntos prácticos de la vida.



La obtención de conocimiento y su aplicación son conceptos fundamentales que reaparecen constantemente en todo Proverbios. La manera en que tales ideas surgen una y otra vez nos ayuda a detectar su importancia, de modo que admitimos que el mero hecho de conocer Proverbios no hace sabio a nadie. Solo experimentamos la sabiduría cuando aplicamos correctamente los proverbios a nuestras vidas cotidianas.



El libro plantea alguna expectativa más. Si leemos demasiado rápido, podríamos pasar por alto el sutil cambio de dirección entre 1:4 y 5, donde el escritor pasa de lo que podrían ofrecernos los proverbios para tocar cómo debemos abordarlos y aprender de ellos nosotros. La impartición de conocimiento, e incluso la instrucción respecto a cómo aplicarlo de forma práctica, no son todo lo que expone el escritor.



 



¿Los sabios oyen con sus “ojos”?



Mi esposa Gaby y yo somos padres de dos niños pequeños, un niño y una niña entre los cuales hay una diferencia de edad de cinco años. Cuando nuestro hijo tenía unos tres años, le enseñamos a montar en bicicleta. Como es lógico, recurrimos a enseñarle a guardar el equilibrio en la bici mediante las rueditas laterales. Pensamos que este método había sido eficaz durante generaciones, dado que elimina la necesidad de equilibrarse perfectamente sobre los dos estrechos neumáticos. Al reducir la necesidad de guardar el equilibrio, hace que a los novatos les resulte más fácil pedalear, intentar conducir y evitar caerse, todo al mismo tiempo.



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Sin embargo, en nuestro caso este método no funcionó. Nuestro hijo, que es muy curioso, solía estar más interesado en observar el paisaje que le rodeaba que en pedalear o en afirmarse sobre sus pies. Una vez le quitamos las rueditas laterales, esta costumbre de “conducir distraído” provocaba que perdiese el equilibrio. Esto condujo a innumerables “desvíos” de su ruta, que acababan con nosotros corriendo hacia una bici volcada y un niño que no estaba muy seguro de querer subirse de nuevo a ella sin ponerse una armadura.



Unos cinco años más tarde nos propusimos enseñar a nuestra hija a montar en bicicleta usando otro método. Esta vez compramos una bicicleta sin pedales. El método de aprendizaje “sin pedales” difiere del de las rueditas laterales en el sentido de que no hay pedales. Se enseña a los niños a impulsarse en tierra, levantar los pies, mirar al frente y guiar la bici con las manos. Este método permite a los aprendices ver lo que tienen por delante y concentrarse en su camino, mientras guardan el equilibrio sin pensar en sus pies. Mientras que el método de las rueditas de apoyo desarrolla el instinto de los niños de afirmarse si están a punto de caerse, el entrenamiento con bicicleta sin pedales induce a los niños a eludir el peligro por fijarse en por dónde van y aprender a esquivar obstáculos usando los brazos.



A primera vista, enseñar a los niños a montar en bicicleta concentrándose en sus brazos parece contrario a la intuición. De igual manera, parece igual de ilógico llamar a los lectores de Proverbios a que crezcan en sabiduría escuchando con sus ojos; pero eso es lo que enseña la introducción de Proverbios. Justo después de que el autor declare los objetivos iniciales de Proverbios en 1:2-4, la atención del lector se dirige hacia cómo dedicarse a alcanzarlos. En los versículos 5 y 6 leemos:



Oirá el sabio, y aumentará el saber,



Y el entendido adquirirá consejo,



 



Para entender proverbio y declaración,



Palabras de sabios, y sus dichos profundos.



Vamos a hacer unas pocas observaciones sobre estos versículos dentro de su contexto al principio de Proverbios, y analizaremos qué pueden decir tanto a quienes leyeron ese libro en la antigüedad como a los lectores modernos.



Una de las maneras primarias en que se describe en Proverbios el aprendizaje de información correcta es con el verbo “escuchar” (ver 8:33-34; 15:31; 22:17). Por medio de la lectura de los proverbios, “escuchamos” una instrucción idónea que suscita la obediencia a esos proverbios y su aplicación en cualquier situación determinada. Escuchar con los ojos es parecido a conducir una bicicleta usando los brazos. Supone una escucha (es decir, estar atentos al conocimiento correcto y aprenderlo) que guía al lector o lectora en su camino. Si no escuchamos la instrucción con nuestros ojos y respondemos a ella como es debido, tenderemos a meternos en situaciones difíciles o incluso catastróficas.



El segundo comentario aparentemente ilógico que hace el autor en este texto es bastante sutil. Fíjate cómo describe el escritor a la persona a quien invita a “escuchar”. A la persona con disposición a escuchar (con sus ojos) ya se le llama “sabia” (1:5). Parece contrario al sentido común que el escritor invite a una persona sabia a obtener más sabiduría mediante su disposición a escuchar la instrucción. ¿Acaso la persona sabia no lo es porque ya ha prestado atención a la enseñanza?



Lo que parece que pretende decir el autor es lo siguiente: existe una disposición a estar dispuestos a escuchar la sabiduría y a hacer caso de la instrucción. Al oyente (es decir, al lector) que aborda el texto con esta disposición ya se le considera, en cierta medida, sabio (ver 17:24). Ese es el tipo de lector que aprovechará al máximo su interactuación con Proverbios y responderá a los retos que le plantee (ver 9:9). El autor de Proverbios no solo pretendía transmitir información a los lectores, sino también inculcarles el valor que tiene leer bien, es decir, leer Proverbios correctamente.



Para leer correctamente Proverbios, primero el lector debe abordar el libro desde la postura de alguien que esté plenamente dedicado a escuchar, es decir, a recibir instrucción y a obedecerla. Hasta que la disposición del individuo no se encuentra en la tesitura correcta, el conocimiento extraído de los proverbios no se puede aplicar bien a su camino personal. Un lector que se acerque al contenido principal del libro sin calibrar antes su actitud hacia la instrucción y la corrección no será un buen oyente (o sea, que no será un lector ideal, a quien en Proverbios se le suele comparar a un necio), y no crecerá en sabiduría. Estas son verdades atemporales de Proverbios que el autor ofrece simplemente en la introducción.



En Proverbios, los sabios escuchan con los ojos. Los ojos guían a los lectores en su camino para obtener una sabiduría cada vez mayor, que es uno de los objetivos últimos que tiene el lector sabio en su vida. Si cierras los ojos puedes cerrar los oídos, y negarte a escuchar la sabiduría que el escritor pretende impartir. En realidad, cerrar los oídos es la acción que a lo largo de Proverbios se expone como algo ilógico. Si no escuchas la instrucción, no podrás ver adónde vas.



Por lo tanto, ¿qué es lo que nos pide el escritor al principio de su composición para que el libro tenga el mayor impacto práctico en el lector? Que este se deje instruir.


 

 


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