Los isópodos terrestres limpian el suelo de metales y suministran de manera natural un importante aporte de nutrientes vitales para las plantas.
Los isópodos terrestres que viven en el suelo son los únicos crustáceos verdaderamente aéreos.
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Vulgarmente se les conoce como cochinillas de la humedad y algunas especies son capaces de arrollarse en bola cuando se sienten amenazadas. Todos los demás crustáceos son acuáticos, tanto marinos como de las aguas dulces.
Sin embargo, las cochinillas de la humedad respiran por medio de ciertas estructuras que poseen en los apéndices abdominales llamadas “pseudotráqueas”, mediante las que captan el aire atmosférico en ambientes con diferentes grados de humedad.
Por eso abundan bajo las grandes piedras en campos y bosques, así como en las cavidades subterráneas, aunque han colonizado casi todos los hábitats naturales, desde las regiones litorales hasta el interior de los continentes, incluyendo las altas montañas y los desiertos.
Se conocen unas 3 500 especies diferentes por todo el mundo.
Se trata del grupo zoológico que mejor conozco ya que mi tesis doctoral, presentada en 1990 en la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona, trataba precisamente sobre la sistemática de los isópodos terrestres (Oniscidea) de la península ibérica y las islas Baleares.
Después de unos seis años de investigación de este grupo, descubrimos 21 formas nuevas para la ciencia que hasta entonces se desconocían, entre las que figuran nuevos géneros y nuevas especies, así como otras muchas que estaban deficientemente descritas o no se habían encontrado más desde su descripción.
Muchas tuvieron que estudiarse no sólo con microscopía óptica sino también con los microscopios electrónicos de barrido de la Universidad de Barcelona y de la Universidad Paul Sabatier de Toulouse (Francia).
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El término “isópodos” significa literalmente “patas iguales”. Lo cual no es del todo cierto pues los siete pares de patas o pereiópodos que poseen no son todos iguales.
Precisamente, algunas de las diferencias morfológicas entre tales apéndices son útiles para clasificar a las distintas especies. Aunque, lo más importante para diferenciarlas es la forma de los apéndices copuladores abdominales o pleópodos de los machos.
Después de aparearse, las hembras desarrollan un bolsa o marsupio donde contienen los huevos fertilizados que irán madurando hasta convertirse en miniaturas de los adultos.
Es frecuente ver a tales crías sobre el dorso de sus progenitores como si se tratase de una guardería ambulante. Suelen estar más activos durante la noche ya que el grado de humedad es mayor.
La llamada “volvación” o capacidad de arrollarse en bola es una característica defensiva que poseen algunas especies de isópodos terrestres, aunque también es una manera de mantener constante el grado de humedad corporal.
[photo_footer]Ejemplar de Armadillidium vulgare que presenta una volvación casi perfecta. Se trata de una especie de isópodo terrestre cosmopolita que sólo falta en las regiones ecuatoriales y polares (Foto: Antonio Cruz). [/photo_footer]
Los isópodos terrestres son saprófagos, es decir, se alimentan básicamente de detritus vegetal o de humus del suelo. Tienen unos órganos gustativos (estetascos) en las pequeñas anténulas del rostro que les facilitan la localización del alimento y de ciertos metales pesados.
[photo_footer]Anténula de Armadillidium vulgare fotografiada con microscopía electrónica de barrido. Pueden apreciarse los pequeños cilindros terminales o “estetascos” en los que reside el sentido químico, mediante el que detectan los metales pesados del suelo (Foto: Antonio Cruz).[/photo_footer]
Con posterioridad a la presentación de nuestra tesis doctoral, se descubrió un hecho extraordinario en relación con los isópodos terrestres.
Resulta que estos pequeños crustáceos eran capaces de alimentarse, no sólo de la materia vegetal o animal en descomposición que hay en el suelo, sino también de ciertos metales pesados presentes en el mismo, tales como plomo, cadmio, níquel, arsénico, cobre, zinc, etc., algunos de los cuales los usan en sus funciones biológicas o para descomponer la materia orgánica de los suelos.
Al hacer esto, están colaborando en la protección de los vegetales y en la limpieza de las aguas subterráneas de los mantos acuíferos.
Por tanto, son especies muy útiles para el mantenimiento de los ecosistemas naturales porque depuran los suelos contaminados por dichos metales pesados y, al ingerirlos, logran cristalizar sus iones acumulándolos en vesículas del hepatopáncreas. [1]
De esta manera, las toxinas generadas por tales metales se conviertan en depósitos esféricos dentro de sus cuerpos y dejan de ser perjudiciales para el medio ambiente.
De ahí que tales animales resistan bien -mucho mejor que otros artrópodos- las zonas contaminadas y devuelvan la materia orgánica al suelo, con el fin de que otros organismos como hongos, protozoos y bacterias puedan aprovecharla más rápidamente.
Los isópodos terrestres no sólo limpian el suelo de metales sino que también suministran de manera natural un importante aporte de nitratos, fosfatos y otros nutrientes vitales para las plantas.
Por todo ello, hoy se considera a los isópodos terrestres como bioindicadores de impacto ambiental. [2]
[photo_footer]Los isópodos terrestres, como estos ejemplares de la especie Porcellio haasi, son como auténticas aspiradoras naturales de metales pesados ya que algunas especies limpian los suelos de plomo, cadmio, níquel, arsénico, cobre, zinc, etc. (Foto: Antonio Cruz).. [/photo_footer]
Pienso que estos pequeños crustáceos de vida aérea y terrestre le dan una importante lección moral a la humanidad. La historia se ha encargado de mostrar que nosotros tendemos más a contaminar, destruir y ensuciar el ambiente que a limpiarlo y mantenerlo en óptimas condiciones.
Sin embargo, los isópodos terrestres lo están depurando continuamente, eliminado los venenos que podrían acabar con nuestra vida y la de otros muchos organismos. Por tanto, son criaturas admirables que nos aleccionan con su modo de vida.
Desde luego, esta lección moral no proviene directamente de ellos como grupo zoológico -que son criaturas instintivamente diseñadas para hacer lo que hacen- sino de aquel que así las diseñó con una finalidad concreta.
Los hombres de la Biblia supieron siempre que muchos animales de la creación constituyen modelos ejemplares para el ser humano (Pr. 6:6; 30:26; Mt. 10:16; etc.). A medida que la ciencia avanza, esta intuición se hace cada vez más palpable.
1. Iannacone , J., Alayo, M., Abanto , M., Sánchez , J., & Zapata , E. (Abril de 2001). Porcellio laevis Latreille, 1804 (Isopoda: Porcellionidae) como bioindicador para evaluación de plomo. Revista Peruana de Entomología, 42, 175-183; Köhler, H.-R. (2002). Localization of metals in cells of saprophagous soil arthropods (Isopoda, Diplopoda, Collembola). Microscopy research and technique, 56, 393- 401;
Van Gestel, C., Loureiro, S., & Zidar, P. (2018). Terrestrial isopods as model organisms in soil ecotoxicology: a review. ZooKeys, 127-162; https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0167880999000353
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